Esto de vivir no deja de ser un circo.
O un teatro, como quieras.
Yo prefiero el circo porque, como ya sabes, de pequeño me emocionaban los payasos.
Pero tú llámale como prefieras.
Hace ya unos años decidiste bajar aquí, a este gran circo de la vida, a experimentar.
A ver qué era esto de vivir.
En realidad ya lo sabías.
Pero si decidiste volver fue porque todavía necesitabas aprender alguna cosa más.
Así que para aprender lo que tenías que aprender se te dio un personaje.
Un personaje que, por cierto, no decidiste tú (para indignación de tu ego)
La energía lo decidió por ti.
Y se te concedió un papel en este circo.
Pero no para que te creyeras el protagonista ni el personaje.
Ni para que lo machacaras.
Ni para que lo destrozaras.
Sino para que lo utilizaras para vivir.
Y lo trascendieras.
Y en este gran circo todo, todo, todo juega a tu favor.
En realidad, toda la función está montada para ti.
Y me explico.
Cuando naces empiezas en el punto cero.
En el origen.
Allí donde ya está todo.
Donde ya lo tienes todo.
Y conforme vas creciendo te vas alejando del origen.
Vas creando tu sombra.
Te vas distorsionando.
Unos más.
Otros menos.
Pero te vas apartando de tu esencia.
Porque dejas de ser tú.
Y empiezas a ser lo que los demás quieren que seas.
Porque te inculcan creencias erróneas.
Porque te dejas llevar por la familia.
Por la sociedad.
Por el inconsciente colectivo.
Por la religión.
Por lo que dicen o lo que dejan de decir.
Por los convencionalismos.
Por los miedos.
Por lo que “está bien o está mal”.
Porque te comparas.
Porque te desmereces.
Por miles y miles de razones.
Dejas de ser tú.
Y te vas alejando de tu estado natural.
Te vas alejando, alejando, alejando…
Hasta que pierdes completamente de vista tu origen.
Tu esencia.
Y tu divinidad.
En algunos casos hay quien lo pierde todo.
Hasta los papeles.
Y te vas creyendo que eres ese personaje distorsionado por la mente.
Lo haces de forma inconsciente.
Sin darte cuenta.
Pero lo haces.
Desde el minuto uno.
Como un “yonnki”.
Buscando amor y reconocimiento en los demás.
Y para conseguirlo eres capaz de vender tu alma al diablo.
Pero ahí están el cuerpo y la emoción.
Para avisarte.
Para recordarte que te has perdido por el camino.
Para recordarte que has perdido el norte.
Para recordarte que tu personaje se ha distorsionado.
Para recordarte que en tu mente ( tu software mental) hay unos conexiones neuronales y unos patrones que te llevan al paredón.
Y la única manera que tienen de avisarte de tu distorsión es parándote o bloqueándote.
Ahí es cuando te dicen que se acabó.
Que hasta aquí has llegado.
O cambias.
O te hacen sufrir.
O no dejan que levantes cabeza.
O te bloquean.
O te paralizan.
O te enferman.
Y en algunos casos, los más graves, te echan de la función.
La depresión.
La ansiedad.
Los ataques de pánico.
Los miedos.
Parte de las enfermedades.
Muchas dolencias crónicas.
El estrés.
La tristeza.
La rabia.
La agresividad.
La desesperación.
La desgana.
La desmotivación.
Y todo aquello que te produce malestar no son más que avisos de que no estás haciendo bien tu función en este circo.
Bueno, de que la estás haciendo demasiado bien.
Tan bien, que te estás identificando completamente con tu personaje en lugar de trascenderlo.
Y te lo has creído tanto que tú te has convertido en lo que te pasa.
Y te crees que eres la depresión.
Eres la ansiedad.
Eres la tristeza.
Eres el miedo.
Eres la rabia.
Eres el estrés.
Eres la desesperación.
Y no.
Tú no eres lo que te pasa.
Tú ERES poder.
Tú ERES energía.
Tú ERES talento.
Tú ERES sabiduría.
Tú ERES amor.
Tú ERES conciencia.
Tú ERES pasión.
Y lo que te pasa, precisamente te pasa para que te des cuenta de todos los patrones distorsionados que tienes en tu mente que no te dejan ser lo que verdaderamente ERES.
La vida, a través del cuerpo y la emoción, te marca el camino.
Te da la información exacta para que tu circo sea el mejor.
Pero tú ni lo sabes, ni la escuchas ni prestas atención.
Si te has pasado todos estos años insultándote y maltratándote…
¿Qué esperas que te haga la vida?
¿Qué encima te premie?
Pues tendrá que avisarte de algún modo ¿no?
Si te has pasado toda la vida olvidándote de ti para salvar a los demás.
Asfixiándote.
¿Crees que seguirás teniendo energía?
¿O la rabia tarde o temprano, te parará?
En la vida no has de salvar.
Has de dar.
Y para dar toda tu energía a los demás, has de aprender a gestionarla.
El amor es energía.
Y has de aprender a tratarte con ternura y con amor.
¿Si no te paras a ser consciente de cómo respiras?
¿Crees que algún día descubrirás tu talento, que es algo que está más escondido que la respiración?
Si sólo haces que castigarte, autoexigirte, compararte, desvalorarte, no respetarte…
¿Tú crees que la vida te puede premiar?
La vida te dará una oportunidad cuando tú aprendas a darte esa oportunidad.
¿Tu realmente crees que la depresión aparece porque sí, cuando eres un SER absolutamente asombroso?
¿No será que la depresión, el pánico, la ansiedad o el estrés son el aviso de que no estás asombrando nada de lo que podrías asombrar?
Si no eres consciente de tus emociones, no te paras a gestionarlas para desactivarlas y te dejas llevar por ellas, convirtiéndote en la rabia, la tristeza o el miedo…
¿Qué esperas que la vida te devuelva?
Si lanzas un dardo, no esperes que la vida te lo devuelva con una pluma.
Este circo no funciona así.
Dardo atrae dardo.
Pluma atrae pluma.
Todo es perfecto.
Todo es energético.
Todo es sabiduría.
Todo encaja.
Pero tú decides la función.
Y tanto los premios como los avisos que te da la vida son parte del mismo circo.
Y de circo sólo hay uno.
El tuyo.
Aunque te parezca mentira.
Rafa Mota
Personal Coach.