Era jueves.

Un día laborable del mes de agosto, como cualquier otro.

Había decidido tomarme la semana de vacaciones, quedarme en Barcelona  y dedicarme a descansar.

Había decidido parar y no escribir durante unos días (cosa que como puedes comprobar no he respetado)

Había decidido practicar el silencio, o al menos,  hablar lo menos posible, leer, pasear, meditar, ir al cine, estar con los míos, hacer ejercicio, disfrutar de mis perras, de mis cosas.

Vamos, lo normal que uno hace cuando está de vacaciones.

Desconectar de todo para preparar la nueva temporada que promete ser muy interesante y que va a requerir de mucha energía por mi parte.

Esa tarde del jueves, sobre las tres del mediodía, después de comer,  decidí bajar al parque de la Ciudadela, como muchas veces hago, para ponerme a meditar y estar en silencio en una de las zonas más verdes de la ciudad.

Me encanta sentarme en la base de mi árbol favorito, aquel que aguantó todas mis neurosis, mis histerias, mis tristezas, mis rabias y mis miedos en la época más oscura de mi vida no hace más de cuatro años, y respirar, sin más.

Sentarme, cerrar los ojos y simplemente SER.

Sentir que respiro y que no soy quien la mente cree que soy.

Sentir que soy nada, volatilidad en estado puro, energía.

Fundirme con la naturaleza y desaparecer (o mejor dicho, aparecer de verdad)

Lo empecé a hacer hace unos cuatro años, cuando lo pasé tan mal en aquella época donde mi vida se quebró por completo y lo he continuado haciendo cada día, sin fallar ni uno solo, hasta hoy.

No siempre en el parque, por supuesto.

A veces, en casa.

O donde puedo.

Funciona.

Y mucho.

Veinte minutos que vacían mi mente (cuando llevas mucho tiempo haciéndolo se vacía sola, sin forzar) me conectan a mi auténtica esencia y me dan una capacidad de creación, inspiración, visión, claridad y motivación que no he conseguido con ninguna otra actividad  jamás.

Acabé de meditar, me di una vuelta por ahí pisando el césped descalzo, y como siempre, salí del parque con mis auriculares en los oídos, y empecé a subir para casa.

Como me gusta pasear tanto por Barcelona, voy cambiando de recorrido.

A veces subo por Paseo San Juan, dirección Arco de Triunfo hasta Gràcia.

Otras,  me da por desviarme por el Borne, pasar por la catedral y subir por vía Layetana.

Y otras, las menos, opto por meterme por las callejuelas del casco antiguo, y aparecer en las Ramblas, o bien en Plaza Catalunya y ya de ahí subir todo recto hasta mi casa, en el encantador barrio de Gràcia.

Y mira por donde el jueves opté por callejear y meterme en el mismísimo corazón de Barcelona, con la única diferencia de que en lugar de salir en las Ramblas, decidí tirar por portal del Ángel  hacia arriba y aparecer en el Corte Inglés de Plaza Catalunya, que está justo al lado de las Ramblas.

No sabía qué hora era porque nunca llevo reloj.

Pero ahí me topé con todo.

Todavía no habían acordonado la zona pero ya estaban llegando ambulancias, coches de policía y me di cuenta de que algo gordo había pasado.

Más que darme cuenta, lo vi.

No en las Ramblas pero sí en Plaza Catalunya.

Me lo guardo para mí.

Este post ha de servir para otra cosa, no para morbosear en detalles que ya no sirven para nada.

Sólo decir que estuve con un señor de Chile, que se había separado de su família, esposa e hija que habían ido de compras  por las Ramblas, y él se había venido a Plaza Cataluña, para  encontrarse después con ellas en el FNAC.

Puedes imaginar cómo estaba esa persona.

Completamente roto por el pánico, el dolor y el miedo porque su família había quedado atrapada en uno de los centros comerciales de las ramblas y él estaba en la zona que empezaba a ser acordonada por la policía.

En esos momentos también nos decían que los terroristas podían haber entrado en el Corte Inglés con pistolas, no sé, la verdad es que todo el mundo decía de todo, había mucho nerviosismo, mucho miedo, mucha tristeza, pero nadie sabía muy bien qué es lo que estaba pasando.

