¿Y si te dijera que lo tienes todo?
¿Que no has de ir a buscar nada fuera?
¿Que si habitas tu verdadero espacio, te llegará todo?
¿Que sólo tendrás que confiar?
¿Qué me dirías?
La gran mayoría dice que no puede ser.
Y evidentemente, claro.
Al final, si crees que no puede ser, no es.
Haces que se autocumpla tu propia profecía.
Como no lo crees, no lo sientes y como no lo sientes, no haces.
Y por tanto, al final, NO ES.
Y como no es, no viene nada.
Imagina dos hogares.
El primero, un hogar maravilloso.
No hace falta que sea una gran mansión.
Puede ser pequeño, el tamaño no es la cuestión.
Como a ti te guste.
Decorado a tu estilo, aquél que te enamore más.
Un auténtico hogar, con todo aquello necesario para vivir plena y abundantemente.
Lleno de detalles, de amor, de paz y serenidad, con un ambiente agradable y tranquilo.
Habitado por una familia realmente feliz, alegre, contenta, siempre dispuesta a la comprensión y a ayudar a los demás en caso de que los necesiten.
Con la calidez de esos hogares que cuando entras tienen algo especial.
De esos que, vayas el día que vayas te dan ganas de volver.
El segundo, un hogar deshabitado.
Frío, sin calor humano, dejado y medio abandonado.
Lleno de agujeros por todas partes, con poca luz, gris y apagado.
Habitado por una familia desorganizada, intolerante, descontrolada, siempre a expensas de lo que hagan sus vecinos.
Faltos de amor, de cariño, nada atentos con sus invitados.
Prácticamente nunca están, siempre están fuera.
Cada vez que los necesitas, nunca los encuentras.
Y si los encuentras, siempre están de mal humor.
Vamos, un desastre de hogar.
Imagina que tuvieras que elegir uno de los dos para ir de invitado a una buena velada.
¿A cuál irías?
¿Te crees que la abundancia económica, el trabajo, la “suerte”, las buenas vibraciones, las buenas relaciones sociales, las buenas compañías, los estados de armonía, la paz, la tranquilidad y la serenidad, en definitiva la abundancia en la vida, es diferente que tú?
Como tú y como yo, la señora abundancia también elegiría la primera.
Como tonta.
Esto es como aquélla cancioncilla “ los niños con los niños, ..las niñas con las niñas…”
Pues la abundancia, lo mismo.
La abundancia con la abundancia, la carencia con la carencia.
Donde esté el hogar habitado, allí que va la señora abundancia.
Y en este caso el HOGAR ERES TU.
Si tú no estás, nada vendrá de invitado.
Y mucho menos se quedará.
Habita tu ser.
Tan fácil (y tan difícil) como eso.
Y vivirás en abundancia.
Sin ir a buscar nada.
La vida no es más que un intercambio energético.
Según es tu energía, es tu vibración.
Y según tu vibración, es tu vida.
No hay secreto.
El secreto es conocer, entender y saber habitar tu interior.
Y cuando estés dentro, proyectarás fuera sin esforzarte.
Lo que deseas, lo que admiras, lo que envidias ahí afuera, son partes de ti que tienes y todavía no has desarrollado o no te has permitido.
Lo que te enfada, lo que te indigna, lo que te hace rabiar ahí afuera, son partes de ti que todavía no has aceptado.
Pero tanto unas como otras, están dentro de ti.
Porque todo lo traías cuando llegaste.
Y de hecho, todo sigue estando aquí y ahora.
Sólo que alguien por el camino te hizo creer lo contrario.
Por eso te parece que no lo tienes.
Pero lo tienes, escondido, pero lo tienes.
Sólo que lo has perdido por el camino.
O no lo has desarrollado.
Pero lo tienes.
El problema es que no te lo crees.
Por eso NO ES.
Cuando empieces a creértelo, SERA.
No es cuestión de malgastar tu energía ahí afuera intentando buscar lo que crees que no tienes.
Es cuestión de desactivar todos esos mecanismos que te hacen creer que no eres lo que en realidad eres y que no te mereces lo que te mereces.
Que es todo.
Y entrenarlo.
Porque todo está en ti.
Y cuando empieces a créertelo, volarás.
No es cuestión de tener o no tener.
Es cuestión de SER o NO SER.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com