La paz no hay que pedirla.
Pedirla no es suficiente.
Hay que trabajarla.
El mundo no cambiará de un día para otro.
Está demasiado distorsionado.
El mundo somos tú, yo, él y ella.
El mundo somos todos.
Y pedimos, pedimos, pedimos pero hacemos muy poco por cambiar.
Cambiamos un día (si cambiamos)
Pero al siguiente nos olvidamos.
La distorsión del mundo actual es el resultado de nuestra distorsión.
La de cada uno de nosotros.
El resultado de nuestro sistema de pensamiento basado en el miedo y la reacción.
El resultado de nuestra nula gestión emocional.
El resultado de nuestra pésima gestión corporal.
El resultado de nuestra equivocada forma de vivir.
Y el resultado de vivir enfocados fuera y no dentro.
Porque buscar fuera lo que uno no sabe descubrir dentro es ir directo la
frustración, la rabia, el miedo y la tristeza.
No podemos cambiar el mundo.
Pero sí podemos empezar a dar el primer paso para cambiarlo.
Y el cambio empieza por uno mismo.
Por lo pequeño.
No por lo grande.
Por abajo.
No por arriba.
“Como es arriba, es abajo“
¿Te suena?
Tú eres a tus células como el Universo es a ti.
La paz no está en el mundo.
La paz está en ti.
Lo de fuera sólo es el resultado.
De nada sirve pedir la paz en el mundo si mañana criticas a diestro y siniestro a
los que no son como tú.
De nada sirve si mañana vociferas como un loco al despistado de turno que se cruza con el coche y te corta el paso.
De nada sirve si mañana te discutes y gritas en el trabajo sin reflexionar antes sobre tu rabia.
De nada sirve si te sientes atacado y ofendido por los que piensan diferente.
De nada sirve si no aceptas que el de enfrente viva opciones diferentes a las tuyas.
De nada sirve si sigues instalado en la reacción diaria inconsciente.
De nada sirve si sigues viviendo en el miedo y en la desconfianza.
De nada sirve si no comprendes, no perdonas o vives en el resentimiento.
De nada sirve si te comportas como si los demás fueran marionetas forzándoles a que sean como tú quieres que sean o como tú necesitas que sean sin darles la oportunidad de que sean como quieren ser.
De nada sirve si juzgas continuamente todo aquello que no tiene cabida en tu sistema de pensamiento y no tienes la más mínima empatía para entender que el otro también existe y tiene el mismo derecho que tú a pensar, sentir y hacer.
De nada sirve si te insultas, te castigas o te autoexiges.
De nada sirve si te anulas, te desvaloras o te desmereces.
De nada sirve si no te esfuerzas por vivir desde la consciencia, poniéndole luz a tu vida.
De nada sirve si no das una sonrisa, un abrazo o una palmadita en la espalda a quien lo necesita.
De nada sirve si no haces nada por cambiar.
Porque si no haces nada, la guerra la seguirás llevando contigo.
Y de una forma u otra la estarás proyectando al exterior.
La paz no se pide.
Se crea.
Como decía John Lenon.
Y no vale un día.
Se crea cada día.
A cada instante de tu vida.
Primero en el interior.
Y después se expande hacia la derecha.
Hacia la izquierda.
Hacia detrás.
Y hacia delante.
Y si todos hiciéramos lo mismo, habría suficiente.
El problema no es la guerra del exterior.
La guerra del exterior sólo es el resultado.
El origen es la ausencia de paz que hay en el interior.
Y la ausencia de paz es una distorsión del SER.
No pidas la paz.
Creála.
O mejor dicho, SE.
Porque siendo estarás en paz.
Y la irradiarás a los demás.
Usando todo tu poder interior y no siendo una marioneta del exterior.
Poniendo el foco en ti.
No en los demás.
Viniste aquí con todo un arsenal para la paz.
Úsalo.
Usa todo tu SER y enciende tu luz.
Todos tus planos.
La respiración.
Si no respiras bien estás cortando la comunicación con tu cuerpo.
Le estás declarando la guerra.
Lo estás dejando sin oxígeno.
Y lo estás matando lentamente.
La respiración es la herramienta que te servirá para transitar los estados emocionales y la que te ayudará a poner conciencia a tu vida antes de reaccionar.
Es la que te conducirá a la paz.
El cuerpo.
Escúchalo y hazle caso.
Si recoges la información que te da, posiblemente no llegarás a la extenuación y no hará falta que vengan a avisarte ni el pánico, ni la ansiedad, ni el estrés ni las emociones.
Lleva tu atención al cuerpo y a los sentidos y te sentirás mejor.
Calmarás el ruido mental.
Estar en el cuerpo te conducirá a la paz.
El centro emocional.
Siente tus emociones.
SIÉNTELAS.
Míralas a la cara y permítete sentirlas.
Aunque duelan.
Están ahí para darte información de tu distorsión.
Si la rabia, la tristeza o el miedo se instalan en tu vida es precisamente para avisarte de que el sistema de pensamiento que has creado no te permite fluir.
No te permite ser quien realmente eres.
Si las miras a la cara y las escuchas, te dejarán en paz.
Si no, estarás en resistencia.
Estarás en guerra con la vida.
Y por último.
El centro mental.
A lo largo de tu vida en tu mente has ido creando una red de conexiones neuronales que ahora conforman tu percepción de la realidad.
Pero es TU realidad.
No LA realidad.
Y si no pones luz a esas conexiones, te llevarán a la reactividad y a la guerra.
Esos pensamientos tienen unas características.
Son automáticos.
Son inconscientes.
Son reactivos.
Siempre buscan culpables fuera.
Están referenciados a conexiones neuronales conocidas, es decir, al pasado y al futuro.
Se enfocan en el miedo y el peligro.
Y buscan el control de la situación.
Si te dejas llevar por ellos te llevarán a la guerra.
Si abres la luz, pones consciencia y los observas, empezarás a estar en paz.
Dejarán de ser automáticos.
Serán conscientes y los podrás cambiar.
Dejarán de ser reactivos.
Serán proactivos y utilizarás el mundo para evolucionar y no para reaccionar e involucionar.
Dejarás de buscar culpables porque pasarás tú a ser el único responsable de tu vida.
Te darás cuenta de que el miedo y el peligro, la gran mayoría de veces, sólo son construcciones mentales ilusorias.
No existen en el ahora.
Y a medida que vayas entrenando esta nueva forma de vivir serás cada vez más grande y no necesitarás controlar tanto el exterior.
Cuanta más seguridad interior, menos te afectará la incertidumbre exterior.
Cuando lo hayas integrado bien, el resultado será PAZ.
Y sin pedirla, habrás contribuido a crearla.
Quizá no cambiemos el mundo hoy.
Pero si deseas que no haya oscuridad en el mundo no pidas luz.
Usa la tuya y alumbra.
Y quizá mañana, entre todos, lo consigamos.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com