Llegaste aquí de algún lugar.

No sé de dónde ( lo puedo intuir).

Tampoco es mi misión decírtelo.

Mi misión es que vivas esta experiencia de la mejor manera posible.

De dónde vienes y a dónde vas te correponde a ti descubrirlo.

Cada uno va descubriendo su propio camino a medida que lo va caminando.

La vida te lo va trayendo todo.

Pero de algún lugar viniste.

La energía ni crea ni se destruye, sólo se transforma.

Llegaste aquí siendo Universo.

Siendo consciencia pura y energía.

Eras parte del Todo.

Y como parte, también eras el Todo.

Tan poderoso como la Naturaleza.

O incluso más.

Porque viniste con la capacidad de ser consciente de tu propia experiencia.

Con la capacidad de reconocerte a ti mismo.

De darte cuenta de que existes.

De darte cuenta de quién eres.

De darte cuenta de que lo que piensas.

De lo que sientes.

De lo que haces.

De lo que miras, de lo que hueles, de lo que tocas…

Privilegio sólo reservado a los humanos.

Todo un milagro que nuestro automatismo hace que pase desapercibido y no se valore en absoluto.

Creemos que esto durará siempre.

Pero no.

Cualquier día se acaba y no te habrás dado cuenta de qué iba esto que estabas viviendo.

Esto es un viaje infinito en un cuerpo finito.

Eres un organismo magistralmente preparado para expandirte conscientemente.

No sólo vives la experiencia sino te das cuenta de que la vives.

Tu vida es la oportunidad perfecta para ser consciente de esa expansión.

No vas a tener otra oportunidad en toda la eternidad.

Al menos con este cuerpo y en esta vida que estás viviendo.

Si te paras un segundo a pensarlo, es algo mágico.

Es como bajar y tener la oportunidad de meterte en un cuerpo, en una tierra desconocida  y …uaoooo!

Experimentar.

Sentir, tocar, ver, comer, beber, bailar, abrazar, emocionarte….

¡Darte cuenta!

Pero no.

Lo desperdiciamos pensando que no deberíamos vivir lo que estamos viviendo.

Que deberíamos vivir otra cosa.

Y así no nos damos cuenta de nada.

De nada.

Porque no estamos.

No existimos.

El milagro ”sólo” lo ves si existes.

Cuando llegaste lo traías todo contigo.

Millones de años de evolución en tu ADN.

Información infinita en cada una de tus células.

Energía creadora para alcanzar el mejor de tus sueños.

Un talento que venía de serie.

Una creatividad y originalidad innatas y puras.

Una emociones amigas para guiarte y aconsejarte en este gran camino de la vida.

Un cerebro prodigioso a tu disposición con la capacidad de de bajarte el cielo a la tierra.

Un cuerpo evolucionado, estudiado y trabajado durante miles de millones de años para que puedas vivir en plenitud esta experiencia ( que ya les gustaría tener a los departamentos I+D de las mejores multinacionales del planeta)

Y una intuición divina dispuesta a marcarte el camino.

Esto es lo que eras cuando llegaste (y lo sigues siendo)

Pero naciste en un planeta donde todos miran hacia fuera ( y al que mira hacia dentro le llaman, con suerte, rarito, “fumao” o perro verde).

Y en un planeta donde al diferente se le rechaza (por miedo a lo desconocido, evidentemente).

Donde desde el minuto uno se te enseña a existir a través de los demás.

Se te entrena en el foco exterior.

El bebé llora, la madre le atiende.

El bebé berrea, la madre se preocupa.

El bebé ríe, los padres ríen.

El niño se pone enfermo, los padres acuden.

El niño hace el payaso, el mundo ríe.

La niña se pone un vestidito que gusta a los de fuera y el mundo grita : “qué guapa eres”.

La niña se pone un vestidito que no gusta a los de fuera y el mundo grita “qué fea eres”.

El niño hace algo bien, cuánto te quiero y te lo mereces todo.

El niño hace algo mal, qué poco te quiero y encima te castigo porque no te mereces nada.

Vienes a un mundo dual, donde el amor sano y el respeto por la vida ni existen ni se practican.

Y así, millones de veces vas enfocándote en el exterior hasta que vas desapareciendo.

Vas dejando de existir.

Vas haciéndote pequeño.

Vas olvidándote de reconocerte a ti mismo.

Para pasar a reconocerte en los demás.

A existir a través de la mirada ajena.

Dejas de ser tu propia referencia (que es la única verdadera) para referenciarte en el exterior.

Y ahí empieza tu contracción.

Ahí empieza tu distorsión.

Empiezas a ser una veleta emocional.

