Por «güevos» se pasa muy mal

Hace años yo era de los que luchaba, luchaba y luchaba.

Nací en una familia donde la creencia era “la vida es un sacrificio”.

Y efectivamente se cumplió mi profecía.

Durante mucho tiempo fue un verdadero suplicio y un sacrificio.

Iba a contracorriente.

Siempre a contracorriente.

En esa época ni sabía lo que era la conciencia.

Y mucho menos el autoconocimiento ni la espiritualidad.

Eran auténticas chorradas.

Nunca aceptaba un no por respuesta.

El Universo me decía que no…

Y era de los que decía: ¿ah no? pues ahora verás.

Ahora por «güevos será que sí»

Y me desgastaba brutalmente hasta que lo conseguía.

O no lo conseguía y la frustración no me dejaba ni dormir.

Me daba verdaderos tortazos contra muros inquebrantables con tal de tener razón.

Me pasaba noches llorando y sufriendo por no salirme con la mía.

Porque el mundo no era cómo yo quería.

Me discutía y me peleaba con todos.

Era yo contra el mundo y el mundo contra mí.

Era mi cruzada particular.

Eso sí.

Me quejaba constantemente de lo difícil que era la vida.

Jamás cambié.

Seguí así muchos años.

Me quejaba, pero seguía.

Me peleaba con el mundo constantemente.

Pero la vida no era difícil.

Me di cuenta mucho después.

Era yo el que la hacía difícil.

Jugando a ser Universo y a imponer mi voluntad.

Y forzando a que el mundo fuera como yo quería que fuera.

Con el tiempo he sabido que sólo buscaba respeto, valoración, aceptación y reconocimiento exterior.

Eso sí, sin dar al mundo el mínimo respeto por mi parte.

Por eso siempre estaba ahí afuera peleándome con él.

No le respetaba.

Y pretendía que me respetara él a mí.

Cosas absurdas de ser un inconsciente.

Cayendo una y otra vez en la misma trampa.

Para que me aceptaran y me valoraran.

Pero yo nunca cambié por decisión propia.

Un día llegó el Universo y me puso en mi sitio.

Entonces sí que «por güevos» me dejó claro que mi vida iba a cambiar.

El catacrack fue monumental.

Todo lo que había creado fue desde el ego.

Poniendo el foco en el exterior.

En el hacer y el tener.

Porque ni siquiera sabía que existía lo de SER.

Por eso todo cayó como un castillo de naipes.

Y ahí cambié por narices.

Me ha llevado tiempo levantarme del varapalo.

Y por un tiempo «lo seguiré pagando»

Me reinventé a mis 45 años.

Para que después digan que los mayores de 45 están fuera.

Falso.

Sólo son creencias.

Me reordené interiormente.

Trabajé todas mis carencias.

Descubrí mi esencia.

Crecí espiritualmente.

Aprendí a aceptar que el mundo es como es.

Porque aprendí a aceptarme a mí mismo.

Aprendí a gestionarme emocional y corporalmente.

Perdoné y liberé todo el dolor que tenía en mi interior.

Que no era más que tristeza convertida en rabia destructiva.

Aprendí a meditar, a respirar.

Lloré durante ocho meses seguidos.

Cada día por algo distinto.

Me reconcilié con mi niño.

Volví a estudiar.

Recuperé mi sueño.

Mi gran ilusión.

Y lo he convertido en realidad.

Aparqué el ego.

Aprendí a vivir desde el corazón.

Ahora siento.

No pienso.

Y cuando la mente se me va.

Hago que vuelva.

La entreno constantemente.

Hago aquello que más me gusta.

Acompañar a los demás y construir ilusiones.

Pero primero tuve que aprender a acompañarme a mí mismo.

Reconstruirme por completo.

Respetarme, valorarme, comprenderme.

Amarme y volver a soñar.

Por eso ahora puedo transmitírtelo.

Y acompañarte si lo deseas.

Si no, sería imposible.

No puedo conectar contigo si antes no he conectado conmigo.

Porque tu corazón es el mío.

Y el mío es el tuyo.

Están conectados.

Porque tú y yo somos lo mismo.

Somos esencia pura del SER.

Y todo esto lo he conseguido sufriendo «crack espectacular».

Y sin ser un jovencito.

Así que si yo he podido.

Tú también.

No lo dudes jamás.

Sólo una cosa.

Si puedes, que no te pase como a mí.

No esperes a que el Universo “te ponga en tu sitio”.

Cambia ahora que puedes.

Porque «por guevos» se pasa muy mal.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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