¿Te has planteado alguna vez por qué estás aquí?

¿Qué crees que has venido a hacer a este planeta?

¿A torturarte con tus miedos?

¿A verlas pasar?

¿A discutir continuamente?

¿A pelear y a luchar hasta extenuarte y que el cuerpo te diga basta?

¿A maltratarte?

¿A deprimirte?

¿A olvidarte del amor que sientes por los que te rodean con tal de salirte con la tuya?

¿Con tal de imponer siempre tu criterio?

¿A reaccionar continuamente?

¿Realmente crees que vale la pena  perder tanto tiempo  y energía sabiendo que cualquier día te vas por dónde has venido?

La vida es corta.

Muy corta.

Demasiado corta.

Nada permanece.

Lo que hoy está, mañana no.

¿Eres consciente de todo lo que te estás perdiendo mientras estás metido en esas guerras egoicas absurdas?

Son preguntas que yo nunca me hice mientras vivía en mi espiral de inconsciencia.

Hasta que paré y respiré.

Bueno, yo no.

Me paró la vida.

Me puso en mi sitio.

Y no me quedó otra que respirar y reflexionar.

Y de un tiempo a esta parte me las he hecho y me las he respondido una detrás de otra.

Y sigo respondiéndomelas cada día.

Por eso he tomado tanta consciencia.

Porque me hago continuamente preguntas.

En los últimos tres años y medio he tenido cientos y cientos de “clics”.

Y a cada “clic” me he ido dando cuenta de lo que realmente es VIVIR.

Con mayúsculas.

De lo que realmente es SENTIR.

Con mayúsculas también.

Es estar aquí.

Y sentir al cien por cien esta experiencia con todo lo que conlleva.

Sonrisas y lágrimas.

Noches muy oscuras y días muy  claros.

Luces y sombras.

Ángeles y demonios.

Con todo.

Porque todo forma parte de la vida.

Todo es parte de esta experiencia y parte de ti.

VIVIR es PRESENCIARLA en directo.

Vivirla.

Sentirla.

Aprovecharla.

Disfrutarla.

Respirarla profundamente mientras la tienes delante de tus narices.

Amarla a cada instante.

Es estar presente.

En tu cuerpo.

En tu respiración.

En tu emoción.

En tus vivencias.

En el amor por lo que haces.

En el amor por las personas que tienes a tu lado.

En el amor por todo lo que te rodea.

Eso es estar presente y vivir el instante.

Sentir el latido del corazón, el abrazo, el beso, el cariño, la mirada…

Disfrutar plenamente de lo que tienes, de lo que vives, de lo que sientes y de lo que haces.

Es  mirar a tu alrededor, al azul del cielo, al infinito de las estrellas, ver el sol al amanecer…

Respirar y decir ….¡¡uaaoooo!!

Eso es vivir plenamente.

Y no estar quejándote continuamente por lo que no tienes, no vives, no sientes o no haces.

O peor aún, estar esperando a que los demás vivan, sientan o hagan como a ti te gustaría o como tú necesitarías que vivieran, sintieran o hiciesen sin darles el derecho y la libertad de ser quienes realmente quieran ser.

Eso es estar fuera de la realidad.

Es no aceptarla tal y como es.

Eso es mirar a tu alrededor y decir …buuuuf!!

El “uaooo” es el milagro.

Y el “bufff”,  la desolación.

Uno te lleva a despertar y a vivir intensamente.

Y el otro te lleva a apagarte y a dormirte lentamente.

Si no tomas consciencia, la mayor parte de tu tiempo no estás aquí.

Estás dormido.

Estás fuera de la VIDA.

Y dentro de tu mente.

No vives la vida.

Vives sólo en función de la percepción que tú tienes de la vida.

Que nada tiene que ver.

Y eso hace que estés reaccionando continuamente siendo incapaz de aceptar la vida como ES.

Dejando que se te escape entre los dedos sin enterarte.

Y siempre nos olvidamos de una cosa.

Que la vida es perfecta.

Tan perfecta que lleva millones de años.

Y pase lo que pase vuelve a rebrotar.

Y a cada catástrofe rebrota con más fuerza.

Por algo será.

Lo que no es perfecto es la mente.

Los patrones mentales están distorsionados.

