Los amores de tu vida

By agosto 11, 2015Relaciones

El único amor incondicional que existe es el del bebé hacia los padres.

Sí.

Sin condiciones.

Tus universos son tu padre y tu madre.

Cuando naces necesitas amor, protección e identidad.

Y lo exiges a los padres.

Porque si no, mueres.

Es supervivencia pura y dura.

Y haces lo que haga falta para conseguir su amor.

Lo que haga falta.

Te montas toda una estrategia inconsciente para lograr el objetivo.

Sea como sea.

A veces, lo consigues.

A veces, no tanto.

Y a veces, consigues todo lo contrario.

La diferencia entre lo que necesitas y lo que consigues es tu carencia emocional.

Y esa carencia es la que se te queda como grabación inconsciente.

Es energía que queda bloqueada en tu interior.

Como un grito parado en el tiempo, que nunca acabó de salir.

Y ahí se quedó.

Marcándote para siempre mientras no se hace consciente.

Fuiste creciendo.

Te hiciste mayor.

Empezaste a funcionar en ondas conscientes.

Ondas beta.

Hasta los nueve años funcionaste en ondas inconscientes (alfa,theta y delta) por eso todo se te quedó grabado a fuego.

Y empezaste a elaborar mentalmente la vida.

Pensando que empezabas de cero.

Cuando, en realidad ya tenías toda la programación emocional preparada en tu interior.

Y todas esas grabaciones danzando a sus anchas listas para hacerte reaccionar sin ni siquiera tú saberlo.

A las que fuiste añadiendo las de la adolescencia.

Ya no tan inconscientes.

Pero grabaciones al fin y al cabo.

Y llegaste a mayor con comportamientos reactivos que no entendías.

Con algo que no funcionaba en tu vida, sin saber muy bien qué.

Pero es lo típico, no te llevas muy bien con tu padre.

O con tu madre.

O con los dos.

Y dices cosas como éstas:

“Yo lo de mis padres ya lo tengo superado”.

“No me importan”.

“Todo lo que pasó ya no me afecta”.

“No quiero a mi padre, es un impresentable”.

“Odio a mi madre”.

Y perlitas cómo éstas.

Todos los que hemos tenido conflictos con alguno de nuestros padres nos conocemos de memoria estas frases.

Y crees que estás en lo cierto.

Que ya no te afecta, que lo tienes superado.

Pero no.

Es completamente falso.

Conscientemente,parece que sí.

Pero dentro de ti, nada está superado.

La grabación sigue latente.

Y es lo que te separa del amor verdadero.

Digas lo que digas y tengas la situación que tengas con tus padres, les amas con locura.

Y en la mayoría de los casos, ni lo sabes.

Son el amor de tu vida.

Inconsciente, pero lo son.

El problema es que en su día el dolor que te supuso no tener su amor hizo que cerraras inconscientemente la emoción.

Cerraste el centro emocional y creciste.

Y te olvidaste.

Y ahora parece que ya no te duela.

Pero sólo lo parece.

No está superado.

Está cerrado, que es distinto.

Porque dentro hay dolor.

Y es justo la barrera que te impide fluir en tu presente.

Y también es el origen de todas tus reactividades cotidianas.

Aunque te puedan parecer auténticas chorradas (como algunos estarán pensando).

No vas a fluir mientras a tus padres no los tengas bien colocados.

Y cuando digo colocados me refiero a nivel inconsciente.

A nivel energético.

Cuando les hayas comprendido, perdonado y aceptado.

E integrado dentro de ti, tu vida dará un salto adelante.

Da igual que estén vivos, muertos, te hables, no te hables, sean vecinos o estén a miles de kilómetros.

De lo que estoy hablando nada tiene que ver con su persona física.

Es la energía que está en ti.

Y los bloqueos provocados por las carencias que tuviste.

Cuando inicies el viaje a tu interior, a tu inconsciente, lo entenderás.

Nadie puede conectar con su verdadera esencia sin recolocar a sus padres.

Aunque sea sólo por una razón.

Lo harían mejor o peor.

No supieron más.

Pero ellos te dieron la vida.

Y sin ellos, no serías esencia.

Eres amor y ellos te abrieron el camino con el suyo.

Aunque a ti no te lo haya parecido.

Lo creas o no, son el amor de vida.

Entenderlo es volver a nacer.

Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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