Recuerdo que de muy jovencito, con catorce o quince años, me atraía la filosofía y la astronomía.

Nunca entendí por qué.

Pero la cuestión es que leía bastante sobre el tema.

Hasta que un día leyendo un libro de astronomía e imaginando lo infinito de lo
infinito me dio el mayor ataque de pánico de mi vida.

Me quedé completamente ko.

Fue un ataque de pánico elevado a la máxima potencia con sensación de muerte instantánea y locura momentánea, todo a la vez, que me dejaron completamente roto por unos instantes.

Aquel ataque me dejó marcado durante muchos años de mi vida.

Y traumatizado.

Los ataques de pánico me duraron años.

Con menos intensidad, pero hasta los treinta y poco se fueron repitiendo.

De los de levantarme a media noche con la camiseta chorreando de sudor.

Y en aquella época no se lo dije a nadie porque pensaba que me encerrarían por loco.

Fue una etapa muy dura.

Era un pánico tremendo a no sabía qué, ni de qué, ni porqué.

Pero cada vez que miraba hacia arriba, a la inmensidad del Universo me ahogaba.

El corazón se me disparaba y el terror me inundaba.

No entendía nada.

Pero lo pasé en silencio durante muchos años de mi vida.

No se lo dije nadie.

Y durante dos años ni siquiera pude mirar a las estrellas.

Porque me entraba el ataque de pánico y las taquicardias.

De ahí que ahora me emocionen tanto y os desee cada noche muchas estrellas para todos.

Porque son aquellas que yo no pude contemplar durante mucho tiempo.

Ahora, con los años, sé que en aquel feroz ataque de pánico conecté con lo que verdaderamente somos.

Con el infinito.

Fue algo inexplicable.

Como un suicidio.

Como estar fuera de toda lógica.

Como SER todo y nada al vez.

Y me aterroricé tanto que encerré en un armario todo el Universo, las estrellas, los libros de astronomía, la filosofía y todo lo que tuviera que ver con cualquier tipo de conexión con el mundo espiritual.

Ahí cerré la puerta a toda posibilidad de evolucionar en este mundo.

A los quince años quedó enterrada mi parte espiritual.

Enterré la semilla de mi esencia.

Steve Jobs dijo una vez que la vida trata de conectar puntos.

A mis casi cuarenta y ocho los he conectado todos.

Y sé que en aquel momento todavía no me tocaba.

Por eso me dio el ataque de pánico.

Porque necesitaba experimentar y bajar la infierno para más adelante poder subir al cielo.

Lo he comprendido ahora.

En aquella época no tenía ni idea de todo esto.

Era muy jovencito.

No entendía nada.

Ni de la conciencia.

Ni de la esencia.

Ni del todo ni de la nada.

Ni del alma ni del ego

Ni del cielo ni del infierno.

Bueno, sí.

Del cielo y el infierno, algo sabía.

Lo que decía la religión.

Pero a mí la religión me la traía al pairo.

Y ahora, de mayorcito, sé que ese cielo y ese infierno también estaban
distorsionados.

Así que en mi adolescencia quedó apagada mi luz.

Y nació mi sombra.

Mi “presunta” vocación.

La empresarial.

Encerrado en un armario todo lo filosófico, lo espiritual, lo ancestral, lo relativo al Universo, al infinito y a lo mágico, me fui al otro extremo.

No podía ser de otra manera en un mundo dual.

Al racionalismo más absoluto.

A los números.

Y me propuse estudiar lo que era “correcto”.

Lo que en aquella época tenía más salidas.

Económicas y empresariales.

Era la época de abogados y economistas.

Yo soy del 68.

Creo que es una de las generaciones que más economistas y abogados debe tener.

Viniendo de una familia de empresarios de hostelería ser economista era la opción ideal para pertenecer al clan y estar bien visto por la sociedad y por el entorno.

Y me acabé convirtiendo en pequeño empresario.

Me dediqué al mundo de los negocios.

Y poco a poco fui creando un personaje racional, inconsciente, desconectado y agresivo.

Buscando fuera lo que no tenía dentro.

Valoración, respeto y reconocimiento.

Luchaba, luchaba y luchaba.

Hacía, hacía y hacía.

Gritaba, discutía, pelaba..

Y continuamente retaba al Universo.

Él decía que no.

Yo decía que sí.

Por “cojones los míos”.

Al final me salía con la mía pero a costa de un desgaste energético descomunal.

Con treinta y cuatro años llegué tener la presión sanguínea a 9/18.

Me desgastaba lo que hacía falta con tal de salirme con la mía.

Siempre por cojones.

No acepté un no por respuesta jamás.

Pero nunca estaba satisfecho.

Nunca tenía suficiente.

Era como tener un agujero insaciable en la boca del estómago que todo lo tragaba.

Tuviera lo que tuviera siempre me faltaba algo.

