Transformar completa y profundamente una vida no es fácil.
Nada fácil.
Quien diga que sí lo es, es que no ha transformado enteramente la suya.
La teoría es una cosa.
La experiencia es otra.
Una cosa es leer, hacer cursos, empaparse de autoayuda y la otra es entrenar y trabajarse.
No tiene nada que ver.
Los que hemos vivido la experiencia lo sabemos.
Si fuera fácil todo el mundo lo haría, y desgraciadamente no es así.
Sólo hace falta mirar el planeta como está.
Se necesita mucha consciencia, mucha constancia, mucha disciplina, mucho entreno, mucha ilusión y muchas ganas para transformar enteramente una vida.
Y aun así, al principio, cuesta mucho.
Con un guía, un maestro, alguien que te acompañe a dar los primeros pasos es más sencillo.
Hacerlo solo es difícil.
Muy, muy complicado.
Yo pedí ayuda en su momento.
Que por cierto, no tuve ningún maestro.
Fueron cuatro maestras.
Las cuatro mujeres, que se fueron cruzando en mi camino, una detrás de otra, hasta empaparme de su sabiduría.
Después ya fue cuestión de disciplina, tesón y entreno diario lo que hizo que transformara mi vida.
Se empieza cambiando primero la tuya, después se cambia la de tu entorno, la general y la de todos.
Pero primero la tuya.
Todo es energía.
Y todo está interconectado.
Nada se mueve si TÚ no te mueves y no le demuestras al Universo que quieres cambiar.
Esperar a que las cosas cambien por un golpe de magia sin mover un solo dedo es esperar a que venga alguien a salvarte.
Y eso no va a ocurrir.
Es como sentarse en el sofá a ver telecinco visualizando coches rojos y esperar a que al abrir la puerta, aparezca uno delante de tu casa.
Pues no.
Esto no funciona así.
Aunque alguien lo haya vendido así.
Tú eres el único que cocrea la realidad, pero no sólo visiualizando sino gestionando todo tu SER, mental , emocional, corporal y espiritual.
Tú, en consonancia con la energía universal.
Y esto significa mucho trabajo personal.
Esperar a que no haya crisis…
A que amaine el temporal…
A que el jefe te suba el sueldo…
A que te aparezca la oportunidad de tu vida…
A que te toque la lotería…
A que tengas más suerte mañana…
A que los políticos te saquen las castañas del fuego…
A que tu pareja haga lo que nunca ha hecho…
A que alguien te salve…
O a que el mundo sea como no es…
Es ir directo al sufrimiento y vivir eternamente en la desesperanza y la frustración.
El mundo es como es.
Las personas son las que son.
Sucede lo que sucede.
Y el exterior es el que es.
Lo que pase ahí afuera no está bajo tu gestión ni tu control.
Vete olvidando de cambiarlo.
O no.
E intenta cambiarlo.
Pelea a muerte, lucha y desgástate por cambiar lo que no se puede cambiar.
Sólo harás que llenarte de rabia y frustración y tarde o temprano te romperás.
Cómo reaccionas tú ante lo que pasa en el exterior es lo único que está bajo tu gestión.
Ahí es donde has de emplear toda tu energía.
Tienes dos opciones.
No hay muchas más.
O instalarte en la negatividad y quejarte de lo mal que estás y de lo mal que está todo, el pan nuestro de cada día, cediendo tu poder personal al exterior.
O empezar responsabilizarte de lo tuyo, trabajarte para que tu futuro sea mejor y recuperar todo tu poder.
Mejorando tú, mejoras el mundo
Si tú eres mejor cada día, el mundo ya es mejor cada día.
El mundo sólo es la suma de todos y cada uno de nosotros, no es ajeno a nosotros, así que depende de ti mejorar este planeta.
Quejarte, juzgar, criticar, reaccionar y anclarte en la rabia y la frustración te dejará en la misma situación, no cambiarás nada y cada vez estarás peor.
Desde la rabia no solucionarás nada.
No cambiarás nada.
O sí.
Quizá consigas algo.
Pero lo que consigas, lo conseguirás a costa de un desgaste muy importante y tarde o temprano volverás a cometer los mismos errores y volverás a los mismos patrones.
De lo que se trata es de ser eficiente y aumentar la consciencia para no repetir vida sino crearla de nuevo.
Conseguir lo máxima creación con la mínima reacción.
Esto es la auténtica abundancia de la vida.
Y es posible, aunque algunos se empeñen en negarlo ( por aquello del sacrificio)
Instalarte en la queja sólo servirá para que el Universo te traiga más razones para quejarte.
Si vibras en esa frecuencia, atraerás más de lo mismo.
Mientras la culpa sea de los demás perderás todo tu poder.
Mientras “creas” que el motivo de tu infelicidad es externo a ti…
Mientras reacciones contra el mundo…
Y mientras eches balones fuera jamás conseguirás ser abundante y estar en paz.
Porque estarás demostrando día tras día que no quieres asumir tu verdadera responsabilidad.
Que no quieres asumir tu verdadero poder de creación.
Estarás diciéndole al Universo que tu vida depende de otros.
Si algo se te ha dado en este mundo, quizá lo único que tienes, es tu existencia.
Y el único que tiene poder sobre ella eres tú.
Porque es tu vida, de nadie más.
Si quieres abundancia, asume tu responsabilidad.
Asume completamente tu vida.
Sólo así te conectarás a la Fuente.
A la wifi universal.
Es el único camino.
Asumir y gestionar tus pensamientos.
Conocer y hacer conscientes tus creencias.
