Lo rarito serán las pastillas

By marzo 13, 2015Relaciones

Eres un inútil. Tú no importas, yo sí. Lo que tú quieras o sientas, me da igual. Tu opinión no merece la pena. No tienes valor.

¿Cómo te sentirías con un mensaje tan demoledor? Con mensajes así, lo raro sería que no necesitaras antidepresivos y pastillas. Y por supuesto, ni podrías plantearte la posibilidad de ser feliz.

Si algo he aprendido en todo este tiempo es que para ser feliz y estar en paz con la vida y contigo mismo, una de las reglas de oro es ser auténtico y original. Y para lograrlo, has de trabajar para zafarte de corazas y escudos (creencias y miedos irracionales) que en un momento de tu vida hicieron su función pero ahora te están limitando para ser quién realmente eres, has de lograr una coherencia entre lo que piensas, lo que sientes y lo que haces, sin fisuras, has de ser fiel a tus valores y a tus principios ( a los tuyos, no a los de la familia, la pareja o quién sabe quién) y has ser sincero contigo mismo, sin autoengaños ni mentiras. Tan sencillo, y tan difícil para muchos, como respetarte.

Cuando logres respetarte como lo que realmente eres y darte el valor que te mereces, empezarás a respetar y a valorar a todos los demás sin esforzarte. Te saldrá del corazón. Y paradójicamente, sin buscar el respeto en los demás, todos te respetarán. Algún día escribiré sobre las llamadas paradojas, que no son paradojas sino distorsiones. Vivimos tan distorsionados, que lo normal es lo anormal, el feliz es el “fumao” y el auténtico es el rarito.

El respeto es la mayor demostración de amor hacia uno mismo y hacia los demás.

Qué mejor prueba de amor hacia tu pareja que en un momento de ruptura, decir “aunque me duela en el alma, si has de ser feliz sin mí, respeto tu decisión” o la de un padre hacia su hijo, “a pesar de que no me guste lo que has elegido hacer en tu vida, adelante, te respeto y estaré a tu lado”, o la de un hermano a otro, “aunque no esté de acuerdo con la vida que llevas, te respeto y te quiero”.

O no hay más amor hacia uno mismo que en una relación de pareja que no te aporta nada o te amarga la vida decirte a ti mismo, “le quiero mucho pero es tóxico para mí y como merezco algo mejor, lo suelto aunque me quede solo y entre en la tristeza”, en lugar de estar aguantando estoicamente sólo por no enfrentarte a la soledad. O poner los límites necesarios para que nadie invada tu espacio vital y dañe tu integridad física o moral. Esto serían relaciones auténticamente sanas. Pero es pura ciencia ficción (por desgracia).

Porque lo que abunda es lo otro, la falta de respeto. Hacia uno mismo y hacia los demás. El mensaje que se lanza es el primer párrafo de este post. Es el mensaje inconsciente de los cabezones empeñados en tener siempre razón, de los cuidadores, de los salvadores, de los protectores, de los celosos, de los autoritarios, de los invasores, de los tóxicos, de los intolerantes, de las relaciones conflictivas entre padres e hijos, de las parejas enfrentadas, de los jefes inhumanos, de los tímidos, de los que tragan, de los que no se permiten a sí mismos, de los que anteponen a los demás, de los que no se valoran, de los que se auto machacan, en definitiva, de la gran mayoría de las seres humanos y sus neurosis compulsivas.

¿Cuántas veces nos paramos a pensar en la identidad del otro antes de juzgarle alegremente por hacer lo que nosotros creemos que es correcto?

La necesidad de juzgar surge de la falta de aceptación de uno mismo. Lo que te produce rechazo en los demás no es más que la parte que no aceptas de ti mismo. Y aceptarte también es respetarte.

Cuándo alguien no te gusta y te pones a juzgar, ¿te has parado a reflexionar alguna vez qué razones tendrá para pensar, sentir o actuar de esa manera y respetarlo? ¿No será que tus mecanismos automáticos, tus creencias, tus miedos, tus historias, tus insatisfacciones, tu rabia, tu tristeza, tus frustraciones son las que te llevan a ese malestar que te hace juzgar continuamente? ¿No será que la falta de respeto hacia ti mismo es lo que te impide respetar a los demás? ¿No será que lo que te da rabia es lo que tú no te permites?

Porque cuando realmente te respetas y te valoras entras en la serenidad que te permite comprender la actitud de los demás. Y si alguien en tu vida no te gusta. Es muy fácil. O le comprendes, lo aceptas y lo integras en tu vida desde la más pura convicción, o le apartas sin enfados ni reproches. Pero tenerlo y quejarte constantemente es una falta de respeto hacia ti mismo y hacia el otro (es como saber que no toleras el bistec, comerte tres al día, pretender hacer buena digestión y encima, quejarte porque no te sientan bien).

Los demás, al igual que tú, han desarrollado su personalidad durante años en base a sus creencias, sus emociones, sus experiencias, sus padres, sus familias, sus amigos, sus heridas emocionales, sus traumas y son como son porque ha sido su mejor manera de adaptarse, en la mayoría de los casos, inconsciente. Si no lo han hecho de otra forma es porque no han sabido, no han podido o no han tenido las herramientas necesarias. Así que para juzgar deberías de repasar demasiados años de historia. Y juzgando, el camino te llevará directamente a la infelicidad y la insatisfacción permanente porque lo haces desde tu forma de entender la vida. Y el mundo jamás se regirá según tus patrones mentales.

O sea que, aunque los demás no sean como tú esperas, o como a ti te gustaría o como tú necesitarías que fueran, merecen el máximo respeto porque, en ningún caso, sus circunstancias de vida han sido como las tuyas. Si lo hubieran sido, serían tú y no ellos, pero en eso consiste el mundo, en que sean ellos y no tú. Precisamente por eso, piensan, sienten, son y actúan de forma diferente. Porque son universos paralelos.

Ni mejores ni peores. Simplemente diferentes y paralelos.

Perdemos una cantidad de energía empeñándonos en querer cambiar a las personas y al mundo que si la utilizáramos para trabajarnos a nosotros mismos, el planeta Tierra sería un lugar maravilloso.

Pero no. No nos han enseñado.

Cuando te empeñas en cambiar a alguien, en ayudarle, en protegerle o en salvarle, no lo haces por el bien del otro (esto es otro de los cuentos chinos que te crees y que justifican tu insistencia). Lo haces por el tuyo. Estás intentando satisfacer tus necesidades afectivas y tus carencias esperando a que el otro piense, sienta, diga o se comporte como tú lo necesitas.

No son los demás los que han de cambiar. Si lo que quieres es ser feliz, trabájate tú y respétate primero. Cambia tú y el mundo cambiará.

Si empiezas a entrenar esta forma de pensar y de encarar tus relaciones con los demás, tu calidad de vida mejorará considerablemente.

Así que respétate mucho y valórate más.

Habrás dado otro pasito.

Serás auténtico y original.

Cuando lo consigas, te aseguro, que en tu vida lo rarito serán las pastillas.

Rafa Mota
Personal Coach

www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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