Hay un okupa en tu vida (y todavía no lo sabes)

Cuando llegas a este planeta eres una semilla.

Traes contigo toda la información necesaria de miles de millones de años para poder crecer siguiendo tu camino natural.

Expandiéndote.

Desarrollando tu talento innato.

El que sea.

Porque talento tienes, otra cosa es que te hayas alejado tanto del origen que ni siquiera te acuerdes ni de quién eres.

O que por miedo hayas renunciado a tus verdaderos valores y principios y no haya ni rastro de tu talento.

O porque ni siquiera te lo hayas planteado alguna vez.

Pero algún talento tienes.

Aunque sea estudiando hormigas.

Recuerdo que cuando yo era niño, debería tener diez o doce años, tenía un amigo que se pasaba el día en los bosques y descampados buscando cucarachas, bichos, arañas y todo lo que pillaba.

Las cazaba para coleccionarlas.

Los amigos le llamaban de todo.

“Bicho”, “guarro”, “rarito”…

Menos respetarle, le llamaban de todo.

La madre estaba negra ( creo que más que las cucarachas que coleccionaba)

El padre, tres cuartos de lo mismo.

Debo reconocer que a mí también, en aquel entonces me parecía un poco rarito, pero como éramos muy amigos, le acompañaba a “cazar” muchos domingos por la tarde.

Era pasión lo que él tenía con los bichos.

Y a pesar de todo lo que le dijeron los amigos, a pesar de que sus padres le prohibieron tener la colección en casa, el siguió adelante cazando bichos.

Hoy en día es uno de los biólogos más prestigiosos de Europa, de los mejores en su especialidad.

Tenía talento.

Él vino a expandirse con los “bichos” y con las arañas.

Era su camino natural.

Y creció, creció, creció…hasta hoy.

Así funciona la vida y la lógica universal.

Que sin hacer nada, “sólo” dejar fluir toda la información que traes incorporada de origen, lo obtienes todo.

Y el “sólo” lo pongo entre comillas porque es lo más difícil que puede hacer un ser humano.

Desprogramar todo su condicionamiento mental distorsionado.

O lo que es lo mismo, vencer al MIEDO en mayúsculas.

Eso es ser abundante.

Confiar que todo está en ti.

Que tú eres el verdadero poder.

Que tú eres la energía que brota sin parar.

Que tú eres la gran semilla universal que está aquí para evolucionar.

Y que crecerás sin límite si sigues tu intuición.

Como los árboles, como las flores, como la Naturaleza…

Que no necesita que nadie le diga cómo y qué tiene hacer para crecer y ser abundante.

No lo necesita.

Lo trae de serie.

Crece constantemente.

Se expande.

Se regenera una y otra vez.

Fluye.

Brota.

Rebrota.

Si hay una catástrofe, vuelve a salir con más fuerza.

Todo crece.

Todo se transforma.

Por eso es abundante.

Porque se transforma.

Y no se resiste a ello.

Es lo natural.

Y lo que no crece, muere.

Así funciona la Naturaleza.

Con la lógica de las lógicas.

La Universal.

La que es.

La más pura y poderosa.

Así que si tú eres Naturaleza, ésta también es tu lógica.

O más bien, debería serlo.

Porque  los humanos no nos regimos por la lógica universal.

Nos da demasiado MIEDO ceder el control y transformarnos contínuamente.

Nos regimos por otra lógica.

La racional.

La que debería ser ( pero en realidad no es)

Y aquí es cuando metemos la pata hasta el fondo.

Es cuando matamos nuestra esencia.

Porque el MIEDO a fluir mata lo que SOMOS.

Olvidándonos de que el control bloquea la energía.

Nacemos siendo “semilla Universal” y, sólo llegar, nos van convirtiendo en el “fruto racional” que deberíamos ser y no en el que realmente somos.

Lo que sería un camino expansivo, coherente y abundante se convierte en un camino distorsionado, incoherente y limitado que te va alejando de tu origen.

Naces en un punto cero.

El origen.

Tu origen.

Y ahí, en tus primeros doce años, donde eres una magistral esponja, vas formando tu nudo inconsciente.

Tu sombra.

Tu programación mental automática.

La que tienes arraigada en la parte más profunda de tu cerebro, el reptiliano (por encima de la nuca más o menos, detrás de ti, justo donde no lo ves).