Comprender y gestionar tus reacciones.
Tus estados emocionales.
Tus limitaciones.
Tu sombra.
Tu dolor.
Tu vulnerabilidad.
Tus recursos.
Tu cuerpo.
Tu respiración.
Empieza de cero.
Y ponte a trabajar para cambiarlo.
¿Es difícil?
Sí
Pero la magia es para los elegidos.
¿Es duro?
Sí.
Pero no más que ir a un gimnasio y todo el mundo va al gimnasio.
¿Es sencillo?
Sí.
Porque requiere hacer cosas muy básicas, que las llevas integradas y que estás preparado para ello.
Respirar, sentir, reflexionar, comprender, poner atención, visualizar, imaginar y enfocar.
Lo más complicado no es hacerlo.
Lo complicadísimo es hacerlo CADA DÍA.
Convertir todo esto en una filosofía de vida.
Esto es lo verdaderamente difícil.
Sólo has de AMARTE con mayúsculas.
Existir, respetarte, experimentar, darte la libertad de SER, conectarte y protegerte.
Ir a hacer cursos y talleres de abundancia, llegar a casa y castigarte, fustigarte, culpabilizarte o menospreciarte no sirve absolutamente de nada.
Más vale que hagas menos talleres y te quieras un poco más.
Si lo que quieres es transformar tu vida, no entres en bucles negativos ni un solo día más.
Y si entras, date cuenta de que entras y salte como si fuera fuego.
Porque cada día que te quejes…
Cada día que repitas lo mismo de siempre…
Cada día que permitas que la negatividad se instale en tu cerebro, es un día más que estás reforzando tus redes neuronales antiguas.
Un día más que estás solidificando tu sistema de pensamiento y de creencias arcaico y limitado.
Un día más que estás perpetuando tus reacciones emocionales limitantes de siempre.
Un día más que estás chutando tus células en ese estado que tanto te debilita (aunque tú no te des cuenta)
Y “drogando” de esta manera tu cuerpo, sólo haces que recrear una y otra vez en tu cerebro esa realidad virtual que tan poco te gusta.
Esa que tanto odias, que tanto detestas y que tanto dices que quieres cambiar.
Así que cada vez que entres en ese patrón negativo, de queja, de juicio, de crítica, de reacción, date cuenta y párate.
Ralentiza tu vida.
Respira.
Y observa.
Experimenta.
Reflexiona.
Repasa cada instante a cámara lenta y pon la luz necesaria para “ver” y comprender todo lo que pasa en tu interior antes de reaccionar contra el exterior.
Pregúntate qué te pasa a ti con el mundo y no qué le pasa al mundo.
Respira.
Déjate sentir.
Y cambiando tu respuesta estarás cambiando tu vida.
La crítica, el juicio, la queja y la reacción contra los demás no es más que una gestión tóxica de tus emociones.
En lugar de sentirlas, asumirlas, identificarlas, gestionarlas y trascenderlas lo único que haces con la reacción es culpabilizar al mundo de tu propio malestar y exigir a los demás que sean quienes no son para que tú no tengas que sentir lo que tienes que sentir.
Y has de tener claro que ese malestar es tuyo.
Por tanto tú lo has de disolver.
Tú lo has de gestionar.
No el mundo ni los demás.
Pero a eso no estamos habituados.
Tenemos el foco mirando hacia el exterior.
Lo habitual es que el dolor, la tristeza, la rabia, la frustración o el miedo se gestionen hacia afuera, culpabilizando a todo el que pasa por delante, criticando, reaccionando y juzgando a diestro y siniestro, o bien hacia dentro pero de forma tóxica, hundiéndote tú, culpabilizándote, menospreciándote y fustigándote por ser como eres o por hacer lo que haces y así no se consigue transformar una vida.
Sólo se consigue repetirla una y otra vez.
Perpetuarla por los siglos de siglos.
Tu tristeza es tuya.
Has de asumirla tú.
Duele, claro.
Al principio, sí.
Es muy incómodo sentir las emociones cuando no las has aceptado nunca
Tu rabia es tuya.
Has de ser consciente de por qué aparece, sentirla y gestionarla.
El miedo es tuyo.
Has de sentirlo, experimentarlo, aceptarlo y trascenderlo.
El mundo no tiene nada que ver.
Nada.
No es el mundo, el mundo no te hace nada.
Es tu percepción sobre el mundo y lo que percibes tú que te hace.
Son tus demonios internos que se levantan con el mundo.
Esto es gestión emocional.
Asumir y gestionar a cada instante tus emociones y sentirlas conscientemente.
Permitiendo que te atraviesen.
Sin resistirte.
Es asumir que toda, absolutamente toda reacción emocional, tiene un origen.
Y ese origen está en ti.
En tu sombra más escondida.
Acceder a ella, calmarla y sanarla te hará abundante y poderoso.
Podrás con todo.
Nada ni nadie entra en tu vida si tú no le das permiso.
Nadie te hace daño si tú no lo permites.
Y me preguntarás:
¿y cómo se hace para calmar esa sombra, esas heridas y que no duelan?
Pues permitiendo que duelan para que dejen de doler
Permitiéndote ser vulnerable para ser cada vez más fuerte.
Permitiéndote SENTIR para trascender más rápidamente tus estados emocionales.
Y permitiéndote ser humano.
Porque este juego sólo tiene un fin.
Experimentar enteramente tu humanidad para recordar tu verdadera divinidad.
De esto va este juego.
De recordar.
De ser humano para recordar que eres divino.
«Sólo» eso.
Rafa Mota
Personal coach