No es la vida la que es imperfecta.

Es la percepción que uno tiene de la vida.

Y esa percepción la construye la mente.

Basándose en construcciones inventadas, juicios absurdos, creencias limitantes, pensamientos caducos y obsoletos y que nada tienen que ver con la realidad.

La vida es como un gran juego.

Con su tablero.

Sus fichas.

Su librito de instrucciones.

Y todo lo necesario para jugar y disfrutar intensamente.

Pero como en todo juego, para ganar necesitas conocer las reglas del juego.

Si no, lo normal es aburrirte y perder.

Pero sea como sea, se viene a disfrutar y a evolucionar con esta experiencia.

Y nos funcionaría mucho mejor si alguien nos enseñara las instrucciones antes de empezar.

Pero como nadie lo hace, así estamos.

Que empezamos a jugar sin conocer las instrucciones y cuando nos damos cuenta ya estamos a mitad de partida o más.

Perdidos.

Distorsionados.

Jodidos.

Rabiosos.

Y empastillados.

Cuando en realidad esta partida es un milagro del universo digna de ser vivida.

Algo debemos haber hecho mal entre todos para que el mundo esté como está.

Aquí no estás para reaccionar ni para desgastarte.

Estás para crecer.

Evolucionar.

Disfrutar.

Vivir intensamente esta experiencia.

Descubrir tu talento.

Y dar lo mejor de ti al mundo expandiéndote con tu sueño.

Pero como nadie nos explica nada.

Y crecemos sin conocer la reglas de la partida.

Así estamos.

Que la mayoría hacemos de todo menos lo que hemos venido a hacer.

Y cuando te pasas la vida quejándote, reaccionando, luchando y discutiendo, tarde o temprano,  la vida que es muy sabia, te deja de patitas en la calle.

Para que vuelvas a empezar.

Eso teniendo la suerte de volver a empezar.

Porque a otros les envía directamente allí de donde salieron.

O simplemente pasan la vida dormidos sin ni siquiera ser conscientes ni de cómo pisan cuando caminan ni de cómo respiran.

En mi caso, al menos, he podido despertar y  volver a empezar.

Con un golpe muy duro y pasándolo muy mal.

Pero agradezco la experiencia porque esta vez he aprendido bien la lección.

Y antes de empezar de nuevo me he estudiado bien el librito de instrucciones.

Y creo que ahora sí, por fin sé de qué va este juego.

No va de luchas.

Ni de egos.

Ni de si eres más o eres menos.

Ni de discusiones.

Ni de tener razón.

Ni de juicios.

Ni de hacer.

Ni de tener.

Ni de historias mentales ilusiorias.

Ni de construcciones distorsionadas.

Ni de matarse los unos a los otros.

Va de SER.

Va de ser cada vez más humano.

Va de amarse.

De comprenderse.

De ayudarse.

De escucharse.

De reconocerse.

De valorar lo que tenemos.

De respetarse los unos a los otros.

De aceptar que la vida es como es.

Y de tener cada día más consciencia.

A esto se le llama evolución.

Todo lo demás es involución.

Evolucionar y tener una vida más consciente no es fácil.

Nadie ha dicho que sea fácil.

Si lo fuera, el mundo no estaría como está.

La inconsciencia y el piloto automático son muy potentes y a la que te descuidas, te han expulsado de la realidad.

Cambiar una vida tomando consciencia es posible y probable si te comprometes con el cambio.

Y sencillo, porque en realidad para cambiar una vida se han de instaurar hábitos muy sencillos.

Pero  lo difícil no son los hábitos.

Lo realmente difícil es instaurarlos y mantener a raya al ego.

Yo te diría que si quieres empezar a cambiar, empieces por el principio.

Como la vida.

Respirando.

Es tan sencillo como eso.

Como respirar.

Pero no como has respirado hasta ahora.

De forma automática.

Si respiras de forma automática, vivirás de forma automática.

No falla.

Respirando de forma consciente.

Sintiendo que estás respirando.

Así te darás cuenta de que estás viviendo.

Porque respirar conscientemente es vivir conscientemente.

Y vivir conscientemente es conectar con tu verdadera evolución.

Eso es conectar con tu sabiduría, tu grandeza y tu expansión.

Rafa Mota

Personal Coach

www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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