Recuerdo que de jovencito me gustaba mucho leer los típicos refranes de conocidos líderes espirituales sobre las grandes cuestiones de la vida.

Aquellos que cuando los lees te llegan al corazón, te llenan de inspiración y te hacen reflexionar.

Por un momento piensas… uao! Qué grande y bella es la vida.

Pero a los cinco minutos de haberlos leído, entras en el piloto automático y te olvidas por completo.

Es como cuando vas conduciendo y de repente ves un accidente con un muerto tendido en el suelo, tapado con una manta.

Te impacta tanto que sin poder evitarlo, reduces la velocidad casi hasta parar el coche y sigues así durante unos metros porque de repente has sido consciente de lo que realmente es un accidente mortal.

Pero a la que pasan tres minutos, de repente se esfuma lo que has visto, y sigues la marcha como si nada hubiera ocurrido.

Pues en tu vida diaria ocurre igual.

Vas con piloto automático, metido en tus historias, en tus pensamientos de siempre, con tus reacciones de siempre, tus prisas, tu conducta habitual, haciendo tu trayecto de cada día sin ser consciente de lo que realmente estás viviendo ni de lo que está pasando por delante de tus narices.

Transitas por la vida pero no la vives.

La miras pero no la ves.

La oyes pero no la escuchas.

Notas tu cuerpo pero no lo sientes.

Crees que vives, pero estás dormido.

Como anestesiado, sin darte cuenta de lo que vives.

Estás tan metido en un bucle autómata tan poderoso de inconsciencia que realmente no te enteras de qué va tu vida.

Y si no, pregúntate:

¿Cuántas veces eres consciente de cómo cae el agua por tu cuerpo cuando te duchas? ¿Te has parado a sentirla? ¿Y la temperatura de tu cuerpo?

¿Cuánto hace que no miras un árbol conscientemente cuando vas a tu trabajo? ¿Y te paras a observarlo con todos sus detalles? ¿O una flor?

¿Saboreas lentamente la comida cuando comes o la engulles?

¿Has probado a cerrar los ojos mientras vas caminando para potenciar más los sonidos que oyes a tu alrededor?

¿Te has parado a observar y a ser consciente de cómo respiras? ¿Cómo inspiras el aire y cómo lo expiras? ¿Si lo haces abdominalmente o torácicamente? ¿Notas el aire cuando lo tienes dentro?

¿Cómo es tu respiración cuando estás enfadado, cuando tienes miedo o cuando estás triste?

¿Cuántos días admiras el cielo azul y el sol cuando te levantas? ¿Te has parado por las noches a observar la oscuridad del firmamento , las estrellas y a sentir la grandeza del infinito?

¿Le dices a los tuyos lo que realmente sientes? ¿Cuántas veces les abrazas y les dices que les quieres?

¿Agradeces lo que tienes cuando te levantas por la mañana?

¿Te paras a preguntarte por qué te pasas el día corriendo? ¿Qué estás buscando corriendo así?

Cuando estás quejándote por algo ¿eres capaz de parar y agradecer lo bueno que tienes en tu vida y dejar lo malo de lado por un momento?

¿Te paras a pensar en ti?

¿Eres consciente alguna vez de cómo caminas? ¿Cómo apoyas tus pies? ¿De cómo están tus hombros, erguidos o encorvados?

¿Y las señales que te envía tu cuerpo? ¿Las escuchas? ¿Sabías que las contracturas en la parte de arriba de la espalda y el cuello son carga de responsabilidad y tu cuerpo te está diciendo que has de parar?

¿Y las de la zona del lumbago son miedos y ansiedades?

¿Haces realmente lo que te sale del corazón y lo que quieres, o haces lo que los demás esperan de ti? ¿Lo que deseas o lo que debes?

¿A lo largo del día cuántas veces te ríes? Seguro que hay días que ni te ríes. Prueba mañana a reírte solo, sin más. Te cambia la energía de repente.

¿Y cómo te hablas? ¿Qué te dices a ti mismo a lo largo del día? ¿Te perdonas o te culpabilizas constantemente? ¿Te dices cosas para darte ánimos? ¿A lo largo del día cuántas cosas positivas te dices?

¿Por qué te exiges tanto? ¿Por miedo a no gustar? ¿Por miedo a no estar a la altura? Y si te dijera que ya estás a la altura porque eres tú y no necesitas demostrar nada? ¿Cómo te sentirías?

¿Sabes lo que necesitas? ¿Te escuchas? ¿Te das lo que deseas? ¿Te das permiso para decir lo que quieres? ¿O te callas, te conformas con lo que hay y te vas llenando de rabia? ¿Por qué te callas, por miedo?

¿A qué tienes miedo? ¿Qué es lo que te impide decir lo que necesitas y cómo lo necesitas?

¿Y tus hijos? ¿Disfrutas de ellos como si fuera cada día el último día?¿Crees que se merecen que descargues esa rabia que llevas dentro acumulada? ¿Eres consciente de que para tu hijo eres su verdadero universo y te necesita a cada segundo de su vida?

¿Sabías que en la mayoría de los casos, la conflictividad juvenil es por falta de amor de los padres? Ya sé que les quieres mucho y les amas con locura, pero, ¿se te ha ocurrido preguntarles si lo que le das es justamente lo que necesitan? ¿O lo das por supuesto?

¿Sabes que si tú no estás bien, jamás podrás darle a tu hijo la mejor madre o el mejor padre?

La mejor manera de tener el mejor hijo es ser el mejor padre o madre posible, y eso sólo se alcanza desde el amor a uno mismo.

¿No sería mejor tratarte con amor y trasladar sin esfuerzo ese amor a los de tu entorno?

¿Escuchas tu tristeza? ¿Hablas con tus miedos? ¿Con quién pagas tu rabia? ¿Se lo merecen?

¿Escribes sobre tus emociones? ¿Te conoces?

¿Estás con tu pareja porque realmente quieres compartir tu vida o por miedo a la soledad?

¿Eres sincero contigo mismo? ¿Piensas, sientes y actúas en la misma dirección?

¿Te invitas de vez en cuando a ti mismo a un café en una terracita o te das aquél capricho que realmente hace tiempo que deseas?

Sólo es cuestión de mimarte y darte todo el amor del mundo.

Porque tu niño o tu niña, aquél que muchas veces sufrió por parte de sus padres carencias leves, graves o muy graves y se perdió por el camino, está llorando de tristeza, de rabia o de miedo sólo porque TÚ le has abandonado.

Soportó que sus padres no le quisieran como él esperaba, soportó el viaje de la vida, soportó la mochila de malas experiencias, pero lo que le rompe de verdad el corazón es que tú le tengas en el olvido y no le hagas ni caso.

Porque esa niña o ese niño que fuiste alguna vez todavía te necesita.

Y te seguirá necesitando hasta que le encuentres.

Hazte un favor, visualiza ese niño y ámale.

Recuperarás parte de lo perdido por el camino.

Preguntándote siempre evolucionas.

Rafa Mota

Personal Coach

www.rafamota.com

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

El espejo
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