¿Te suena aquella frase “Señor, dame paciencia…”?
Vamos a desgranar esta frase.
Supongamos que Señor es el Universo.
Cada uno que imagine y visualice lo que desee.
Todo es sagradamente respetable.
A mí me encanta Universo (las barbas blancas, el dedo acusador y el cielo y el infierno nunca me gustaron).
Universo entendido como orden global, perfecto, incuestionable y fuera del alcance de la comprensión humana.
Amor y energía pura.
Paciencia es aquella gran “virtud” que te permite “soportar” contratiempos con calma y serenidad mientras alcanzas aquello que deseas.
Que cada uno lo defina como desee.
Y dar, en este caso sería esperar a recibir algo.
O que te den.
Bueno, ya me entiendes.
Que te den paciencia.
Sigamos.
En el post de hoy podría darte las cinco, siete u ocho claves para trabajar la impaciencia.
Y cultivarte la paciencia.
Pero no.
Me mereces tanto respeto, que no lo voy a hacer.
Como no quiero hacerte perder el tiempo.
Ni venderte películas que no son.
Y lo que quiero es que fluyas y que no luches.
Te hablaré de la lógica.
Sí, la lógica.
Que te preguntarás que tiene que ver con la paciencia.
Pues todo, ya lo verás.
Y encima, no necesitarás trabajar nada.
Ni paciencia ni impaciencia.
Sólo SER.
Pero ante todo, has de saber que la impaciencia no se acaba con la paciencia.
Porque son lo mismo.
Son las dos caras de la misma moneda.
Acción, reacción.
Son distorsiones.
El otro día te hablaba de habitar la brecha.
Y de no mirar ni a la izquierda ni a la derecha.
Que en el centro está todo.
Pues hoy te digo lo mismo.
Pero con la paciencia y la impaciencia.
Tanto en una como en otra, estás fuera.
O en la izquierda o en la derecha.
Pero fuera.
Y has de estar dentro.
En el centro.
¿Recuerdas mi post del hula-hop?
Pues justo ahí.
La impaciencia es aquel estado ansioso en el que esperas desesperadamente que algo sea lo que no es.
Y la paciencia es aquel estado calmado en el que esperas “tranquilamente” que algo sea lo que no es.
Pero tanto en uno como en otro estás esperando.
Y esperar significa no aceptar lo que ES.
Y ahí entra la lógica.
Pero la universal.
No la racional.
La racional es la mental.
La que crea la percepción de la vida basándose en creencias.
La que no respeta lo que es porque cree que sabe lo que ha de ser.
La falsa y complicada.
Si quieres olvidarte de la paciencia y la impaciencia para siempre, destierra la lógica racional.
Y empieza a trabajarte la universal.
Su propio nombre lo indica.
Va con el Universo.
O la naturaleza, por si te es más fácil.
La que ES.
La lógica del SER.
La lógica de la esencia y del corazón.
La fácil y transparente.
La racional te desconecta.
La Universal te conecta.
Y el gran secreto está en la conexión.
El perro ladra.
Y el gato maúlla.
Si esperas a que el perro maúlle.
Cárgate de paciencia.
O fúndete de impaciencia.
Pero paciente o impacientemente, morirás.
Porque no SERAS.
Acepta lo que ES.
Y aprovéchalo para evolucionar.
Brillarás como las estrellas.
Que, por cierto, están en el Universo.
Acepta y agradece lo que te pasa.
Disfrútalo y vívelo intensamente.
Porque si te pasa lo que te pasa es precisamente para algo.
La pregunta no es : ¿por qué a mí?
La pregunta es: ¿para qué a mí?
Y cuando lo descubras, darás un salto espectacular en la vida.
Y sin paciencia.
A partir de ahora,cambia la frase «Señor, dame paciencia…».
Porque dar, te da.
Y mucho.
La oportunidad de evolucionar.
Lo de “dame paciencia”, cámbialo por “dame conciencia”.
Te irá muchísimo mejor.
Y si lo haces, el Universo te tratará como un auténtico Señor.
O Señora.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com