La verdad es que nadie sabía nada, todo eran rumores y habladurías.

Y para acabarlo de rematar, yo casi me quedé sin batería en el móvil, así que no pude actualizar noticias.

La cuestión es que el señor se tranquilizó, recibió una llamada y supo que su família estaba a salvo, así que yo me quedé más tranquilo, y poco a poco fui alejándome porque estaba todo acordonado por la policía y nos dijeron que abandonáramos la zona porque podían haber más incidentes y que corríamos peligro.

No se podía hacer mucho, la verdad.

Fui subiendo, respirando, en estado de shock, impactado y muy, muy triste por ver la crueldad, la barbarie y la capacidad de autodestrucción del ser humano en directo.

Yo estaba mal.

No vi la zona afectada pero lo viví en segunda línea, muy cerca.

Estaba muy tocado.

En directo, en mi ciudad, donde he paseado cientos y cientos de veces  durante toda mi vida, en uno de mi recorridos habituales, en mis ramblas queridas….

Me dieron en lo más hondo del corazón.

Como si una flecha me partiera de arriba abajo partiéndome en dos.

Me afectó enormemente.

Por eso no me fui para casa.

Decidí volver al parque.

A llorar.

A soltar.

A sentir mi enorme tristeza por todo lo sucedido.

A SENTIRME.

Y a hacer alquimia antes de entrar en acción, poder ofrecer ayuda y seguir con mi vida diaria.

Es lo que hago siempre cuando tengo un impacto.

Alquimia.

Paro,  permito el impacto, respiro,  no lo niego, observo, siento, torsiono la energía de la emoción y suelto.

Que no es más que actualizar mi versión con cada impacto para salir reforzado.

En esta ocasión hacer alquimia me costó más.

Lloré un buen rato pero la torsioné.

El atentado aumentó mi nivel de consciencia.

Si tengo que resumir lo vivido en una palabra sería VULNERABILIDAD HUMANA EN ESTADO PURO.

Por eso escribo hoy este post.

Para que hagamos alquimia individual para mejorar la consciencia global.

No te ha de hundir que seas vulnerable.

Lo eres.

Lo somos.

Por supuesto que lo somos.

Y en grado máximo.

Por eso los grandes atentados a escala global te rompen la estructura mental.

Porque te recuerdan lo que eres.

Nada.

A la vez  que despiertan en ti  las reacciones emocionales más viscerales y profundas y te recuerdan que la maldad y la oscuridad existen.

Por eso hacen tanto daño y causan tantos estragos.

Porque dan en el corazón, la fragilidad y la vulnerabilidad humana.

Lo importante, en estos casos, es permitir sentirse vulnerable para después decidir qué haces con esa vulnerabilidad y cómo la utilizas para ser verdaderamente grande y poderoso, regenerarte y crear una mejor versión de ti mismo.

El primer paso para ser invulnerable es aceptar que eres vulnerable.

Todos, absolutamente todos,  somos nada.

La vulnerabilidad humana es parte inherente de nuestra naturaleza.

“Polvo eres y en polvo te convertirás”

Y ese es el gran objetivo del terrorismo.

Darte donde más te duele.

En el centro neurálgico de tu SER.

En lo más profundo de tu alma.

En tu miedo más arraigado:  tu vulnerabilidad humana.

Sembrar el pánico, el terror, el miedo, el odio y el dolor.

Bloquearte y paralizarte para reducir a escombros tu vida y así romperte en mil pedazos.

Su misión es fragmentarte y llenarte de desesperanza.

Anularte.

A ti y a todos nosotros como conjunto.

Enviarte un mensaje letal : “ tú no eres nada y yo acabo contigo cuando me dé la gana, como me dé la gana y donde me dé la gana, en cualquier lugar del mundo”.

Y ahí,  en ese instante, te ganan la partida.

Pero cortar de cuajo ese instante o dilatarlo en el tiempo depende única y exclusivamente de ti.

De tu nivel de grandeza.

De tu nivel de consciencia planetaria.

