No hace falta morir para ir al cielo

Seguramente habrás oído hablar millones de veces del cielo y del infierno.

Aquél lugar donde viven plácidamente los ”buenos” o donde se queman eternamente los “malos”.

Pues bien.

Yo soy de los que creo que el cielo y el infierno no están en ninguna parte.

No están ni arriba ni abajo.

Están aquí.

Y ahora.

No hay que morir para experimentarlos.

Viviendo aquí es suficiente.

Dependiendo de cómo vivas tendrás uno o el otro.

El cielo y el infierno no son un lugar.

Son una actitud.

Un estado.

Una forma de sentir esta experiencia.

Se puede vivir la vida de dos formas.

O de forma consciente.

Utilizando a tu favor todo lo que te pasa para evolucionar.

Sintiendo a cada instante la emoción que se mueve en tu interior.

Observando tu forma de pensar y tu diálogo interior.

Siendo consciente de la información que te da tu cuerpo.

Y desde ahí actuar desarrollando todo tu potencial.

O de forma inconsciente.

En piloto automático sin saber ni porqué ni para qué te pasa lo que te pasa.

Reaccionando sin saber qué sientes ni qué sucede en tu interior.

Y sin pararte a reflexionar por qué piensas lo que piensas ni porqué actúas cómo actúas.

La primera forma de vivir tarde o temprano te llevará al cielo.

La segunda, al infierno.

Y no has de morir ni ir a ninguna parte para vivirlos.

Respirando aquí en la Tierra tienes suficiente.

Si respiras conscientemente estarás abriendo la puerta hacia el cielo de la evolución.

Y si no respiras te quedarás en el infierno de la reacción y de la involución.

Y me explico para que, si quieres, a partir de mañana, puedas practicar.

En la vida te van sucediendo cosas.

Vas teniendo experiencias.

Porque a eso has venido.

A vivir experiencias.

Agradables y desagradables.

A mayor consciencia, menor sufrimiento.

Porque en realidad no son ni agradables ni desagradables.

Son.

Lo demás es una percepción.

Las experiencias son las necesarias para tu propia evolución.

Nada es casualidad.

Todo es causalidad.

Te pasa justo lo que necesitas que te pase.

Tú, como todo, sigues el compás del Universo.

Noche y día.

Luz y sombra.

Eres como una respiración.

O te expandes.

O te contraes.

No hay más.

O te sientes bien.

O te sientes mal.

Si te sientes bien, no has de hacer nada.

Seguir adelante porque ese es tu camino.

La vida te deja tranquilo porque no hay información para ti.

No hay información para tu evolución.

Si te sientes mal…

Insatisfecho, reactivo, rabioso, triste, con miedo, pánico, ansiedad…

Lo que sea.

Ahí hay contracción.

Y ahí te has de parar.

La vida te trae información para tu evolución.

Como en el parto, detrás de toda contracción, hay un nacimiento.

Pues en esta caso igual.

Si hay contracción algo tuyo ha de nacer.

Alguna parte tuya pide ser desarrollada.

En algo has de expandirte.

Por tanto ahí la vida te está informando para que te trabajes y evoluciones.

Y la única forma que tiene de comunicarse contigo es haciéndote sentir mal.

Si no, ¿cómo te ibas a enterar?

Ahí, en ese momento, cuando sientas la contracción.

Ya sea rabia, frustración, miedo, tristeza, pánico, vergüenza.

Lo que sea.

Has de parar y respirar profundamente.

Abrir una brecha y poner conciencia en tu vida.

No reaccionar contra ella.

Poner el foco en tu interior y averiguar qué te sucede.

Esa es la puerta del cielo en la tierra.

La que te lleva a la evolución.

Y una vez hayas respirado, ponte a reflexionar.

Hazte dos preguntas:

-¿Qué estoy sintiendo?

La emoción siempre es la puerta a la evolución.

-¿Qué estoy pensando?

Si reaccionas hay una creencia o un pensamiento limitante.

Y sea lo que sea, siempre tiene que ver contigo y con la percepción que has creado tú del mundo.

Nada tiene que ver con el exterior.

A lo largo de tu vida has montado un personaje.

Con una forma de sentir, una forma de pensar, unas creencias, una personalidad.

Con una percepción única.

Y este personaje tiene unas carencias afectivas.

Como todos.

Unos más que otros.

Pero a todos en mayor o menor medida nos ha faltado amor, valoración, respeto, reconocimiento, amor, aprobación, comprensión.

Son heridas que llevan sangrando hace mucho tiempo.

Y si te paras a reflexionar te darás cuenta de cada una de tus reacciones tiene que ver con estas carencias.

Lo único que hace la vida es traerte personas y situaciones que lo que hacen es recordarte que tienes las heridas.

Por eso reaccionas.

Por eso te duele.

Para que te des cuenta y tú mismo puedas cerrar tus heridas.

No porque la vida quiera tratarte mal.

Sino porque lo que quiere es que las sanes y vivas el cielo aquí en la tierra.

La vida sabe que mientras no las trabajes y no las sanes vivirás en el infierno o estarás a un paso de caer en él.

Y por eso te avisa.

Todas las contracciones que sufres en la vida son información de que algo hay que trabajar en tu interior.

De ti depende utilizarla a tu favor y evolucionar.

O reaccionar e involucionar.

Ni la vida ni nadie pueden darte lo que falta en tu interior.

Eso es cosa tuya.

Tú eres el único que puedes sanar tus heridas.

Ellos sólo pueden recordártelo.

E informarte de que el cielo no está allí.

Está aquí.

Y puedes alcanzarlo al contrario de cómo te habían contado.

Sin morir.

Sólo viviendo y respirando.

Pero conscientemente.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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