Ayer te escribí sobre la metáfora del edifico con tres pisos, un ático y un ascensor.
Para explicar el por qué te pasa lo que te pasa.
Hoy te escribiré sobre cómo gestionar lo que te pasa.
Así que, si eres de los que viven en el tercero y no sabes bajar, sigue leyendo.
Este es tu post.
Debo aclarar por si no leíste el de ayer, que el tercer piso es metafóricamente el plano mental.
Sigamos.
Como decía, éste es tu post pero también el de todos.
Porque los hay que ni saben que hay un tercero.
Y sólo viven en el segundo.
A éstos no se les bloquea la mente.
Pero se les bloquea y se les rompe el corazón.
Justo el que da la vida.
Que no sé qué es peor.
Y su vida se convierte en una montaña rusa emocional.
U otros, que sólo viven en el primero.
Y el instinto campa a sus anchas.
Arrasando todo lo que se ponga por delante.
Que es otra forma de desequilibrio.
Que parece mental, pero no lo es.
Y ni te cuento los que viven siempre en el cuarto (o más arriba).
Porque el ático es de lujo.
Pero como te quedes arriba, se te cae el edificio.
Y te quedas en el aire.
Porque no hay que olvidar que somos humanos y físicos.
Que podemos tocar el cielo.
Pero vivimos en el suelo.
Y no se trata de vivir en uno o en otro en concreto.
Se trata de transitarlos.
De habitar el edificio entero.
Y de utilizar bien el ascensor.
Que para subir hay que saber bajar.
Y así, subiendo y bajando se encuentra el equilibrio.
Ese equilibrio tan necesario para saber fluir y danzar con la vida.
Pelearse poco.
Confiar mucho.
Y amarse más.
Por tanto, si lo que quieres es cambiar…
Has de tener un edificio en condiciones.
Y un buen ascensor para subir y bajar cada día de tu vida.
Y para ello, te diré lo que yo hago.
Por si lo quieres hacer.
Veamos.
Tu vida es parte del Universo.
Por tanto, funciona igual que todo.
Día, noche, frío, calor, vida, muerte…
En tu día a día solo pueden ocurrir dos cosas.
O te expandes o te contraes.
Si es lo primero y te sientes bien.
Sigue haciendo lo que haces.
Porque es tu camino.
Si es lo segundo y te sientes mal.
Párate y respira.
Ahí hay algo para tu evolución.
Y de valiosa información.
Por ahora olvídate del tercero.
Cuenta hasta diez, si hace falta.
Y empieza a bajar.
Si quieres cambiar tu vida, respira.
Respira profundamente, relájate y sepárate del malestar.
Olvídate de lo de fuera y vete para dentro.
Ya sé que cuesta.
¡Claro que cuesta!
Esto es ganarte el cielo con el sudor de tu frente…
No lo otro.
Lo otro es trabajar.
Esto es conseguir la eternidad en microsegundos.
Así que no dejes que te cuenten cuentos.
Porque el paraíso está aquí.
Justo en esta profunda inspiración.
Sigo.
En ese momento, déjate sentir el cuerpo y la emoción.
Pregúntate… ¿qué emoción estoy sintiendo?
Deja que te invada.
Acéptala y no te resistas.
Siéntela con toda la fuerza.
E identíficala.
Y el “no lo sé” no sirve.
Porque lo sabes.
Eres tremendamente sabio, pero desentrenado.
Justo aquí, estás bajando al segundo piso.
No hay secreto.
Sólo respirar y dejarse sentir.
Ya hemos bajado.
¿Lo ves?
Y si no lo has hecho nunca, ya puedes empezar.
Así mañana ya no podrás decir que no lo has hecho nunca.
Las cosas no se hacen hasta que se hacen.
El miedo, si te mueves, se va.
Si te da miedo sentir, siente.
Y cuando sientas, se irá.
El miedo sólo está cuando TU NO ESTÁS.
No hay absolutamente nada que pueda anular tu PRESENCIA y tu SER.
Nada.
Y acto seguido, escucha tu cuerpo.
¿Dónde sientes esa emoción?
¿En qué parte concreta del cuerpo?
¿En las piernas, en el pecho, en la garganta…?
Hazte preguntas corporales.
¡¡El cuerpo es información!!
Ya hemos vuelto a bajar.
¿Lo ves?
Ya estamos en el primero.
Y ahora sólo te queda subir al tercero.
Pero no a pensar.
A cazar el pensamiento que te ha provocado toda esta cascada emocional.
Porque siempre detrás de todo malestar, hay un pensamiento.
Muchas veces inconsciente.
Pero haberlo, haylo.
Y es tuyo, no del mundo.
Y cuando lo encuentres.
Lo pones en cuarentena.
Y lo inviertes.
No es que no te escuchen, no te quieran, no te acepten, no te valoren…
Que puede que también.
Pero no son ellos los que te producen el malestar.
Eres tú.
Porque ese pensamiento tiene que ver con una necesidad afectiva básica tuya.
Que en algún momento de tu historia no te dieron.
Y tú sigues sin dártela.
Reflexiona, ponle conciencia y descúbrela.
¿Ves?
Ya estamos en el tercero otra vez.
No es difícil.
Sólo es saber a qué piso vas.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com