De tu sabiduría.

De tu maestría.

De tu capacidad para hacer alquimia.

De tu “no reacción”.

De tus recursos emocionales.

De tu grado de humanidad.

Y de tu capacidad de salirte inmediatamente de la inconsciencia y el automatismo.

Ellos lo hacen.

Te matan psicológicamente a sangre fría con una crueldad fuera de toda lógica humana.

Te envían en micromillonésimas de segundo directamente al infierno más inhumano que pueda existir.

Ellos actúan desde el infierno pero tú tienes una capacidad de respuesta  muy superior a ellos cuando actúas desde el «cielo», desde la consciencia, que si sumáramos la de cada uno de nosotros,  a nivel planetario sería brutalmente potente, capaz de erradicar el miedo y  la guerra de este planeta.

Pero estamos a años luz todavía de este modelo de convivencia tan evolucionado.

Quizá entre todos y si a nivel individual se trabaja cada uno lo suyo, algún día lo podamos conseguir.

Es lo único que podemos hacer desde nuestra posición.

Al menos, yo es lo que hago.

Hacer alquimia y transformar el miedo en esperanza.

Yo hace veinte años era un inconsciente que me discutía con todos los de mi alrededor por mi nula capacidad de gestionar y “ver” mi dolor interno. Ahora, no sólo no me discuto, o poco, sino que llego a sesenta mil personas cada noche transmitiendo mi filosofía de vida y de trabajo.

Si todos hiciéramos lo mismo, el miedo tendría los días contados en este planeta.

La oscuridad existe.

La maldad existe.

La inconsciencia existe.

La dualidad existe.

Pero si existe el lado oscuro es para que enciendas  tu luz.

Para que hagas alquimia.

Los golpes más duros, letales e inhumanos son los que te hacen más consciente, más divino y más humano.

De ti depende crackear y romper ese instante de terror, pánico, maldad y dolor en el que nos metieron el jueves, haciendo alquimia y  utilizándolo a tu favor y por ende, en favor de la evolución humana para crear un mundo mejor  o dormirte y permitir que el miedo, el terror, la inconsciencia humana te ganen la partida y seguir viviendo en el de siempre.

La puerta es la consciencia.

Este post va de abrir la puerta y transformar la energía oscura en energía luminosa.

De hacer alquimia con Las Ramblas.

De transformarte con ellas.

De actualizar tu versión y ser hoy un poco más universal que ayer.

Sucedió.

Y ya no hay vuelta atrás.

La tragedia se ha consumado una vez más.

Famílias enteras rotas de dolor.

Pero en tus manos está cambiar el mundo.

En tus manos está ser la paz y la esperanza.

En tus manos está pararte y sentir tu dolor, administrarlo, observarlo, aceptarlo, tomar consciencia, reconocerte y amarte como ser humano  y trabajar para tener una humanidad mucho más evolucionada o seguir en el bucle de siempre, negando tus propios sentimientos, negando tu debilidad humana y enzarzándote en peleas, discusiones, odio  e insultos con tus semejantes con tal de calmar ese dolor.

Porque no nos engañemos.

Un tragedia así es un dardo envenenado al mismísimo centro de tu ser.

Para que te revuelques de dolor, pierdas los estribos y te hundas o arremetas contra todo lo que se mueve.

Duele mucho.

A ti, a mi, a él, a ella y a todos.

Te rompe en mil pedazos.

Y cuando vives desde el automatismo, te rompe mucho más de lo que a nivel consciente puedas llegar a imaginar.

El dolor existe.

La barbarie existe.

Existir, existe todo.

En una creación infinita, el lado oscuro también juega.

La pregunta es: ¿qué vas a hacer a partir de ahora con ese dolor?

¿Qué vas a hacer a partir de ahora con ese miedo?

¿Qué vas a hacer tú para que la oscuridad se transforme en luz e ilumine este planeta?

Sé honesto, sé sincero y reconócelo.

SIÉNTELO.

Y llóralo.

Duele en el alma.

Lo primero es RECONOCER CONSCIENTEMENTE.

