En este planeta hay una epidemia.

Pandemia, diría yo.

Es peor que una enfermedad.

Es energía oscura y reactiva que te come, que te anula, que te invade, que se mete en cada una de tus células, que anida en tus entrañas más profundas, que te mata lentamente, que te hace autómata y te destruye como humano.

Se llama MIEDO.

Y no es precisamente el miedo que te ayuda a sobrevivir.

Ese no es.

Ese sólo aparece en caso de peligro para que puedas reaccionar y salvar tu vida.

Y está muy bien que aparezca.

De lo contrario no estarías aquí.

El enfermizo es el otro.

El agresivo.

El reactivo.

El que sólo existe en tu mente.

El que se alimenta de tu ausencia.

El MIEDO en mayúsculas.

El que te empequeñece.

El que anula toda tu grandeza.

El que reduce a cenizas tu divinidad.

El que está detrás de cada reacción.

De cada discusión.

De cada pelea.

De cada bronca.

De cada grito.

De cada drama.

De cada tristeza.

De cada excusa.

De cada justificación.

De cada desamor.

De cada huida.

De cada lucha.

De cada desplante.

De cada negación.

EL MIEDO como energía aniquiladora de tu condición humana consciente.

El miedo inconsciente, que ni se ve ni se toca, pero acaba contigo y con tu vida.

El MIEDO a NO SER.

Si no eres, siempre estarás buscando en los demás lo que tú eres incapaz de descubrir.

Siempre estarás buscando en los demás tu raíz más profunda.

Estarás buscando en los demás, ni más ni menos que SER.

Ni más ni menos que a TI MISMO.

No hay peor maldición que tener que esperar a que lo de fuera reivindique tu condición de plenitud humana.

Si no te reconoces, si no conectas con tu esencia más profunda, si no te reafirmas, si no eres consciente de quien eres realmente siempre vivirás en el miedo.

Miedo a no ser amado.

A no ser valorado.

A no ser respetado.

A no ser aceptado.

A no ser comprendido.

A no ser reconocido.

A no ser escuchado.

A no pertenecer al clan.

Nunca serás auténticamente libre.

Detrás de cada reacción hay un ego pequeño, inmaduro, indefenso y herido.

Y no es que no quiera dejar de reaccionar.

Es que no puede.

Si NO ERES, reaccionas.

El grado de la reacción siempre será directamente proporcional al desamor que exista en tu interior.

Si no eres, no puedes AMAR.

No puedes comprender.

No puedes valorar.

No puedes respetar.

No puedes dialogar.

No puedes comunicar.

No puedes transmitir.

No puedes ofrecer libertad a los demás porque ni siquiera tú la tienes.

Quieres, pero no puedes.

Y tarde o temprano, estallas.

Porque el miedo es tu amo.

Tu puto amo.

Eres un esclavo.

Si quieres vencer al miedo sólo hay un camino.

CRECER, crecer, crecer y crecer.

SER, ser, ser y SER.

Respirar, respirar y respirar.

Reconocerte.

Ir al origen y volver al empezar.

Amarte.

Comprenderte.

Respetarte.

Perdonarte.

Oxigenar tu vida.

Abrir tu mente.

Dotar tu vida de visión cosmológica.

Aumentar tu consciencia.

Practicar el silencio.

Meditar para calmar el ruido de tu mente.

Gestionar tu cuerpo y tu energía.

Aceptar tu dolor y tus emociones.

Reconocer el miedo y SENTIRLO.

Observarlo.

Mirarle a la cara.

Y dejar de ir en busca de amor, aprobación y respeto exterior.

Dejar de reaccionar y sentir el dolor cada vez que te rechazan, que no te quieren, que no te aceptan o que no te comprenden.

No son ellos quienes lo han de hacer.

Eres tú.

Amarte, comprenderte, valorarte y escucharte es tu responsabilidad y tu propósito.

En cada obstáculo, en cada contracción, en cada desplante tienes la oportunidad de empezar a descubrirte.

Tienes la oportunidad de empezar a aparecer y nacer otra vez.

Duele, claro.

Claro que duele.

También fue doloroso nacer y ya ni te acuerdas.

Primero es un tsunami que te rompe en mil pedazos pero con el tiempo se convierte en una olita que sólo roza tu piel.

Duele hasta que deja de doler.

Y cuando haya dejado de doler habrán cambiado las tornas.

El puto amo serás tú.

No hay otro camino.

Consciencia.

Comprensión.

Visión global.

Oxígeno.

Amor.

Libertad.

Y compasión.

Por ti y por los demás.

Porque después de la vida, de amo no hay más que uno.

TÚ.

Y ahora ya sin insulto.

Porque cuando recuperas el poder, se caen todas las reacciones y todos los insultos.

Rafa Mota

Personal coach

www.rafamota.com

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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