Imagina que te regalan un Ferrari.
O el coche que tú quieras.
Da igual.
El más potente.
Preparado para cualquier carrera.
Para cualquier imprevisto.
Pero tú no sabes conducirlo.
No tienes ni idea de cómo funciona.
Lo intentas.
Te pones a conducir.
Pero claro, te estrellas contra todo y contra todos.
Y acabas con el Ferrari destrozado.
Más los daños colaterales.
Otros coches destrozados.
Otras personas heridas.
Mobiliario urbano en mil pedazos.
En fin, un desastre.
Lo que podía haber sido un viaje agradable, placentero y de película.
Se ha convertido en una pesadilla.
¿Quién crees que ha provocado el desaguisado?
¿El Ferrari, los que se cruzan en el camino o tú?
Creo que está claro.
Por muy potente que sea tu máquina.
Has de aprender a conducir.
Ahora dime…
En tu día a día, ¿de quién es la responsabilidad de tus desaguisados?
¿Del Ferrari, de los que se cruzan en tu camino o tuya?
El Ferrari es tu SER.
Tu verdadera esencia.
La vida son los que se cruzan en tu camino.
Y el conductor, por supuesto, eres tú.
Si para algo sirve el autoconocimiento y la conexión interior es precisamente para esto.
Para tener una vida placentera, agradable y de película.
Pero eso sí.
Has de saber conducir la mayor maravilla del Universo.
Tu SER.
Un verdadero milagro.
Si no, estás abocado al desastre.
O a pasar dormido todos los años que te restan.
Si eliminas tus distorsiones y conectas con tu SER, eres invencible.
No hay miedo, no hay ansiedad, no hay depresiones, no hay sufrimiento.
Sólo cabe el ESTADO DEL SER.
Aquel estado donde el Universo se pone a tu servicio.
Un estado expansivo, sereno, equilibrado, en paz y lleno de energía vital.
Conectado con todos y con todo.
Aquel lugar donde se ríe de verdad.
Y si se llora.
Se llora de tristeza.
No de sufrimiento.
Donde se viven los sueños.
Y no las pesadillas.
Donde existe la motivación y la ilusión.
Y no el enfado y la resignación.
Donde reina la aceptación.
Y no el juicio y el castigo.
Donde todo se impregna de amor.
Y no de dolor ni de reproches continuos.
Donde existe el perdón y la liberación.
Y no la culpa y el orgullo.
Donde lo normal es la humildad.
Y no la prepotencia.
Donde conviven la comprensión y la compasión.
Y no el rechazo feroz.
Donde la vida se convierte en abundancia.
Y no en carencia.
Donde la experiencia es plenitud.
Y no amargura.
Donde existen la firmeza y la responsabilidad.
Pero no la dureza y la agresión.
Donde reside el potencial auténtico de la esencia.
Y no el pseudo-falso poder del ego.
Donde todo suma.
Y nada resta.
Allí donde nace la auténtica sabiduría.
Y no la chulería.
Aquel lugar de donde todos venimos.
Y casi nadie se esfuerza en volver.
Aquel lugar donde sabes que todo lo que te llega es justo lo que necesitas.
Y lo agradeces.
Porque lo que más dolor te provoca es lo que te conduce a la maestría.
Aquel lugar donde lo más difícil es muy fácil.
Aquel lugar al que cuando llegas y lo vives.
Te quedas para siempre.
Porque sabes que es tu casa.
Aquella que siempre lo fue.
Pero te perdiste y te estrellaste por el camino.
Por no saber conducir.
Si deseas salir de donde estás.
No luches más.
Deja de desgastarte inútilmente.
Conserva toda tu energía.
Encuentra tu sueño.
Y sólo aprende a conducir.
Porque precisamente a eso has venido.
A aprender a conducir.
La autopista, el coche y las condiciones ya las tienes.
El Universo te lo prepara todo.
Sólo falta que conduzcas.
Pero bien.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com