Porque nadie te dijo que tú también existías.

Nadie te hizo mirar hacia dentro.

Nadie te cambió el foco.

Por una sencilla razón.

Porque ellos tampoco se miraban.

Nadie te puede decir que mires hacia dentro, que te enfoques  y que te des cuenta de que existes si previamente ellos no se han dado cuenta de que existen.

Y desgraciadamente en este planeta hay muy poquitas personas que se den cuenta de que existen y tomen consciencia de ello.

Durante años fuiste mirando hacia afuera.

Tejiendo tu personaje.

Anulándote.

Olvidándote de ti.

Fuiste creando tu sombra.

Buscando fuera aprobación, valoración, respeto, reconocimiento, amor, allí donde no existe.

Donde nadie te puede dar el verdadero AMOR, porque el único que existe está en ti.

En tu capacidad de darte el permiso de existir.

Fuiste elaborando una imagen de ti en base a lo que te dijeron, te hicieron creer o te hicieron sentir.

Pero esa imagen sólo fue (y lo sigue siendo) una percepción distorsionada de ti.

Una forma de entenderte a ti mismo basada en cómo te miraban o cómo te percibían los demás.

Una grabación en tu mente.

Un pensamiento que se creó en tu cerebro vete a saber cuándo.

Una ilusión que te aniquiló.

Y te lo creíste.

Te creíste incapaz.

Te creíste sin talento.

Te creíste inútil.

Te creíste sin valor.

Te creíste aburrido.

Te creíste culpable.

Te creíste débil.

Te creíste rechazado.

Te creíste que tenías que ser mejor de lo que eras.

Te creíste que no podías llorar.

Te creíste que tener miedo era de débiles.

Te creíste no merecedor.

Te creíste cientos de burdas historias que no eran verdad.

Todas falsas.

Te creíste todas esas mentiras.

Mentiras porque sólo eran interpretaciones de la realidad.

Sólo eran creencias nacidas de conexiones neuronales que habitaban mentes ajenas.

No realidades.

La realidad eras TÚ.

Y TÚ eras mucho más que una interpretación.

Tú eras el poder universal llevado a la experiencia.

Nadie te enseñó a respirar y respirabas.

Nadie te enseñó a tragar y tragabas.

Nadie te enseñó a sentir y sentías.

Nadie te enseñó a pensar y pensabas.

Nadie te enseñó moverte y te movías.

Nadie te enseñó a vivir y vivías.

Eras (y sigues siendo) el poder supremo.

Lo único que hacías era confiar.

Confiar en la vida y fluir.

Jugabas.

Imaginabas.

Vivías.

Soñabas.

No te planteabas cómo latía tu corazón.

Simplemente latía.

Y brotaba la vida por tus venas.

Como todo en el Universo.

Que simplemente fluye.

Simplemente existe y se expande.

Así de sencillo.

Así de grandioso.

Como tu SER.

Como tu verdadera esencia.

Que ahí está.

Esperándote para expandirse.

Con toda la información en tu interior.

Para que brilles con luz propia.

“Sólo” has de descubrirte y conectar.

El día que conectes con tu esencia, te expandirás sin sacrificio.

Sin lucha.

Sin esfuerzo.

Porque no habrá limitación.

Estarás conectado con la intuición.

Con la sabiduría.

Con el talento.

Con la creación.

Con la magia que brota del corazón.

Estarás conectado con la vida.

Con la que no se piensa.

Con la que se vive.

Con la que se siente.

Con la de  los niños.

Con la que fluye porque sí.

Con la que brota de tu alma.

Estarás conectado con la ilusión.

Haciéndolo, te expandirás.

Conecta, respira y existe.

Date cuenta que estás viviendo y SÉ cómo quieras SER.

Nunca dejes de soñar.

Nunca dejes de jugar.

Nunca dejes de sentir.

Nunca dejes de vivir.

Permítete SER.

Permítete un pasito hoy y serás eterno mañana.

Porque viniste aquí para brillar.

Ya lo tenías todo cuando llegaste.

Y lo sigues teniendo.

Aunque la sombra te haya hecho creer que lo has perdido.

Pero tenerlo, lo tienes.

La luz sigue estando ahí.

Esperando para brillar.

Como las estrellas.

Que brillan en la oscuridad.

Por eso cada noche te doy mis estrellas.

Es una forma de desearte que te descubras.

De desearte que brilles con luz propia.

De desearte lo mejor que te puede pasar.

Que te des cuenta de que EXISTES.

De desearte que recuperes tu poder.

Aquél que el Universo te dio y nunca dejaste de tener.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

Deja un comentario