La virtud de no ser nada

By noviembre 8, 2016Conciencia, Espiritualidad

Esta noche he recibido una llamada de un muy buen amigo desde el extranjero, que tiene un cargo importante en una multinacional, muy preocupado, contándome que se está  derrumbando.

Que tiene muchos problemas, muchísima presión y que no puede más.

Y me pedía consejo.

Su pregunta era: ¿qué puedo hacer para no derrumbarme?

Y claro, yo que uso una lógica muy lógica, la más universal que existe, después de tener una larga conversación con él, razón por la cual escribo este post a las tres de la noche,  le he dicho algo que no se esperaba.

Le he dicho: si quieres empezar a levantarte, no puedes hacer nada.

No hagas nada.

Derrúmbate.

Acéptalo y reconócelo.

Reconoce que no puedes más.

Que estás cansado.

Que estás harto.

Reconoce que te has roto.

Y por primera vez en tu puñetera vida, después de veintitantos años exigiéndote ser una máquina, permítete el santo derecho de ser un humano.

¡¡SI!!

¡¡De ser humano!!

Y ahí empezará tu verdadera evolución.

Cosa, la de ser humano, que muy pocos se permiten.

Y así nos luce el pelo en este mundo.

Que hemos venido a ser humanos y lo hemos convertido en más inhumano que nunca.

Que por el miedo de mostrarnos tal y como somos y por el pánico a sentir lo que sentimos acabamos metidos en la mayor  de las distorsiones siendo mucho más inhumanos que humanos.

Si eres humano y quieres vivir en abundancia, ser feliz, amar de forma sana y triunfar en tu propósito permítete el derecho de reconocerte.

Permítete el derecho de sentir.

De reconocer tus emociones.

De escucharlas, sentirlas y no esconderlas.

Permítete el derecho de respirar.

De sentir cómo corre el aire por tus entrañas.

Cómo recorre tu cuerpo de la nariz hasta los pies.

Permítete el derecho de sentir como el oxígeno  limpia tu cerebro.

Vibra con la limpieza de tus células, desde la primera hasta la última.

Siéntete como lo que eres.

¡Un SER VIVO!

SÍ, que vive.

SÍ, que respira.

SÍ, que siente.

Que bombea la sangre que le llega al corazón.

Que tienes el derecho de oxigenar tu vida.

De limpiarla.

De nutrirte constantemente y soltar todo lo que no necesitas.

De latir y vibrar con lo que haces.

De apasionarte con tu vida y con lo que te de la real gana.

De vibrar y de enamorarte de tu alma.

Y sobre todo, una cosa.

Que hagas lo que hagas,SEA TUYO.

Si te das cuenta de que respiras, existes y vives.

Si no, sobrevives y mueres lentamente.

Permítete el derecho de estallar.

De ser vulnerable.

Der  ser débil.

De llorar.

De berrear.

De frustrarte.

De estar triste.

De romperte en mil pedazos.

De retorcerte.

De lo que te de la real gana.

Y SI, por qué no.

El derecho de tener miedo.

Miedo o mucho miedo.

SI.

¡¡¡Permítete SENTIR!!!

Porque si aprendes a sentir, a identificar y a gestionar tus emociones nada ni nadie va a poder contigo.

Si le pierdes el miedo a sentir serás inmortal.

Serás eterno.

Serás infinito.

Y tu energía rebrotará una y otra vez.

Una y otra vez sin parar.

Porque tú eres eso.

Pura energía.

Pero si no sientes, no dejas que fluya.

La estancas en un pozo sucio y tóxico.

No dejas que la energía emane de la fuente.

Y la fuente eres tú.

Y no fluye porque pretendes ser quien no eres.

Y como tienes miedo de mostrarte tal y como eres, precisamente por eso no tienes energía.

Porque viniste a SER y estás NO SIENDO.

Por eso te rompes una y otra vez.

Porque eres deshonesto contigo mismo.

Porque no eres auténtico.

Porque no eres coherente.

Porque tienes miedo a sentir y a ser realmente humano.

¿Quién dijo que hay que eliminar la tristeza?

¿Quién te dijo que no podías estar triste?

¿Quién te dijo que llorar es de débiles?

¿Quién te dijo que se ha de ser fuerte?

¿Quién te dijo que no tenías que sentir miedo?

¿Quién te metió ese miedo a la vulnerabilidad?

Si no aceptas que eres débil, jamás serás realmente fuerte.

¿Quién te dijo que no hay que sentir?

¿Quién te dijo que había que ser un superhombre o una supermujer para triunfar en la vida?

Alguien alguna vez te distorsionó.

O muy probablemente, tú de pequeñito o pequeñita sin saberlo ni ser consciente creaste esa percepción que hasta hoy te ha acompañado.

Pero es completamente falsa.

Y no sólo es falsa, sino que te quita toda tu energía, todo tu poder y todo  tu potencial humano.

¿Es que acaso eres una máquina?

¿O eres un ser de carne y hueso con sus miserias y sus grandezas?

¿Entonces?

¿Para qué quieres ser perfecto?

¿Para qué quieres esconderlo?

¿Para qué quieres escapar de la debilidad?

¿Para qué huyes del error?

¿Para que te quieran más?

¿Para que te reconozcan?

¿Para que te valoren?

¿Para que te respeten?

Pero.. .. ¡¡si todos sentimos lo mismo!!

Sin excepción.

Todos necesitamos amor, reconocimiento, valoración y ternura.

Todo sin excepción.

¿O acaso crees que de verdad que hay algún ser humano que no tenga miedo, tristeza o rabia?

Y si alguno te dice contrario, es que todavía no ha conocido su alma.