SIENTE a consciencia y observa, cosa que la gran mayoría de humanos no hacemos por miedo, precisamente a la vulnerabilidad, al dolor y a la pérdida de control.

Y una vez lo hayas hecho, una vez te hayas actualizado, entonces sí actúa, decide y haz lo que tengas que hacer que todo te fluirá de otra manera porque tu nivel de carga emocional habrá disminuido considerablemente.

Lo primero que hice fue ir al parque a llorar.

Si, a reconocer mi absoluta debilidad y vulnerabilidad, la de todos los que estaban por allí, la de Barcelona entera y la del mundo en general.

Lloré por la masacre, por el dolor, por la maldad, por el odio, por la profunda tristeza que me provoca observar la capacidad de autodestrucción que tiene el ser humano.

Me lo permití.

Cuando lloras conscientemente sin juzgar, sólo observando, dejando que se transforme la emoción, la rabia y la impotencia  empiezan a bajar de manera increíblemente rápida.

Empiezas a limpiar.

A ser consciente.

Empiezas a torsionar esa energía.

A evolucionar.

Empiezas a generar otro tipo de energía.

Más potente, más consciente, más limpia, más renovada.

Y cuanto más lo practicas más rápido te recuperas.

Y cuanto más rápido te recuperas, más alta es tu frecuencia de vibración y por tanto, mucha más energía positiva puedes ofrecer a los de tu alrededor  y al mundo en general.

Es totalmente natural que después de un atentado, después de una catástrofe estés triste, hundido, removido, apagado, apático, lleno de rabia, indignado, alterado, con miedo.

Es completamente natural.

Eres humano y vulnerable.

Lo antinatural sería no estarlo.

Permítetelo.

Es el primer paso para salir de la inconsciencia, de ese instante infernal y crear un estado de paz.

También es natural que quizá no puedas dormir, que se te despierten memorias dormidas de  situaciones pasadas, que tengas todo tipo de reacciones emocionales.

Todo es completamente normal.

Observa y respira.

Nada más.

Deja que vaya bajando.

Date unas horas, unos días para recuperar tu actividad normal.

No te fuerces.

Todo volverá a su lugar.

Expresa tus emociones, date el permiso de decir lo que sientes.

Escribe, habla, grita, dale con el cojín al sofá si te apetece.

Deja que salga la rabia, la frustración, la impotencia, hasta que topes con la tristeza.

Y siéntela.

Siente el MIEDO.

Reconócelo también y sí, acepta que tienes miedo, no pasa nada.

Todos tenemos miedo visceral.

Observa.

Sólo observa y no juzgues.

No le des cancha a la mente.

Porque si no lo haces así, si no te permites  sentirlas, observarlas y soltarlas, esta amalgama tan potente de emociones que se han despertado en tu centro emocional, y que son energía nuclear,  tarde o temprano,  saldrán hacia el exterior contra los demás, contra todo lo que se mueva y contra todo aquello que no sea capaz de calmarte.

En forma de barbaridades, odio, acusaciones, debates totalmente absurdos, malos entendidos, insultos, racismo, que lo único que harán es provocar más división, más inconsciencia y más desunión (sólo hace falta ver ciertos comentarios en las redes sociales, foros y debates, algunos de los cuales parecen sacados de la casa del terror).

La mala gestión de las emociones, la incapacidad de sentirlas y la nula capacidad de observación es un caldo de cultivo para el odio, el insulto, la falta de respeto, las discusiones, la lucha, la falta de entendimiento, la mente cerrada y cegada, la guerra  y el desamor.

Justo lo que no necesitamos para hacer un mundo mejor y para conseguir la paz planetaria.

Si todos sintiéramos nuestro dolor, nuestras miserias, observáramos nuestras carencias y gestionáramos nuestras emociones antes de hablar y de actuar, muy probablemente hoy no estaría escribiendo este post.

Y todo empieza por ti.

Tú eres la llave de la paz.

Tú eres el cambio.

Y de ahí hacia afuera.

Pero no puedes esperar un mundo unido si el primero que estás fragmentado por dentro y no te paras a recomponerte eres tú.

Empieza por sentirte.