Ahí es donde vas metiendo todo lo que te contaron tus padres, pensamientos, creencias, reacciones emocionales de tu madre, de tu padre, sus comportamientos, lo que te creíste, lo que percibiste, lo que te contaron en la escuela, el inconsciente colectivo, la religión, lo que está bien, lo que está mal, lo que debe ser, lo que no…

Todo bien grabado a fuego.

Ahí, sí.

Ahí detrás.

Ahí se graba el MIEDO.

En la parte del cerebro que vela por tu supervivencia.

Ahí tienes grabado todo.

La anulación personal.

La sensación de abandono.

El miedo al desamor.

La necesidad de control.

La obsesión por el orden.

La inseguridad.

La búsqueda de la perfección.

El pánico a la soledad.

Esa sensación de sentirte siempre culpable.

De sentirte inútil.

De que no vales nada.

Las faltas de respeto a las que fuiste sometido.

El “tú te callas que soy tu padre”.

La creencia de que todos son mejores que tú.

De que tú no mereces nada.

Y un infinito etcétera de creencias, pensamientos, emociones y comportamientos distorsionados que nos vamos pasando unos a otros de generación en generación porque no somos conscientes, precisamente, de nuestro inconsciente.

Ahí dentro, en tus catacumbas, tienes todo lo que vivió y percibió tu cerebro cuando eras niña o niño.

Sí, éste que tienes detrás a la altura de la nuca y que va en automático.

El que no ves.

Y lo tienes justo ahí detrás, bien escondido, porque lo escuchaste, te lo dijeron, lo pensaste o lo sentiste tantas veces en tu vida (aunque ahora ya no lo recuerdes) que el cerebro que te quiere tanto y lo único que desea es que ahorres energía para poder sobrevivir bien, lo almacenó en lo más profundo porque creyó que de tanto repetirlo, era lo correcto para ti y de esta manera, ya no tendrías que preocuparte más en pensarlo.

Directamente lo integró y lo pasó a pensar él por ti.

Aquí se cerró y empezaste a caminar de adolescente por la vida enfocándote y programando tu vida en base a tu inconsciente más profundo.

Por un momento, imagina.

Es de lógica aplastante.

El cerebro y la vida trabajan constantemente para ti.

Juntos vendrían a ser lo que algunos llaman Dios, pero yo llamo energía o Universo, más que nada porque la energía es universal y no juzga y el Dios que nos han vendido, sí.

Y lo de juzgar es una costumbre humana.

No divina.

La energía divina no juzga.

Sólo vibra.

Y te trae siempre lo que le pides.

Ni más ni menos.

El problema es que no te das ni cuenta de lo que pides.

Porque no ves lo que estás pidiendo.

Lo tienes detrás.

En la nuca.

No eres consciente de lo que se mueve por ahí.

Es como si tuvieras un okupa en la nuca, en el cerebro más antiguo y dirigiera la vida por ti.

Y tú sin enterarte de nada.

Como te he dicho el cerebro y la vida se confabulan para ti.

Ten en cuenta que la parte del cerebro que te cuida es el reptiliano.

El encargado de tu supervivencia.

Si, justo ese.

El que no ves.

Y repito tanto que no lo ves, para que lo veas, te pares y te des cuenta.

Porque es el okupa que crea tu vida por ti.

Y el que hace años tienes reprogramado.

Si le has repetido millones y millones de veces que no vales, que eres culpable, que no te lo mereces, que eres inútil, que no está segura, que lo demás son mejores que tú, etc, etc..

El pobre reptiliano…¿qué va a pensar, si es tonto?

¡Pues va a pensar lo que cualquiera pensaría!

Que te encanta ser inútil, sentirte culpable, abandonada, inseguro…

Y se enfoca en aquello en lo que estás programado desde tu infancia, aunque ni te acuerdes.

Y para rematarte, viene la vida que tampoco entiende ni de juicios, ni de injusticias, ni de dramas.

Porque el drama es humano.

Es del ego.

No es divino.

Y te pone delante aquello que el reptiliano le ha dicho que tanto deseas.

Aquello en lo que estás enfocado.

Así que aquí tienes el juego.

Dos genios vibrando sin juzgar.

Y tú viviendo sin enterarte.

Uno, el okupa, que es tonto y se enfoca en lo que no debe.

Otra, que es sabia, que trae lo que el okupa pide.

Y tú , que no estás ni se te espera.

Al menos, hasta hoy.

Así que vete «desokupando» la vida si  lo que quieres es empezar a crear.

Rafa Mota

Personal Coach

www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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