O muy probablemente, pero de éstos hay muy pocos, la haya conocido tanto y esté tan arriba, que las trascienda tan rápido que te parezca que no las siente.

¿Te has preguntado alguna vez qué clase de respeto, valoración, reconocimiento y amor hacia ti mismo es “eso” de querer aparentar lo que no eres?

Si no te reconoces la vulnerabilidad, jamás conseguirás la eternidad.

Si huyes de ti mismo jamás conseguirás lo que buscas.

En la más absoluta y terrenal humanidad está la divinidad.

El cielo y la divinidad no están allá arriba donde te contaron.

Si vas allí a buscarlos te perderás en el intento.

Y jamás estarás en el lugar que te corresponde para descubrirlos.

El éxito, el triunfo, la abundancia, la felicidad sostenida y la serenidad no están en la perfección.

Están en la aceptación profunda de la imperfección.

Querer ser quien no eres es un martirio inconsciente.

Es agotador.

Si quieres ser realmente tan grande como la vida, aprende de ella y sé como ella.

Tal cual.

Auténtica.

Sin mostrar nada que no sea.

Sin ofrecer resistencia.

Y ahí no habrá nada que te tumbe.

Y si te tumba, en un suspiro, volverás a estar en pie.

Porque serás humano.

Auténticamente humano.

Y si eres auténticamente humano nada ni nadie podrá contigo.

Nada ni nadie, SI.

Y eso te dará una fuerza descomunal que hará que poco a poco el miedo vaya desapareciendo.

Fluirás y serás volátil.

Ágil.

Sin pesos que aguantar ni soportar.

Y podrás volar muy alto.

Lo que eres, ya lo eres.

No has de hacer ninguna pantomima.

Soportar una máscara es un peso energéticamente gigante.

Y te desgasta lo que no imaginas.

Si eres, eres.

Y si no me equivoco y estás leyendo de izquierda a derecha, eres humano.

Por tanto vulnerable.

Muy vulnerable.

En realidad eres tan vulnerable, que en tu vida sólo tienes una certeza absoluta.

Que te vas a morir.

El resto, es de regalo.

Y puedes fundirte, experimentarlo y disfrutarlo.

O renegar, resistirte y morirte en el intento.

O dejas que sea la vida quien manda y te fundes con ella, siendo la vida misma.

O te peleas con ella y la intentas controlar, a ver qué resultado obtienes al final de la partida.

Sólo has de salir una noche estrellada ahí afuera y mirar hacia arriba a las estrellas.

¿¿Hay miles y miles de millones??

Es INFINITO.

Si, infinito.

¿Y tú pretendes ser el todopoderoso que puede controlarlo todo, juzgarlo todo y saberlo todo?

¿No crees que te iría mejor si no supieras nada y dejaras que te viniera la inspiración?

Si te crees superman o superwoman y que puedes con todo estás en distorsión.

No lo eres ni lo serás jamás mientras te lo creas.

Los “super” están en constante ebullición y tienen poca paz interior.

Porque su fuerza es sólo una ilusión.

Es sólo una máscara de cristal.

Pero por dentro están rotos.

Y si entras hasta el alma les rompes en mil pedazos.

Porque en su esencia no hay nada.

Y lo tienen todo en su ego.

Pero el ego, en realidad, no es nada.

No tiene fundamento en sí mismo.

Está basado en la identificación con un sistema de creencias, que puede ser válido, pero es falso.

Nada tiene que ver con la vida misma, ni con la esencia, ni con el alma, ni con el Universo.

Sólo es una máscara que se ha creado para defenderse del exterior.

Y cuanto más limitado y más desconocido es el interior, más grande ha de ser la máscara.

Por eso el que no tiene alma, se ha de creer más grande que el infinito.

De lo contrario, viviría la muerte continuamente y en directo.

A cada instante de su día a día.

Moriría de dolor.

De pena.

De tristeza.

De angustia.

De miedo.

Por eso se defiende tanto.

El que más necesita que le amen, es el que menos permite que lo hagan.

Porque no reconoce.

Porque no quiere aceptar.

Y porque muy probablemente no pueda.

Porque reconocer significaría sentir lo que realmente siente en su alma más profunda.

Y eso en la mayoría de los casos, dolería demasiado.

Por eso no sienten y se quedan fuera.

En el ego.

En cambio, el que descubre su esencia, su alma, la cuida, la sana y la alimenta no se ha de creer nada.

Porque no lo necesita.

Porque conectar con la esencia y con el alma es empezar a serlo todo sin necesidad de ser nada ni nadie.

Si quieres ser infinito has de empezar a aceptar tu propia vulnerabilidad.

Tu propia debilidad.

Aceptar que existe el error.

Que existe el fracaso.

Que existe la inseguridad.

Que existe la incertidumbre extrema.

Que no has venido a controlar la vida.

Has venido a vivirla tal y como es.

Que tienes el derecho, el permiso y la obligación de equivocarte.

Y que tienes el derecho de sentir lo que sientes aunque alguien te diga que no has de sentirlo.

El que te lo diga, ten por seguro, está huyendo de sus propias emociones.

El respeto máximo por la vida es dejar que fluya lo que es.

Sin distorsionar nada.

Y sea lo que sea, si lo dejas fluir, tal cual viene, se va.

De lo contrario, no evolucionarás jamás.

Te quedarás estancado en la distorsión de ser quien no eres.

Y nunca serás capaz de construir tu verdadera fuerza natural, de descubrir tu poder innato y de conectar con tu verdadera divinidad.

Si quieres ser único, original, eterno, infinito  e inmortal “sólo” has de tener una virtud.

Comprender que no eres nada.

Y de la nada al todo, hay eso.

Nada.

 

Rafa Mota

Personal Coach

www.personalcoach.com

 

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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