Por reconocer tu vulnerabilidad y tu dolor.

Por gestionarlo.

Por permitírtelo.

Por llorarlo, si hace falta.

Por vivir tu verdadera humanidad.

Y por aceptar que duele.

Claro que duele.

En lo más hondo del corazón humano.

Y una vez hayas sentido, expresado y permitido esas emociones,  habrás conseguido “tu unión”.

Tu comunión.

Y desde un estado mucho más sereno y calmado, y si no calmado, consciente de los que sucede en tu interior, ábrete a los tuyos.

Desde un estado de «unión» interno trabaja para la unión externa, de lo contrario tu nivel de vibración interno no permitirá que consigas esa paz tan deseada, porque a la mínima te engancharás por uno u otro tema.

Busca refugio en los más allegados.

Estos días es natural que estés más triste de lo habitual y que necesites más mimos de lo normal.

Obsérvate.

Respira, practica el reposo, pasea, disfruta de la tranquilidad, abraza, besa, medita, siente el amor de los más cercanos, conecta con el mar o con la naturaleza.

Crea rutinas nuevas y que te motiven.

Eso te ayudará a calmar el miedo, la rabia y la tristeza.

Y a ser más humano.

Si te notas alterado practica actividades relajantes, serenas, de baja intensidad.

Lo shocks emocionales te llenan de “energía caliente”, por eso coloquialmente decimos que nos hierve la sangre, ante lo cual necesitas llenarte de ”energía fría” y de lógica coherente.

Y no hay nada mejor para meterle energía fría y lógica coherente a tu vida que practicar la consciencia planetaria y la mente global.

Que no es más que salirte y verte desde arriba.

Cuanto más arriba, mejor.

Como aquellas imágenes del planeta Tierra vistas desde el espacio.

Pues lo mismo.

Te subes ahí y te observas.

A ti y al mundo.

Respiras profundamente.

Y desde ahí, “utiliza” las Ramblas de Barcelona  como anclaje para hacer alquimia en tu vida.

Practica la maestría.

Utiliza todo tu dolor, todo tu miedo y toda tu rabia para transformarlo en comprensión, unión, consciencia y evolución.

Sé infinitamente grande.

No te niegues.

Reconócete y respeta todo lo que estás sintiendo.

Respetándote a ti,  respetarás a los demás, piensen o no como tú.

Utilíza la energía osucra como trampolín y punto de partida hacia un mundo mucho más consciente y mucho más humano.

Y sé como ellas.

Sobretodo, sé como ellas, Las Ramblas.

Hermosa e increíblemente abiertas, planetarias y universales.

Y jamás pierdas la esperanza.

El mundo más que nunca necesita tu consciencia.

Rafa Mota

Personal coach

www.rafamota.com

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

El puto amo
Siguiente entrada

2 Comentarios

  • Eva María García dice:

    Gracias Rafa. Es duro, muy duro. Intentar entender el porqué de lo sucedido es inútil. Este ha sido mi error. Poner a funcionar la mente no sólo para comprender, sino para no sentir miedo.
    Porque cuando todos gritaban el día posterior a lo sucedido «no tenim por» supe que algo en mí, en lo más profundo de mi ser, se retorcía. Sí, lo admito y me estoy permitiendo sentirme pequeñita, muy pequeñita, supremamente vulnerable. Permitirme ser lo que realmente soy, cono tú decías, y no lo que mi mente dice que soy o debo der.
    Gracias por tu post, por compartir, por ser. Gracias desde lo más profundo de mi alma.

    • Rafa Mota dice:

      Gracias a ti . El grito «no tinc por» ( no tengo miedo) es una negación. No sirve. Es impostado. No es de una vibración auténtica y por eso no funciona nunca. El grito sería «tinc por i sóc vulnerable» ( tengo miedo y soy vulnerable).Y ahí sí que estás vibrando desde la auténtica libertad y el amor. Ahí sí que estás empezando a derrotar el miedo. Ahí sí que estás ganando la partida. La de verdad. La auténtica. Por empiezas a ser VIDA en su máxima expresión. Muchas gracias. Un abrazo y un saludo Eva

Deja un comentario