Cómo conseguir buenas relaciones (o mejorarlas)

Como vivo en el centro de Barcelona, cuando salgo a la calle por la mañana suelo pararme a observar a las personas.

Es un ejercicio que te recomiendo porque crea mucha conciencia de cómo vivimos los seres humanos el día a día.

Miro y observo a mi alrededor.

Cómo conducen.

Cómo discuten.

Cómo gritan.

Cómo reaccionan.

Cómo se enganchan al claxon a los tres segundos de ponerse el semáforo en verde como si la vida les fuera en esos tres segundos(algunos al segundo uno).

Cómo caminan.

Cómo se hablan ( lo mal que se hablan algunos)

Cómo se insultan.

Cómo se estresan los unos a los otros.

Cómo se besan ( o se envían a paseo)

Cómo tratan a sus hijos.

Qué barbaridades les dicen a veces.

Aquí aprovecho para decirte que por favor, tengas mucho cuidado con lo que le dices a tu hijo  porque si es menor de ocho años se lo grabarás a fuego en su subconsciente más profundo y de mayor le pesará como una losa.

Y no exagero si digo que si le repites mucho según qué barbaridades, habrás marcado su vida para siempre.

No me invento nada porque lo veo cada día.

Uno de mis trabajos diarios con las personas es precisamente ese.

Trabajar y desbloquear grabaciones inconscientes ( barbaridades) que llevan años y años metidas en la “cajita negra”.

Hecha esta aclaración, sigo con lo que te iba diciendo.

E incluso observo sus miradas.

Unas tristes.

Otras, rabiosas.

Otras, perdidas.

Algunas alegres (las menos, sobre todo en los transportes públicos a primera hora de la mañana)

Me gusta observar.

Es la vida en directo.

Y aprendo muchísimo de la comunicación no verbal, de los estados emocionales y del ser humano en general.

Yo debo reconocer que hace tiempo que ya no corro por la vida.

Ni me estreso.

Y si noto que empiezo a hacerlo, respiro las veces que haga falta y me vuelvo a relajar.

Me tomo la vida de una forma relajada, tranquila y serena.

Algunos días tengo que respirar más que otros pero normalmente lo consigo.

Todo es un entreno.

Entreno mental, corporal y emocional.

Y lo hago a diario.

Por eso ahora puedo dedicarme  a observar a los demás y al mundo en general.

Porque me observo a mí mismo, soy muy consciente y me trabajo.

Es lo que tiene haberlo perdido todo y que tu vida entera haya sido una larga noche oscura y amarga.

Que a medida que te vas recuperando después de haber vivido en el infierno todo te sabe gloria y todo está bien.

Incluso las situaciones desagradables.

Porque de todas ellas se aprende y te llevas lecciones verdaderamente magistrales.

Cuando te quemas en el infierno, sólo te queda que subir directamente al cielo.

Porque cuando ya no te queda nada donde agarrarte ahí afuera no tienes más remedio ( la frase exacta sería, y con perdón, no tienes más “guevos”) que agarrarte dentro.

Y el cielo está justo ahí.

En tu interior.

Donde conectas la vida con el alma y con el corazón.

Y ahí es cuando descubres todo un mundo que ni siquiera sabías que existía.

Un mundo lleno de color.

De energía.

De vitalidad.

De emociones.

De tonalidades y texturas en tus estados emocionales.

De talento.

De habilidades innatas que estaban escondidas.

De ilusiones olvidadas.

De inocencia perdida.

De imaginación.

De luz.

De vibración.

De conexión.

De VIDA con mayúsculas.

De vida de verdad.

De la “viva”.

No de la otra.

La del ego.

La de a ver quién es más y quién es menos.

La de a ver quien puede más.

La de a ver quién tiene razón.

La de las casas, los coches, las cenas, los restaurantes, la ropa…

Esta es la vida “muerta”.

Porque lo material y la reacción son naturaleza muerta.

Está más muerta que viva.

Lo que le da vida no es el latido del corazón.

Es el berrido del ego.

Pero sólo tomas conciencia de lo que realmente significa la vida «viva» cuando lo pierdes todo.

Ahí te das cuenta que aun sin tener nada sigues viviendo.

Sigues respirando

Sigues brillando.

Y tu corazón sigue latiendo.

Pero al revés, no

Al revés, no hay nada.

Si pierdes el latido del corazón y la respiración.

Se acabó.

Es la nada absoluta.

No hay vida.

Y eso casi siempre se nos olvida.

Observando por la calle lo veo cada día.

En discusiones absurdas.

