La vida se transforma a cada instante.
A cada momento.
Muere y renace a cada segundo.
Por eso se expande.
Por eso crece.
Por eso sana.
Por eso fluye.
El humano también podría hacerlo.
Podría transformarse a cada instante.
Podría expandirse.
Podría crecer.
Podría fluir.
En realidad, su alma y su naturaleza son expansivas.
Pero no lo hace.
No lo hace porque es un esclavo de su mente.
La vida no te fluye porque la mente cree que no es posible.
Porque la mente está llena de miedos.
La mente cree que la vida es una lucha.
Es un esfuerzo.
Es un sacrificio.
La mente cree que la vida es difícil.
Y de tanto pensarlo (de tanto, con perdón, dar por saco) al final lo ha conseguido.
Verdaderamente lo es.
Pero no porque lo sea, sino porque ofrece resistencia.
A veces, una resistencia feroz.
La vida es simple si te dejas llevar por ELLA.
Pero la libertad está mucho más allá del miedo y el juicio.
La libertad está mucho más allá de la resistencia.
No hay nada que sea más difícil que ir contracorriente.
No hay nada que provoque más desgaste que resistirse.
No hay nada que provoque más dolor que negar lo evidente.
No hay nada que provoque más frustración que ser un alma expansiva y quedar atrapado en una mente limitada.
La mente se resiste a lo que ES.
Porque no soporta el descontrol.
Porque no soporta la incomodidad.
Porque no soporta el miedo.
Porque no soporta el dolor.
Porque no soporta la vulnerabilidad.
Porque no soporta los cambios ni la transformación.
En realidad, porque no soporta la muerte.
Porque no soporta la nada.
Por eso se resiste.
Sin comprender que en la nada está todo.
En la nada está el infinito potencial de transformación.
Como no entiende esta realidad tan brutalmente infinita, necesita parámetros.
Necesita explicaciones.
Necesita comprender para no volverse «loca».
Quiere pensar.
Porque “cree” que dejar de hacer y dejar de pensar es morir.
No quiere morir.
Y es una creencia falsa.
Si dejas de hacer, si dejas de pensar, no mueres.
Renaces.
Resisitiéndose la mente, algo de lo que tú no tienes ninguna culpa, dejas de ser funcional para empezar a ser disfuncional.
Y sufres.
En algunos casos, demasiado.
No tienes culpa porque esa resistencia ha sido una estrategia de vida.
Ha sido una protección.
Ha sido una forma de sobrevivir.
Y lo has hecho de forma inconsciente.
Si todavía te resistes a la vida, no fuerces.
No es tu momento.
Todavía no estás preparado para ver todo el increíble poder que tienes cuando te fusionas con la vida.
Si no te resistes a la resistencia, conseguirás romperla mucho más rápido.
Si la mente se te resiste y te enfureces porque se te resiste, estás reforzando esa resistencia.
Sólo has de observar que te resistes y sentir lo que sientes cuando te resistes.
Entonces es cuando podrás aceptar que te resistes y paradójicamente empezarás a dejar de resistirte.
La mente es maquiavélica pero la VIDA no.
Observando cómo funciona la Naturaleza te das cuenta que la vida es fácil y sencilla.
La flor se abre sin conflicto.
La semilla da sus frutos sin conflicto.
Las aves vuelan sin conflicto.
Todo se transforma a su momento y si no se transforma, desaparece y muere.
Es sencillo.
Pero la mente humana lo complica.
Hasta ahora ha sido parte del juego.
A la mente le encanta ir a contracorriente.
Le encanta montar dramas.
Le encanta la carga emocional.
Le encanta «chutarse» con broncas y discusiones.
Le encanta «chutarse» con lloros desconsolados por rupturas y abandonos.
Le encanta engancharse a lo que no conviene.
Le encanta oponerse a todo lo que sucede.
Le encanta llevarte al huerto y engañarte.
Le encanta vivir en el MIEDO.
Le encanta dirigir esta jaula en la que estás metido.
Y le encanta juzgar e interpretar (así nos va).
Porque cuando lo hace, se nutre de tu energía y sobrevive cada vez más.
Es como un «bicho» que se alimenta de tu inconsciencia.
De tu desconexión.
Hasta ahora todo tenía un fin.
Sobrevivir.
Ya no estamos en el paleolítico.
Si de algo sirve la consciencia es para dejar de sobrevivir y empezar a “supravivir”.
A empezar a vivir el cielo en la Tierra.
Cuando llega un obstáculo a tu vida, tiene un propósito.
Aunque no lo comprendas, tiene un propósito.
Cuando llega algo que te duele o te incomoda, tiene una función.
Aunque te cabree y te rompa, tiene una función.
Todo oscuridad es una oportunidad.
La vida es muchísimo más grande de lo que creemos.
La vida es inclusiva.
Todo sirve.
Si juzgas una parte, te bloqueas.
Si lo integras, te expandes.
Integrar la oscuridad es tremendamente difícil para el humano.
Es algo a lo que no está acostumbrado.
No está acostumbrado a aprovechar la tristeza, el dolor emocional, la rabia, el miedo, la frustración y la culpa en beneficio propio, pero todo encaja y todo está en el lugar que ha de estar para que “veas”.
Todo tiene un propósito.
El mundo está muy mal porque la manera que hemos tenido de percibirlo y de juzgarlo está completamente distorsionado.
Y allá afuera sólo tenemos el resultado.
La oscuridad está para hacerte ver lo que no ves.
Para hacer que seas consciente de lo inconsciente.
Para hacerte ver que la vida ES y tu mente cree que debería ser.
Para hacerte ver la forma distorsionada que tienes de percibir la vida.
Para hacer que cambies la falsa e insegura comodidad por la verdadera y poderosa evolución.
En realidad, la oscuridad es un empujón de la vida para que seas como ELLA.
Aquello que no ves por arriba, por consciencia, en tu mente, no te preocupes, que tarde o temprano, lo verás por abajo, en tu vida.
Cuando te llega el golpe, porque tarde o temprano te llega, la mente, en lugar de aceptarlo como oportunidad para subir al cielo, lo juzga como patada para seguir en el infierno.
Eso es resistencia.
A mayor resistencia, mayor sufrimiento.
En cada contracción tienes una oportunidad para tu expansión.
Imagínate lo que te puedes llegar a expandir con la de carga emocional que tienes acumulada hasta ahora.
Eres infinito.
Si en cada golpe que te da la vida, en cada incomodidad, en cada contracción, por pequeña que sea, te paras, respiras, sientes y observas, sentirás la muerte en directo.
Tu mente vivirá la muerte en el instante y tu cuerpo estará mal.
Te sentirás fatal.
Sentirás rabia.
Sentirás frustración.
Sentirás miedo.
Sentirás la “muerte” del momento.
Pero si lo vives y no caes en la tentación de engacharte y reprogramarte en tu vida anterior, en tu reacción de siempre, habrás conseguido ser inmortal en el instante.
Morirá tu versión anterior y de la oscuridad habrá nacido una versión más evolucionada de ti.
Habrás conseguido crear una versión un poquito más libre que la anterior.
E instante a instante accederás a la libertad perdida.
A eso se le llama hacer alquimia con la vida.
Con la tuya.
Y por proyección, con la de todos.
A eso se le llama ser humano y divino a la vez.
A eso se le llama inmortalidad en la mortalidad.
Eso es vivir el cielo en la Tierra.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com