Buscaba constantemente esa felicidad tan anhelada.

Pero nunca la acababa de encontrar.

La verdad es que nunca la encontré.

A momentos.

Cuando alcanzaba mis objetivos.

Pero era fugaz.

Jamás en todos estos años conseguí estar en paz conmigo mismo.

Siempre tenía que pensar, tener o estar haciendo algo.

Pero SER.

Lo que es SER.

Sin hacer nada.

No sabía ni que existía.

Ni sabía qué significaba esa palabra.

Y lo de sentir y respirar, ni te cuento.

Creo que había días que ni respiraba.

Y sentir, sí.

Sentía estrés, ansiedad y rabia.

Pero reactivas e inconscientes.

Bueno, en realidad creo que no le ponía ni nombre.

Era mala leche.

Sin más.

Nada que ver con la gestión emocional consciente que me ha llevado a ser quien soy ahora.

Desde los quince a los cuarenta y cuatro nunca me senté a estar en silencio conmigo mismo.

Y así me fue.

Me pasé media vida luchando y haciendo cosas sin parar para lograr tener mucha abundancia y ser feliz.

Y conseguí todo lo contrario.

Irme a la ruina y tener que empezar de cero.

Mejor dicho.

De cero, no.

De menos unos cuantos ceros.

La quiebra fue una hecatombe en mi vida y me hizo pendular al otro extremo.

Volví a hacer lo mismo que de jovencito.

Pero al revés.

A los cuarenta y cuatro enterré al Rafa empresario y desempolvé al Rafa espiritual que permanecía latente en mi interior y que a pesar de los años y de todos los ataques de pánico, estaba ahí dentro esperando resurgir algún día.

Y resurgió.

Pero lo hizo con tanta fuerza que el empresario, el racional, el terrenal se quedó fuera de combate.

Y me fui al ego espiritual.

Eso sí, me di cuenta de algo fundamental.

Que para vivir no necesitas ni hacer ni tener.

Sólo SER, sentir y respirar.

Y ahí todo cambió.

Pero hubo un tiempo de zozobra personal.

Al empresario lo culpé de la quiebra.

Lo culpé por sus errores.

Lo culpé por haberse equivocado.

Lo culpé por ser un irresponsable.

Lo machaqué.

Y no quería ni verlo.

Renegué de mi parte racional.

Renegué de mi parte empresarial.

Renegué de mi parte emprendedora.

Rechacé mi sombra.

No quería ni oír hablar de ella y juré no volver a mirarla a la cara.

Olvidándome de que negando mi sombra, me estaba negando a mí mismo e impidiendo mi crecimiento y evolución personal.

Y durante un tiempo sólo meditaba, estudiaba, paseaba y “conectaba” conmigo.

La palabra negocio me daba escalofríos.

Así me pasé un año.

Estuve a punto de caer en un grandísimo error.

El de utilizar el camino espiritual como huida hacia ninguna parte.

Para no enfrentarme a mi propia sombra.

Para no aceptar ni sentir mi propio dolor.

Con lo que hubiera pasado del ego material al ego espiritual con tal de no enfrentarme a mí mismo.

Y no hubiera conseguido nada.

Quedarme en el mismo lugar pero “creyéndome” espiritual.

Y si algo he aprendido en todo este tiempo es que la espiritualidad es mucho más
lógica de lo que muchas personas se creen.

Pero no es la lógica a la que los adultos estamos acostumbrados.

A la de la mente.

Es otra lógica.

La de los niños.

La “normal”.

La sencilla.

La fácil.

La del Universo.

La que todos llevamos dentro y hemos olvidado.

Esa es la que utilizo yo ahora.

De ahí que entienda que la espiritualidad no es “irse” a buscar la luz a ninguna parte.

La auténtica espiritualidad es “bajarse” aquí a trabajarse la sombra.

Y transformarla.

Amándola.

Respetándola.

Aceptándola como parte de la experiencia humana.

Y comprendiendo que es parte necesaria para la evolución.

Que no hay luz sin sombra.

Que no hay día sin noche.

Y no hay sonrisas sin lágrimas.

Yo me di cuenta a tiempo.

Y no me “fui”.

Me quedé.

Y aprendí que aquello de lo que renegaba era precisamente lo que me frenaba.

Cuando dejé de renegar de mi sombra y la integré en mi SER, empezó mi revolución personal.

Y por eso hoy estoy aquí, decidido a escribir este libro.

Para transmitirte que para vivir esta experiencia llamada VIDA tan importante es el punto exacto de espiritualidad como la dosis correcta de racionalidad.

Por eso tengo muchas ganas de contarte mi experiencia personal y ofrecerte todo aquello que a mí me sirvió para descubrir una “espiritualidad racional”.

Muy fácil y muy sencilla.

Una espiritualidad para poder vivir el cielo en la tierra.

