No tengo ni idea de qué es la VIDA.

Solo sé que observo la creación y me parece maravillosa.

Observo la evolución y me parece estratosféricamente inteligente. 

Observo a mi alrededor con atención y  veo algo mágico en todo lo que me rodea. 

No sé qué es, pero me conmueve. 

Voy caminando por la VIDA y me siento en paz.

Me siento en armonía con ELLA. 

La respiro, la siento, la vivo y me emociona. 

Me emociona hasta que deja de emocionarme.

Hasta que por una razón o por otra, aparece “eso”.

Hasta que me invaden esas sensaciones.

Hasta que me vienen esos pensamientos que me dicen que lo  envíe todo, creación, evolución y misterio incluidos, a tomar por saco…

O incluso un poco más allá.

Que lo envíe todo «a tomar por culo» y me vaya bien lejos.

Y si puede ser,  los que me rodean, también. 

Todos a tomar viento…

Con lacito de regalo.

Entonces soy consciente de que he perdido mi estado de conexión.

Soy consciente de que se ha presentado sin avisar el pequeño gran tirano que llevo dentro (ego) con toda su artillería para reventarme la partida. 

Soy consciente de que ha llegado con una fuerza descomunal y aquí y ahora tengo la oportunidad para entrenarme en el arte de la alquimia. 

“Eso” está aquí.

Ya ha entrado.

Lo escucho.

Acechándome. 

Liándome. 

Acorralándome.

Chillándome. 

Con ganas de guerra. 

Con ganas de lucha. 

Con ganas de bronca. 

Lo sé. 

Lo veo. 

Lo observo.

Siento cómo su abrumadora densidad perturba mi presencia. 

Dan miedo su soberbia y su prepotencia. 

Da miedo su falta de humildad.

Da miedo cómo desprecia el instante de la VIDA.

Intimida.

Es un tirano.

Está en mi cabeza. 

En mi mente. 

En mis neuronas. 

Y se cuela sigilosamente dando voces en mis células, esperando enfurecidamente a que mi cuerpo reaccione y le haga caso. 

“Eso” está enfadado.

“Eso” huele a incertidumbre y se irrita y se mosquea.

“Eso” quiere controlar.

“Eso» es lo que parlotea con su pesada verborrea. 

“Eso” es lo que patalea porque las cosas no salen como quiere 

“Eso” es lo que desea imponer «su» ley. 

“Eso” es lo insaciable que quiere más y más. 

«Eso» es lo que pretende que todo gire a su favor. 

«Eso» es lo que no acepta perder. 

«Eso» es lo que no acepta ni respeta el orden natural de la vida. 

«Eso» es lo que lo quiere todo ya. 

«Eso» es lo que no acepta sentirse vulnerable.

«Eso» es lo que grita y no atiende a razones.

«Eso» es lo que  busca reconocimiento y admiración.

«Eso» es lo que se enciende cuando llega algo inesperado. 

«Eso» es la resistencia a lo que ES. 

Lo veo. 

Lo observo con atención. 

Me doy cuenta de todas y cada una de las barbaridades que está diciendo. 

Lo alumbro, tomo consciencia y no dejo que me arrastre. 

No hago caso. 

No hago nada. 

No lucho. 

No pretendo ni siquiera que se vaya. 

Permito que «eso» exista. 

Solo respiro. 

Respiro. 

Respiro.

Respiro

Lo observo en mi mente. 

Lo «veo». 

Lo cazo. 

Siento cómo me presiona el pecho.

Siento cómo me presiona el lumbar. 

Siento cómo me machaca el estómago. 

Pero no hago nada. 

Sigo inmóvil, observando. 

Como si no existiera.

No le hago caso. 

Sigue gritando y moviendo hilos para que mi cuerpo se enfurezca y se cabree.

Cuanto más se enciende “eso”, más llena de química mi cuerpo.

Mi organismo nota su presencia y se contrae. 

No quiero caer en la tentación. 

Respiro.

Respiro.

Respiro. 

Lo observo. 

Lo comprendo. 

Lo miro con la máxima coherencia posible.

No me enfado, aunque está siendo muy incómodo.

Es como un niño malcriado.

Patalea una y otra vez.

Es como el diablo buscando mi punto débil para doblegarme

Respiro.

Respiro.

Respiro.

Sigue y sigue y sigue… 

Me acelera el corazón. 

Me tienta. 

Me sube la temperatura. 

Sigue hablando. 

Sigue gritando.

Sigue maldiciendo. 

Sigue juzgando. 

Sigue tentándome.

Yo ni mu. 

Hasta que se calma. 

Hasta que se va apagando.

Hasta que va perdiendo fuerza.

Hasta que para.

Respiro.

Dejo que el cuerpo se vaya relajando.

Dejo que el organismo se vaya desinflamando.

Respiro.

No ha logrado su objetivo. 

No se me ha llevado por delante. 

He logrado no proyectar “eso” en la realidad.

«Eso» solo son las memorias de un niño que alguna vez estuvo muy asustado y muy enfadado. 

«Eso» solo es un programa ciego y  automático. 

“Eso” solo es una estrategia de supervivencia que sirvió en algún momento del pasado.

Ya pasó. 

No hay nada que temer. 

Todo sigue estando en su lugar.

El sol sigue brillando.

El cielo sigue siendo azul.

Todo ha sido un baile interno. 

Todo ha sido una torsión interna de energía.

Ahí afuera sigue todo igual. 

Nada ha cambiado. 

Nada se ha movido. 

Nadie se ha enterado. 

Externamente «parece» que sigo siendo el mismo.

Pero hoy sé que soy un poquito más libre que ayer.

Puedo volver a emocionarme con la VIDA.

Puedo volver a bailar en armonía.

«Eso» ya se fue.

Hasta la próxima embestida.

Rafa Mota

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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