De mayor me he dado cuenta de una cosa.

Que nadie me contó de qué iba esta historia.

Nadie me contó que llegué aquí siendo energía universal.

Nadie me contó que podía ser lo que yo quisiera ser.

Nadie me explicó que podía elegir el pensamiento que más me convenía y repetírmelo hasta integrarlo.

Nadie me contó cuáles eran las emociones y qué era la gestión emocional.

Nadie se paró a explicarme que mi cuerpo era un indicador perfecto de mi expansión o de mi contracción ni a enseñarme cómo ser consciente de él.

Nadie me enseñó a identificar emociones en mi cuerpo.

Nadie supo explicarme por qué la respiración es un verdadero milagro de la naturaleza y la herramienta más potente de gestión personal.

Nadie me dijo que en este Universo todo es energía ( el 99.9999%) y que todo funciona por vibración y atracción.

Nadie me contó que todo lo que viví y experimenté hasta los aproximadamente nueve años se me quedó grabado a fuego y creó mi percepción mental inconsciente, limitando mi realidad.

Nadie me contó que precisamente me han llegado las experiencias que me han llegado para darme cuenta de lo distorsionada que está mi percepción mental inconsciente.

O lo que es lo mismo, para que me entere de la mochila que llevo y la pueda limpiar y empezar a fluir.

Nadie me explicó que cada uno de nosotros es una existencia única, incomparable e irrepetible que ha venido a vivir su propia evolución y a descubrir “su propia verdad” , por eso de nada sirve meterse en las “verdades ajenas”.

Nadie me dijo que juzgar a alguien era como aniquilarle sin antes conocer su corazón y que seguramente, conociendo la historia, el interior y el dolor ajeno, se me acabarían las ganas de ir etiquetando a las personas.

Nadie me enseñó a decidir siguiendo mi intuición interna y mi “gps interior”, fuente de la sabiduría universal.

Nadie me enseñó a moverme desde el “quiero”, la motivación, la pasión y el amor y no desde el “tengo que”, el “debo”, la obligación y el miedo.

Nadie me dijo que merecía ser abundante por el mero hecho de SER.

Nadie me enseñó que la consciencia sirve para ser más humano y para hacer un mundo mejor.

Nadie me contó nada de todo esto.

Eso sí.

Capitales del mundo.

Mandamientos.

Ríos.

Matemáticas.

Ciencias naturales.

Literaturas.

Y Religión.

Eso vamos.

Las que quieras.

Ahora bien.

De lo importante, ni mu.

Al menos, en mi caso.

No sé en el tuyo.

Pero en el mío, nada de nada.

Y no sólo eso.

Lo de la esencia.

El corazón.

La sabiduría.

El autoconocimiento.

La conexión interior.

El propósito vital.

La expansión y el SER.

Como si fuera de otro planeta.

Porque lo he tenido que aprender todo de mayor.

Y por último.

Nadie me habló de amarme.

Valorarme.

Respetarme.

Aceptarme.

Perdonarme.

Hablarme bien a mismo.

Animarme todos los días.

Permitirme el error.

Permitirme sentir.

No castigarme jamás.

Y no culpabilizarme.

Es más, me dijeron que hacerlo estaba mal.

De mayor me he dado cuenta de una cosa.

Que alguien lo hizo muy mal.

Rematadamente mal.

Si tienes hijos, por favor, cuéntales todo aquello que a mí no me contaron.

Seguro que algún día te lo agredecerán.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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