Cuando naciste lo primero que hiciste fue respirar.
A continuación, moverte.
Después, sentir.
Y mucho tiempo después, pensar.
Justo como la vida y el cerebro.
Primero fue la vida.
Y el oxígeno.
Después fue el reptiliano.
Y la capacidad de ser.
Más tarde, el límbico.
Y la capacidad de sentir.
Y muchísimos años más tarde, el neocórtex.
Y la capacidad de pensar.
El mismo orden.
La misma evolución.
Fuiste creciendo.
Te hiciste mayor.
Creyendo que evolucionabas.
Pero no.
Resulta que hacías lo contrario.
“Involucionabas”.
Primero te olvidaste de respirar.
Después de Ser y habitar tu cuerpo.
Más tarde de sentir.
Y de adulto, lo único que te quedó es pensar.
Adaptándote a este mundo pensando.
Distorsionándote.
Y alejándote de tu auténtica vida.
Porque para colmo, ni ese pensar era tuyo.
Las creencias, los pensamientos y los diálogos automatizados te los “comiste”.
Los heredaste o los grabaste.
Y te los metieron sin enterarte.
Te pasaste los diez primeros años de tu vida en “modo esponja inconsciente”.
Y tu software mental se fue cargando, se fue cargando…
Padres, familia, religión, sociedad, cultura, ética, moral…
Hasta creer que ese software eras tú.
Pero no.
No eres tú.
Es tu ego y tu máscara.
Y toda tu “porquería mental”.
Que distorsiona la percepción de tu vida.
Provocándote el sufrimiento y llevándote a la reacción inconsciente.
Y día tras día al paredón.
Porque esa percepción y esa máscara se han ido formando durante años a partir de miles de historias aprendidas e inventadas.
De “verdad falsa”.
De verdad que a ti no te sirve de nada.
De verdad que te distorsiona la vida.
Porque es la de otros.
La que otros te han dicho.
La que otros han creído.
La que otros han pensado.
La que otros han experimentado.
Pero que no es la tuya.
Porque la tuya no está en ellos.
Está en ti.
En tu esencia.
En tu más pura esencia.
Y es única, intransferible e indiscutible.
Es tuya y de nadie más.
¿Qué importa que a otros no les guste?
¿Qué importa que otros no piensen como tú?
¿Qué importa que no te valoren?
¿Qué importa lo que piensen?
¿A quién le importa?
Da igual.
Es tuya.
Y de nadie más.
Es justo el poder que el Universo te dio y perdiste por el camino.
Precisamente por estar en ellos.
Y no en ti.
Sólo has de recuperarlo.
Valorándote.
Escuchándote.
Respetándote.
Amándote.
Protegiéndote.
Permitiéndote.
Y reconociendo tu verdadero valor.
Hazlo y date el gustazo de volver a empezar.
Recupera tu poder.
Y cuando alguien te diga NO.
Respira profundamente.
Cuenta hasta diez.
Y di, SI.
Porque lo vales.
Porque te lo mereces.
Porque quieres ser feliz.
Porque tú tienes el poder.
Y porque en tu vida…
Decides TU.
Respira y volverás a nacer.
Rafa Mota
Personal Coach
www.rafamota.com
