Como después de colgar el último post, alguno de vosotros me mandó un mail comentándome por privado que lo de la aceptación sonaba a resignación o a conformismo, he decidido escribir uno nuevo aclarando qué entiendo yo por resignación y qué por aceptación.
Que, a priori, pueden parecer lo mismo, pero no tienen nada que ver. La aceptación te conduce directamente a la paz interior, la serenidad y al bienestar personal con la tranquilidad que te da el saberte conductor de tu vida y la resignación te lleva a la rabia, la impotencia, la tristeza y al miedo con la frustración que provoca la sensación de no conseguir nunca el control sobre algo que estás continuamente pretendiendo controlar.
Una de las cosas que más rabia me provocaba en mi anterior etapa, cuando todavía no me dedicaba al crecimiento personal y vivía más en el exterior que en el interior, era que me hablaran de paz, tranquilidad, serenidad, armonía y bienestar, lanzándome mensajes de que era posible y que dependía de mí, pero nadie me explicara cómo hacerlo.
Porque está muy bien que sea posible alcanzar la felicidad, la serenidad y el poder personal, pero la gran pregunta sería, ¿y cómo lo consigo?
Pues bien, yo me he propuesto que aquello que me faltó a mí y que nadie me explicó, no te falte a ti y ser capaz de transmitírtelo a través de este blog.
Así que para empezar a encontrar tu poder personal, primero hay que cambiar la forma de ver la vida y empezar a derribar muchas de las creencias que llevamos en el inconsciente colectivo (entre ellas, que amarse es ser egoísta, pero ésta necesita un post aparte).
Has de empezar a cambiar el foco.
Has de ser autorreferencial, a no ser que quieras seguir siendo una veleta desquiciada sin poder tomar el mando de tu vida.
Es un cambio radical. De mirar hacia afuera, has de pasar a mirar hacia adentro.
Y para ello has de diferenciar claramente tus dos realidades, la debilitante y la de influencia.
La debilitante es todo aquello sobre lo que no tienes control.
Aunque lo pretendas, jamás podrás controlar ni evitar las reacciones de tu entorno, las condiciones externas, el flujo de la vida, las catástrofes naturales, los imprevistos, las emociones de los demás, los sentimientos ajenos, el dolor, la tristeza, las muertes, la enfermedad, los accidentes y el mundo en general. Puedes intentarlo, pero morirás en el intento.
Esta es la realidad que te debilita si te enfocas en ella. Sólo la debes de aceptar tal y como es.
Y la aceptación no es resignación ni es conformismo.
Es hacer un ejercicio de humildad, de profunda comprensión, de profundo amor por la vida y de conexión con la sabiduría que reside en tu interior para ser consciente de que eres una gota de agua en el inmenso océano del universo infinito, dar por válido que hay un orden mayor fuera del alcance de nuestra comprensión humana y trabajar tu fortaleza emocional para poder adaptarte precisamente a esa falta de control.
Como dice aquél refrán,” no se trata de esperar a que deje de llover, sino de aprender a bailar bajo de la lluvia”.
Es paradójico, pero reconociéndote pequeño, amplificas tu grandeza e identificándote con la nada, conectas con el todo. Quizá te parezca demasiado filosófico, pero esa es tu esencia original. Eres el todo, la nada, y el todo y la nada a la vez. Eres todo lo que quieras ser. Pero primero has de encontrar la puerta de entrada. Sin entrada, no hay grandeza ni poder.
Y la entrada está dentro de ti. En tu propia conexión.
Los muertos se quedan rígidos y duros, los bebés nacen maleables y flexibles. La rigidez es sinónimo de muerte, la flexibilidad es sinónimo de vida.
Eres libre de optar por cualquiera de las dos pero si lo que quieres es vivir en armonía empieza a entrenar la flexibilidad, la tolerancia y el amor y a aceptar que la realidad exterior no se puede controlar.
Y dedicarte a la que sí puedes controlar. La tuya. La de influencia.
Aquélla donde tienes todo tu poder, donde todo depende de ti y donde están todos tus pensamientos, tus emociones, tus comportamientos, tus estrategias, tu cuerpo, tu respiración, tus carencias, tus objetivos, tus deseos, tus pasiones , tus necesidades, tus limitaciones, tus capacidades, tus habilidades y todo aquello que puedes controlar.
A medida que vayas conociendo, controlando y gestionando tu propia realidad, cada vez abarcará un campo mucho mayor y paradójicamente, sin tener la necesidad de controlar el exterior, vivirás mucho mejor porque lo tendrás todo controlado.
Es el control del descontrol. Cuando aprendes a descontrolar, la vida sincrónicamente se vuelve controlada.
Así que, cambia de foco, deja de quejarte, de justificarte y empieza a ser el protagonista de tu vida.
Enfócate en ti y obsérvate.
Y en cada uno de tus conflictos, pregúntate.. .¿y yo qué?
Qué quieres, qué necesitas, qué te falta, a dónde quieres ir, con quién, cómo piensas, cómo es tu diálogo interno, cómo te hablas, cómo te tratas, cuál es tu relación con las emociones, cómo respiras, cómo reaccionas y porqué lo haces cómo lo haces…. Pero tú, no ellos.
Habrás dado otro pasito (tranquilo, que te quedan muchos más, paciencia).
Verás muchas cosas en ti que hasta ahora no veías.
Es como cuando decides comprarte un coche rojo. Sales a la calle y parece que, de repente, sólo existan coches rojos. Pero no. Ya existían, sólo que ahora los ves y antes no porque ahora el foco está en el rojo. No es que haya cambiado la realidad, ha cambiado tu forma de observarla.
Con tu poder personal, pasa exactamente lo mismo.
Ya está ahí, pero no lo sientes ni lo ves (todavía). Sólo hace falta que cambies tu forma de observar.
Ahora ya puedes dar el primer paso.
Y no pongas excusas que te debiliten, ni digas que no sabes, ni te justifiques.
Que observar siempre es posible.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com