Y no estar en la tierra pensando en el cielo.

Una espiritualidad para descubrir en lo más sencillo de lo humano lo más grandioso de lo divino.

Una espiritualidad vivida desde el corazón que consiste en trabajarte y amarte a ti mismo para amar y ayudar a los demás sin desgastar ni una gota de tu enegía.

Una espiritualidad que te permita vivir tu experiencia aprovechando todo el potencial humano que se te dio cuando naciste desde la lógica más aplastante que existe y existirá jamás.

La lógica Universal.

La de los niños.

La fácil.

La que no tiene distorsión.

La auténticamente lógica.

Por eso lo primero que harás cuando abras mi libro no será leer.

Será respirar.

Que es lo primero que hiciste cuando entraste en este planeta Tierra.

Porque si la misión del libro es hacer que vivas el cielo en la Tierra lo primero que ha de conseguir es que vuelvas a empezar.

Y empezar, se empieza de cero.

Por el principio.

Como cuando naciste.

Respirando.

Porque si no respiras, no vives.

Pues no puedes pretender vivir bien, respirando mal.

Es de lógica aplastante.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

5 Comentarios

  • MONICA dice:

    Rafa, yo sufrí de esos ataques de ansiedad muchos años, pero no eran solo mirando al universo, no podía salir a veces ni de casa, e incluso me han dado en casa.

    No entendía nada, que era aquello?, me miraron todos los médicos del mundo mundial y nadie sabía nada. Tarde años, en encontrar un psiquiatra, que aunque con medicación (el intentaba la mínima), pude volver a la vida, bueno a lo que para mi era entonces vida, salir, ir al cine, cenar y empezar de nuevo a trabajar. Conocí a mi marido y el sin entender nada, siendo novio, se quedó a mi lado y me dio su mano.

    Ayer mismo mi hermano me preguntó, ¿qué tal del coco?, sonreí, que le podía decir. Por todo esto, ahora veo como me he machacado hasta hacerme heridas y por eso quiero VIVIR, vivir de verdad.

    Gracias por todo Rafa

  • Rafa Mota dice:

    Gracias a ti Mónica. El ataque de pánico es tu amigo. Has de verle como un aliado que te señala tu distorisón. En cuanto vuelves a tu SER desaparecen los ataques. Y si quieres cualquier cosa y asabes donde encontrarme. Gracias

  • NIEVES dice:

    Hola Rafa. Leyendo el post de hoy » fluir «…me he adentrado a leer otros … Y leyendo este de tus pánicos vividos. Decir que yo también ( en otra «medida» pasé por pánico y lo pasaba fatal. No entendía que me pasaba.Iba a recoger a mi hijo al colegio…y el hecho de estar rodeada de tanta gente…me agobiaba…En cuanto salía mi hijo,no me detenía…( Trabajé en el comedor de dicho colegio…temporalmente…y a personas que creía q conocía y que yo las tenía muy bien consideras…me di cuenta de que no era así …eran lobos disfrazados de corderos…)
    Me di cuenta…que por ahí me podía venir esas malas sensaciones. Pero …ya no sólo me pasaba ahí cuando recojía a mi hijo…estaba comprando y me sucedía…una sensación horrible de como si me fuera a marear…sudor en las manos…y desear irme a mi casa lo más rápido posible.
    Llegué a ir al medico para contárselo …y me dijo que era «ansiedad» y me quiso empastillar… Compré dicha medicación…»ansiolíticos»…cuando leí los posibles efectos secundarios…las rechacé.
    Y tuve una intuición … y fue ir a la biblioteca y leer sobre la ansiedad y como poderla gestionar…Me sirvió hasta fía de hoy…, porque empecé a «sentirme»…a respirar…y a pensar …Y desde ahí a leer todo aquello que me aporte…y a la vez que yo pueda aportar al q tengo a mi lado.
    Y así …de repente …y no sé ni que día te leí y me encanta… como gestionarme desde dentro para ser…
    Gracias y perdón por lo extenso de mi comentario !!

    • rafamota dice:

      Hola Nieves , puedes extenderte lo que quiera , no has de pedir perdón 🙂
      Gracias a ti, por permitirte repsirar y empezar a existir.
      Cuando te das el permiso de existir, todo empieza a cambiar.
      Un abrazo

  • Elvira dice:

    Me parece mágico lo que has escrito, Rafa. Y muy valiente…
    Yo soy novata todavía en este jodidísimo e increíble mundo del autoconocimiento, y reconozco que hay cosas que todavía no ENTIENDO.
    Solo sé que cada día quiero más, saber más, entender más, chillar hasta literalmente quedarme sin voz, explotar, y luego sonreír mucho, y no puedo expresar con palabras lo agradecida y comprendida que me siento de que haya personas como tú, que conseguís abrirme el alma con una facilidad que me flipa.

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