A simple vista parece que sean lo mismo.

Pero sólo lo parece.

E incluso parece que sólo haya una línea muy fina que las separa.

Pero sólo lo parece.

Son como dos acantilados que mirándolos a lo lejos y a ras de suelo parecen contínuos y que podrías pasar sin ni siquiera saltar.

Pero sólo lo parece.

Porque cuando te acercas al filo y te asomas….uaoo, qué vértigo!

Hay una separación de una longitud y de una profundidad estratosférica.

Con ellas dos pasa lo mismo.

La resignación y la aceptación parecen lo mismo.

Pero sólo lo parecen.

Porque no tienen absolutamente nada que ver.

Hay un mundo de autoconocimiento y de comprensión de la experiencia humana que las distancia.

Una es consecuencia del miedo.

Y la otra, del amor.

Una te conduce a la rabia y a la frustración encubiertas e inconscientes.

Y la otra, a la paz y a la serenidad sosegadas y conscientes.

Una es la consecuencia de la negación de la plenitud del SER.

Y la otra, es la afirmación del estado del SER.

La resignación es aquel estado donde intentas cambiar aquello que no depende de ti con el desgaste energético y la impotencia que ello conlleva.

O donde das por válido algo en tu vida aunque no lo aceptes ni te expanda.

Quizá sí de forma consciente, pero no de forma inconsciente.

La resignación trae consigo la frustración.

Deseas que el mundo cambie.

Deseas que el mundo te de lo que tú necesitas.

Deseas que el mundo sea como tú quieres que sea.

Pero como no lo consigues, te frustras y vives en la rabia contenida.

Es decir, “te aguantas”.

Y decides dejar de luchar por agotamiento.

Pero no por convencimiento.

Este estado jamás te conduce a la paz ni a la serenidad personal.

Porque tu inconsciente más profundo sigue esperando un cambio.

Es un estado en el que estás convencido de que tu plenitud proviene del exterior.

Por eso no fluyes.

Porque te resignas a NO SER.

Renuncias a tu poder personal asumiendo que tu vida no depende de ti , sino del exterior.

Y tarde o temprano esta impotencia, esta rabia contenida te hará estallar contra el mundo.

O contra ti mismo.

Porque no proviene del amor.

Proviene del miedo.

La resignación es la negación del SER.

“Mi vida no depende de mí”

“No soy el auténtico responsable de mi vida”

“No puedo SER”

“No puedo fluir”

Pero el auténtico mensaje encubierto y mucho más duro que te estás mandando es:

“No me permito ser quien realmente soy porque no asumo el mando y la total responsabilidad de mi vida”.

Por eso vives en la rabia y en la frustración.

Porque no te permites SER.

Es una falta de respeto.

Una falta de reconocimiento.

Una falta de valoración.

Una falta de comprensión.

Y una falta de amor hacia uno mismo.

Pero hay una razón muy poderosa detrás de esta negación.

El miedo.

El miedo a asumir toda, absolutamente toda la responsabilidad de tu vida.

En algunos casos, terror y pavor.

Por muchas razones.

En muchos casos porque hay infancias muy dolorosas y hay niños y niñas que aunque se hayan hecho adultos no saben cómo asumir esa responsabilidad.

Por eso hay tanto miedo.

Porque cuando la asumes, se acabó.

Ya no hay nadie a quien culpabilizar de tu dolor ni de tus carencias.

Ni nadie que te venga a salvar.

Todo está bajo tu gestión y tu poder de decisión.

Y si algo no te gusta, has de tener la valentía de soltar, asumir el dolor y llorar la pérdida.

Eso significa asumir plenamente la responsabilidad de SER.

Y conlleva un ejercicio de comprensión profunda de la vida y la existencia.

Comprender, entender y aceptar que cada uno es responsable de su vida y de su felicidad y que nadie cambia su destino a no ser que sea por propia elección, por mucho que tu mente y tu ilusión te lleven a pensar lo contrario.

Comprender que la vida te trae las experiencias necesarias para crecer y aprender y que sólo puedes responsabilizarte de tu evolución y trascenderlas enfrentándote a ti mismo, a tu historia, a tu dolor y a tu personaje.

Comprender y aceptar que no es el mundo quien te ha de salvar ni curar tus heridas ni tus carencias, porque el mundo ni quiere, ni sabe, ni conoce tu mochila, ni lo necesita ni muy posiblemente pueda hacerlo.

Y comprender que el mundo no ha de cambiar nada para que tú fluyas y te sitúes en el amor.

No es el mundo el que ha de evolucionar y aprender.

Eres tú.

Y desde ahí asumir el mando de tu vida y tu poder.

Dejar de exigir y culpabilizar al mundo por lo que te falta.

Y amarle por lo que te da.

Porque el mundo no está ahí delante para asumir tus responsabilidades.

Justo está ahí para recordártelas.

Para levantarte tu sombra (por eso duele) y darte la oportunidad de trabajarla.

Y así evolucionar y transformarla en luz.

Y eso es responsabilidad tuya.

Absolutamente tuya.

De nadie más.

Porque nadie puede vivir tu evolución.

Nadie.

Sólo tú.

Tu luz es tuya.

Y tu sombra también.

El mundo lo único que hace es recordártelo.

En eso consiste la aceptación.

En comprender el sentido de la vida.

Asumir tu existencia.

Y trascenderla.

En asumir tu sombra.

Y transformarla en luz.

Y comprender que lo único que hace el mundo (o la vida) es ayudarte a brillar.

Aunque te resignes a aceptarlo.

Si te resignas, te apagarás en la sombra.

Si aceptas, iluminarás al mundo.

Parecían lo mismo.

Pero sólo lo parecían.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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