Cuando conoces a fondo el funcionamiento del ser humano y su interacción con la vida y con el universo, te das cuenta de que todo es mucho más fácil de lo que parece. Es cuando te planteas que cómo es posible que siendo tan fácil lo hagamos tan difícil. Y en algunos casos, rematadamente difícil.

La respuesta es porque no vemos la luz. Así de fácil y sencillo.

Si vas por un camino lleno de obstáculos, a oscuras y de noche, sin ver nada, no hay que ser muy visionario para saber que tarde o temprano te la pegarás.

Te parecerá una tontería, pero para que haya luz, primero hay que encenderla. A no ser que te quieras estrellar. Y para encenderla, hay que saber dónde está el interruptor porque si no, no hay perspectiva ni visión ni dirección.

La vida es un camino.

Si no enciendes la luz, el camino puede ser una auténtica pesadilla. Si la enciendes, será una maravilla.

Porque lo difícil no es la vida, lo difícil es la luz.

Esa luz, de la que hablan muchos maestros espirituales, que nos parece tan misteriosa, tan espiritual, tan esotérica (los frikis de la luz, como dicen algunos de mis amigos), tan desconocida y a la que desprestigiamos y ofrecemos tanta resistencia, no es más que pura observación. En Oriente, le llaman contemplación.

La luz es observar. Observa es ver. Ver es darse cuenta. Darse cuenta es detectar. Detectar es solucionar. Solucionar es mejorar. Mejorar es evolucionar. Evolucionar es aceptar. Aceptar es comprender. Comprender es amar. Amar es ser humano. Ser humano es construir un mundo mejor. Y construir un mundo mejor es ser feliz.

La felicidad llevada a su máximo exponente. Sin sufrimiento. Aceptando y respetando lo que somos. La luz no es ni más ni menos que eso. Ser verdaderamente humano. Lo que debería ser normal pero es lo anormal. De ahí esa expresión de “seres de luz”. ¿No es tan raro no?

Es curioso porque cualquiera por la calle o en el trabajo puede gritarte y soltarte la típica expresión de “¡a ver si miras lo que haces!” despectivamente y es de lo más común y aceptado. En cambio te dice alguien con amor que eres un ser de luz (o sea, que eres un ser humano capaz de observar lo que haces) y lo normal es que mirándotelo de arriba abajo pienses, “este tío está majara”.

Así que, si este post te ayuda a desmitificar lo de la luz, a racionalizarla y empiezas a entender que no hace falta vestir con túnica, ni leer las cartas, ni ser la bruja Lola, ni irse a las montañas de la India a meditar, ni llamarse Venkatesh, ni ser ningún hippie “fumao”, ni pertenecer a ninguna secta para iluminarte, habrás dado otro paso para ser un gran maestro.

A partir de hoy ves abriendo la luz y normalizándola en tu vida, porque se puede, se debe, está al alcance de cualquiera y no es ninguna majadería.

Porque se puede ir de copas, se puede practicar deporte, se puede ir a trabajar, se puede ir al súper, se puede practicar el sexo, se pueden hacer mil cosas y se puede ser “normal” siendo un gran maestro espiritual.

O sea que, incluso tú, puedes serlo. No estarás en la montaña, ni falta que te hace. Estarás en la ciudad y te convertirás en un maestro urbano.

Pero para eso hay que entrenar.

¿Porque crees que somos grandes maestros en solucionar la vida de los demás y no la nuestra?

Porque la vemos.

Y si se trata de juzgarla y criticarla, entonces la maestría roza la perfección. Pero, ¿qué pasa con la propia?

Nuestra vida es tan inconsciente y la tenemos tan integrada, tan automática y tan llena de juicios mentales que ni nos damos cuenta de lo que realmente decimos, sentimos o hacemos. Tenemos un piloto automático que vive y conduce por nosotros. Es como llevar puestas unas gafas llenas de filtros que te impiden vivir la verdadera realidad. La vives según tus limitaciones mentales y tus filtros pero no como realmente eres capaz.

No te voy a pedir que te dejes barba hasta los pies, ni me cantes el Hare Krishna, ni que te vistas de pitonisa, ni te vayas al Nepal, pero sí te pediré (si quieres por supuesto) que en tu día a día empieces a integrar tres acciones.

Parar, observar y preguntar.

Has de saber que en cualquier situación de tu vida cotidiana pueden ocurrir dos cosas:

O que te contraigas (que te sientas mal por cualquier razón) o que te expandas (que te sientas bien). Eres parte integrante del universo y funcionas exactamente igual que todo lo que nos rodea. Todo son ciclos. Inspirar y expirar, la noche y el día, sonrisas y lágrimas, frío y calor, el sur y el norte, la vida y la muerte. Todo está relacionado, aunque no seas consciente. Así que tú no ibas a ser menos.

Si te expandes, sigue adelante. Ahí está tu camino.

Si te contraes, párate. Alégrate porque ahí hay un regalo para ti. En esa situación que te molesta hay algo que aprender para tu evolución personal. Hoy ya puedes cambiar tu forma de pensar. Pasarlo mal no es ser un desgraciado, es ser un afortunado porque el universo te está ofreciendo la oportunidad de evolucionar y ser un buen maestro espiritual.

Si te enfadas, si tienes rabia, si tienes miedo, si te sientes triste, si te retuerces de dolor, si te remueves por dentro o si notas malestar, has de prestar toda tu atención. Ponte en acción.

Para, observa y pregúntate.

¿Qué ha pasado en ti? (pensamiento, emoción o conducta?

¿Por qué has decidido reaccionar como lo has hecho? ¿Por qué no has podido pararlo?

¿Qué estás buscando que no te estás dando? ¿Y a quién se lo estás pidiendo? (aceptación, amor, valoración, respeto, atención, escucha, protección, seguridad, permiso…)

Cuando pongas el foco en el conflicto del malestar y “veas” la causa que lo provoca, el efecto (tu reacción), si lo trabajas, tendrá los días contados.

Recuerda que ser autorreferencial es aceptar que la contracción o el malestar es siempre tuyo, no de los demás.

Observar la contracción, es saber ponerle luz.

Convertirla en expansión, es ser un maestro iluminado.

Y perfectamente puedes ser tú, aunque vayas sin túnica y afeitado.

Rafa Mota
Personal Coach

www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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