En reacciones desorbitadas.

En actitudes agresivas.

En insultos.

En ansiedades, miedos, estrés…

En gritos a los hijos.

En parejas alteradas.

Y sin darnos cuenta, esas actitudes, nos van minando la salud, el amor en las relaciones y el bienestar.

Y nos expulsan del momento presente.

Nos expulsan de la vida.

Del instante “vivo”.

Y resulta que día a día, sin darnos cuenta, la vida “muerta”, la reacción, la inconsciencia, el piloto automático, el insulto, el desprecio, la falta de respeto  van matando a la vida «viva».

A las buenas relaciones.

Al cariño.

Al abrazo.

A la mirada.

Al tacto.

Al respeto.

A la inocencia.

Al amor.

A la serenidad.

A la paz.

A la auténtica magia que debería dirigir este planeta.

Cuando en realidad tendría que ser al contrario.

Que la «viva» matara a la «muerta».

Que la luz alumbrara la oscuridad y la transformara.

Pero no hay manera.

Observando el día a día me doy cuenta de lo difícil que es.

Y de la poca luz que hay.

Y es porque el ser humano es así de masoquista.

Hasta que no recibe un golpe casi mortal es incapaz de despertar.

Mientras tiene una islita donde agarrarse, por pequeña que sea y por basura que tenga, el ser humano no cambia.

Y sufre, sufre, sufre hasta que se colapsa y lo pierde todo.

O parte.

O la salud.

O a la pareja.

O a la familía.

O a él mismo.

Pero siempre se acaba perdiendo en lugar de ganar.

A mí también me pasó.

Aguanté, aguanté, aguanté…

Hasta que en mi caso la islita se hundió y desapareció.

Por eso los grandes cambios y los grandes saltos cuánticos sólo se consiguen después de grandes golpes en la vida.

Porque ya no hay donde agarrarse.

El título de maestro no se consigue en el cielo, ni “fumando” en las nubes, ni volando por las estrellas como algunos se creen.

El título de maestro se consigue quemándote en las brasas del infierno, enfrentándote a todas tus noches oscuras, sanando tus sombras terrenales y resurgiendo de tus cenizas.

O al menos, es mi humilde opinión y mi humilde experiencia.

Cada uno sabrá la suya.

Yo, desde la mía, te puedo decir que agradezco haberme quemado en los infiernos para dar el salto cuántico que he dado pero también me gustaría decirte que si puedes conectar con la vida sin necesidad de llegar a las noches oscuras, hazlo mañana mismo.

Porque se pasa muy mal.

Y teniendo la oportunidad de cambiar sin llegar a tocar fondo, no te lo pienses.

Empieza a cambiar y abre la luz mañana mismo sin pensártelo dos veces.

Tendrás un camino por delante lleno de sueños y de luz sin necesidad de quedarte totalemente a oscuras.

Así que si sales a la calle mañana y te viene la reacción emocional.

Párate y acuérdate de este post.

Respira.

No reacciones.

Y si lo haces, gestiónalo antes de que sea demasiado tarde.

No grites.

No insultes.

No quieras tener razón, no vale la pena.

Sólo es una necesidad de tu ego, no de tu alma ni de tu esencia.

No vuelques tu rabia en el de delante.

Hacer daño sólo es una reacción inconsciente que con entreno se puede evitar.

Y mucho menos si delante tienes a alguien al que amas.

No desprecies.

No faltes al respeto.

No desmerezcas a nadie.

No provoques sufrimiento.

Porque ya hay demasiado.

Tú no te lo mereces.

Pero los demás tampoco.

Todos, absolutamente todos,  lidiamos con nuestras batallas diarias particulares y casi siempre se nos olvida porque sólo nos acordamos de la nuestra que es la que más duele.

Pero las demás duelen igual o peor, aunque no sean nuestras directamente.

Párate y observa a tu alrededor.

Sólo observa.

Mira.

Respira.

Reflexiona.

Sé consciente.

Agradece lo mucho que tienes porque si te falta o lo pierdes tendrás mucho menos.

Reconoce al de delante como te gustaría que te reconociesen a ti.

Dale la libertad de ser quien es y no le exijas que sea quien tu quieres que sea.

Eso es amor sano.

Aporta tu granito de compasión, de aceptación y de perdón.

Y si lo hacemos todos, muy probablemente mañana, este pequeño planeta azul sea un lugar un poquito mejor.

Y lleno de buenas relaciones.

 

Rafa Mota

Personal coach

www.rafamota.com

 

 

 

 

 

 

 

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

Deja un comentario