El único lugar donde poder conectar con la VIDA y hacer alquimia verdadera es el cuerpo.

Es el único que tiene la información a tiempo real.

El pensamiento es un artificio.

No es a tiempo real.

Lleva micromillónesimas de segundo de retraso con respecto a la VIDA.

La VIDA primero fue, después respiró, más tarde sintió y muchísimo más adelante pensó.

La VIDA va de COHERENCIA.

El cuerpo es anterior al pensamiento.

 “Creerse” el pensamiento sin sentir ni respirar, es pasarse por el forro toda la evolución y caer en la incoherencia.

El pensamiento “inventa” para escapar del MIEDO que producen el misterio y la incertidumbre.

Ni siente ni respira.

El pensamiento se escapa, miente, justifica, excusa, culpa, traiciona, dramatiza, se queja, busca soluciones-en el mismo sitio de siempre, el pasado-, sueña, desea, necesita, crea entelequias, discursos, imagina, planifica, dirige, impone, cuenta historias, parlotea, se pierde, se altera, interpreta y pierde una cantidad increíble de energía.

Y todo, con tal de no SENTIR ni asumir el dolor, el apego insano, el MIEDO y la adicción que habitan en el cuerpo.

La alquimia se hace en las células.

En ningún otro lugar. 

No hay conexión si no es en las células.

No hay consciencia si la información no está integrada en la biología.

O si la hay, es extremadamente débil.

Respira.

No eres lo que piensas.

No eres los pensamientos que te vienen.

No eres toda esa «mierda».

Respira.

Tampoco eres la química que sueltan esos pensamientos.

Si te enganchas te conviertes en “eso”.

Y lo creas, que es peor.

Date cuenta.

Respira.

Sigue respirando…

No eres lo que te dice la razón.

No, no no…

No lo eres.

Has de desidentificarte de ella.

Baja al cuerpo.

A las sensaciones.

A los sentidos.

A la tierra.

Al barro de donde saliste.

Baja, baja, baja…

Baja a tierra. 

Mientras en el cuerpo haya dolor y “densidad emocional”, la mente racional seguirá parloteando y seguirá mintiendo para “protegerte”.

Respira.

Probablemente al principio, la mente desplegará su maquiavélico juego para engañarte y te dirá:

-“buff que rollo”,

-“menuda mierda”,

-“con lo que tienes por hacer y aquí respirando…menuda pérdida de tiempo”

-“ lo que has de hacer es ponerte a trabajar y dejarte de chorradas….”

-“deja de leer a memos como éste”

El cuerpo está lleno de la química que tu mente ha ido segregando durante años y años.

El cuerpo está tan distorsionado como la mente y entrar ahí, duele.

Sigue respirando…

Lleva tiempo.

Días, meses, quizá años.

Hasta que empieces a sentir sensaciones.

Lleva la atención al mundo físico.

Hasta que te familiarices con él.

Hasta que empieces a notar cómo se contrae a cada conflicto.

Hasta que sientas cómo se encabrita el cuerpo cuando la VIDA no es como el ego quiere.

Hasta que sientas su convulsión.

Mantente ahí.

Siente.

Cuanto más sientas, más desactivarás el pensamiento basura.

El cuerpo se convertirá en una fiera.

La mente no querrá sentir nada.

Los dos -cuerpomente- te dirán que te largues de ahí y te sentirás probablemente, fatal.

Respira.

Respira.

Respira.

Tu mente se resistirá.

Una y otra vez.

No querrá respirar.

Querrá huir.

Hacer lo de siempre.

Inventará lo que sea para que no te quedes ahí, sin hacer nada.

Culpa…

Temor…

Rabia…

Historias para no dormir…

Catastróficas expectativas…

Pensamientos compulsivos…

Se encabritará mucho.

Está acostumbrada a controlar –tiene mucho MIEDO- y a hacer contigo lo que le da la real gana.

Eres su títere.

No quiere SENTIR.

Solo quiere pensar porque es más fácil.

Respira.

Respira.

Respira.

Sigue respirando… 

No le hagas caso.

Irá a por ti.

Sigue respirando aunque se te encienda la resistencia.

Sigue, sigue, sigue…

Sigue respirando aunque duela.

Hasta que rompas «aguas».

Lo que antes era rabia, frustración y culpa ahora será tristeza y MIEDO profundo. 

Permite que el sistema se resquebraje.

Permite que tu cuerpo drene y se descomprima.

Respira el MIEDO.

Respíralo.

Ánclate en la tierra si hace falta, pero no te muevas de ahí.

Puede que ahí salte la tristeza a borbotones.

Como un pozo de petróleo.

Que salte.

Que explote.

Que limpie lo que tenga que limpiar.

La tristeza profunda es agua bendita.

Agua que viene a regenerar el sistema.

Sigue respirando.

Sigue bajando. 

Sigue, sigue, sigue…

Permítete conectar con la vulnerabilidad – sin ponerle drama-.

Cero drama.

Cero queja.

A esa profundidad no puede haber victimismo.

Es demasiado profundo.

Ahí solo hay poder de regeneración.

Sigue respirando.

Sigue, sigue, sigue…. tu cuerpo está magistralmente preparado para ello.

No te vas a morir.

Te vas a transformar.

Tu cuerpo es un milagro preparado para lo que ni te llegas a imaginar.

Empezarás a sentir cierto alivio.

Las sensaciones se irán calmando.

Sigue respirando.

Sigue bajando.

Puede que vuelva la tempestad.

La fiera vendrá a por ti otra vez.

En el núcleo se mueve una energía abrumadora y a veces, no se puede ni entrar.

El apego, la necesidad de controlar y el MIEDO son demasiado demoledores a esa profundidad.

Probablemente te vuelva a escupir hacia la superficie y vuelvas a caer en lo mismo de siempre.

Es natural.

No es nada sencillo SENTIR tu propio núcleo.

Se necesita tiempo para diluir esa intensidad.

Sigue respirando.

Respira…

Respira..

Respira…

Sigue bajando hasta que te serenes- tu cuerpo segrega serotonina de forma natural-

Cada vez que consigues serenarte te estás regenerando.

Las células disponen de ese poder pero la mente te lo niega.

Sigue respirando hasta que tu cuerpo sienta que es la tierra por dónde camina.

Sigue respirando hasta que sean las células las que transformen tu alimentación -ellas saben más sobre ti que tu mente racional-.

Sigue respirando hasta que las hormigas, las abejas y la Naturaleza te parezcan un Universo increíble.

Sigue respirando. 

Respira.

Respira.

Respira.

El cuerpo se volverá ligero y liviano.

Ahí, en lo profundo, viven la plenitud y la abundancia. 

Sigue respirando hasta que las sientas y te emocionen. 

Sigue respirando. 

Sigue, sigue, sigue…. 

Respira suave, lenta y armónicamente.

Solo observa.

Siente.

Ahí abajo no hay pensamiento.

No hay parloteo.

No hay nada.

No hay amenaza.

En realidad, nunca la hubo.

Solo fue una creación de tu mente.

Hay un silencio sepulcral.

Nada se escucha.

Todo sigue fluyendo.

Todo está donde siempre estuvo

La energía sigue moviendo el sistema.

Sigue respirando.

Muy suave.

Muy lento

Casi sin que se note.

Escucha cómo corre tu sangre.

Siente el bombeo de tu corazón.

Respira…

Siente…

Ahí está la VIDA. 

Esperándote…


Rafa Mota

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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