Estar en un pozo no es malo.
Lo juzgas como malo.
Pero no lo es.
No es ni malo ni bueno.
Es estar en un pozo.
Sin más.
Doloroso, sí.
O muy doloroso.
No te lo niego.
Sé perfectamente qué se siente al estar ahí abajo en los infiernos.
Vale, sí, te lo acepto.
Es muy, muy doloroso.
Y todo lo que tú quieras.
Pero es necesario para tu evolución y tu crecimiento.
Una cosa es el dolor.
Y otra muy diferente, el sufrimiento.
El dolor, pica pero cura.
Cuanto más creces menos dura.
El sufrimiento, duele, pica y encima te provoca esa amargura.
Y no sólo te impide crecer sino que perdura y perdura en el tiempo.
Incluso toda la vida si no haces nada por evitarlo.
El pozo es una experiencia más de las tantas que has venido a vivir al planeta Tierra.
Te guste o no, es una experiencia.
Entre todos las vivimos todas.
Infinitas posibilidades.
Infinitas distorsiones.
Infinitas experiencias.
Todas para ayudarte a encontrar tu camino.
Puedes hacer dos cosas.
O aprovechar la gran oportunidad que te brinda la experiencia para aprender a volar (en este caso sería fluir, palabra que a muchos les da verdadero pánico)
O quejarte amargamente y hundirte por la “mala suerte” que has tenido.
Como no es mala suerte, sino que es vibración, siempre te pasará lo mismo.
Una y otra vez sin poder evitarlo.
Porque el pozo sólo es una señal que te da la vida.
Una señal que te indica lo alejado-a que estás de tu esencia y de tu origen.
De lo alejado que estás de tu centro y de tu conexión.
De tu poder.
Un toque doloroso de la vida para conducirte a la transformación.
Para que te des cuenta de que estás fuera de la vida y que vives en el automatismo de tu mente.
Para que crezcas.
Para que “veas” todo lo que has creado sin darte cuenta, inconscientemente.
Y si te preguntas quién lo ha creado, léete mi post “hay un okupa en tu vida” y lo sabrás.
O creas tú o tu reptiliano.
Por eso la vida te ha de dar estas sacudidas tan salvajes.
Para que te enteres.
Para que despiertes de tu letargo.
Y para que puedas reconstruir todo aquello que energética e inconscientemente estuvo mal construido.
El problema no es el pozo.
Ni siquiera la sacudida.
A medida que vas creciendo, las sacudidas cada vez te despeinan menos.
El problema es tu resistencia a la sacudida y al pozo.
A la transformación.
A soltar.
Tu resistencia a SENTIR.
Porque sentir, muchas veces, duele.
Duele por las heridas emocionales que todos llevamos dentro.
Por eso te resistes.
Y te niegas a sentir esa tristeza, esa rabia, ese miedo, ese dolor…
Haciéndolo, lo único que haces es negarte a ti mismo, a ti misma.
Niegas tu existencia.
Sean las que sean, esas heridas de abandono, poca valoración, anulación, culpabilidad, rechazo, comparación y tantas otras que te provocan el miedo, la tristeza, la rabia… son tuyas.
Son parte de ti.
De tu historia.
Son tu vida.
Acéptala y crecerás y fluirás.
Resístete y sufrirás eternamente.
Si quieres sanar tu vida y que no duela, has de RECONOCERTE.
Reconocerte es conocer tu historia, ser un experto en ti mismo, amarte, respetarte, comprenderte, escucharte, valorarte, darte la libertad de ser quien eres, protegerte.
Y todo esto significa también PERMITIRTE sentir tus heridas.
Curarlas es tu responsabilidad.
De nadie más.
Tu gran misión es aceptar, sentir y vivir tu existencia.
Aunque duela.
Porque es tuya.
Sólo sintiéndola con toda su intensidad, sin resistirte, conseguirás sanarla y traspasarla.
Hasta que deje de doler.
Conseguirás transformarte en alguien mucho más grande y mucho más evolucionado.
De lo contrario, negándola, nunca conseguirás sanarla.
Te quedarás en la resistencia.
En el sufrimiento perenne que provoca no aceptar tu propia vida.
No sólo no la sanarás, sino que exigirás a los demás que te la sanen.
Y el mundo no está ahí delante para curarte nada.
Su misión es levantarte todas tus heridas para que te duelan.
Para que te des cuenta de que sangran y te pesan (por eso no puedes volar ni fluir)
Por eso el mundo es perfecto.
Es perfecto para levantarte todas tus distorsiones.
Porque la única forma de sanar tu existencia es “ver” tus heridas sin resistirte a ellas, SENTIRLAS y así, poder curarlas.
Y qué mejor que alguien o algo te muestre aquello que más te duele.
La vida está para ayudarte.
Es tu maestra.
No está para molestarte.
Está para iluminarte.
Y en lugar de agradecérselo, te peleas con ella.
Si te molesta es porque, seguro, no estás en tu lugar y te resistes.
Tu lugar es la libertad y la consciencia.
Tu lugar es estar en ti.
Tu lugar eres tú.
Tú eres todo.
El miedo, la tristeza y la rabia también.
Por eso cuando te resistes a sentirlas, no estás.
Te abandonas.
Te evitas.
Y si no estás en ti, estás completamente vacío.
Sin vida.
Sin energía.
Sin chispa vital.
Por eso la vida, que es muy, pero que muy sabia, te envía al pozo.
Para que VIVAS.
Para que SIENTAS.
Para que vuelvas al ORIGEN.
A la conexión.
A la creatividad.
A la sabiduría.
A la intuición.
A la pasión.
A la sonrisa.
A la magia y a la ilusión.
Para que vuelvas A TI.
Y te olvides de los pozos.
Que los pozos no son un lugar para vivir.
Son una experiencia para despertar.
Rafa Mota
Personal Coach