Cada vez que juzgas, culpas, criticas, reaccionas, te hundes o te enfureces y lo haces de forma inconsciente, sin darte cuenta estás reprogramando el sistema de creencias y pensamientos que habita en tu mente.

Estás reforzando una y otra vez las mismas redes neuronales.

Estás ocupando circuitos neuronales impidiendo cambiar tu percepción.

Estás dándole fuerza al personaje que has creado.

Estás creyéndote cada vez más tu propia historia.

Y tanto te la llegas a creer que pierdes todo tu potencial identificándote con ella.

Cada vez que reaccionas, refuerzas una y otra vez el mismo bucle mental, por tanto repites una y otra vez, sin poder evitarlo, el mismo bucle vital.

Quizá con diferentes personajes, diferentes circunstancias, diferentes condiciones pero el mismo bucle vital  al fin y al cabo.

Tu vida exterior es el resultado de tu «vida mental» interior.

Tu realidad es la consecuencia de tu forma de percibirla.

Cada vez que dices » yo soy así», pierdes una oportunidad para transformarte.

Cada vez que te quejas, pierdes una oportunidad para ser más abundante.

Cada vez que juzgas o te juzgas, pierdes una oportunidad para salvarte.

Cada vez que lo haces, repites lo antiguo.

Cada vez que lo haces, no creas nada nuevo.

Cada vez que utilizas tu mente para pensar y «comerte el coco» buscando soluciones, la estás utilizando como un procesador de datos,  activando así tu memoria asociativa, por tanto las respuestas que crean tu futuro siempre están basadas en las que crearon tu pasado.

Si estás en modo inconsciente, no creas.

Sólo repites.

Es de lógica coherente.

Para que sea más claro.

Si tienes una piscina con agua turbia y vas a buscar agua a esa piscina para llenar otra piscina, la nueva piscina jamás estará limpia, porque la estarás llenando siempre de agua turbia.

Si quieres una piscina limpia y clara tendrás que ir a buscar el agua del surtidor.

Es de lógica aplastante.

Nadie nos lo enseñó.

Nadie nos entrenó.

Nadie se molestó en introducir un conocimiento así en las escuelas.

De ahí que seamos incapaces de crear vidas nuevas y abundantes, y sigamos en nuestras vidas de siempre sufriendo y amargándonos.

No porque no podamos transfrormarlas.

Poder, podemos y estamos sobradamente capacitados.

No hay tecnología tan sofisticada como el humano.

No hay fármaco en el mundo que pueda suplir la química generada por el humano.

No hay inteligencia artificial capaz de superar la alta vibración de la consciencia humana.

No es que no podamos.

Es que no sabemos cómo.

A través de una maquiavélica red de ingeniería neuronal basada en la supervivencia y en la protección, nuestra mente está instaurada desde hace miles de años en el miedo, la carencia y la necesidad.

Cada vez que repites los comportamientos de siempre, la estás activando.

Cada vez que reaccionas «como siempre», generas reacciones químicas y emocionales, que mantienen a tu cuerpo totalmente «chutado» y enganchado a ese sistema neuronal  y del que es prácticamente imposible salir, a no ser que lo conozcas, te entrenes y pongas luz a tu vida (combinar de forma diferente tus redes neuronales).

Ahora te preguntarás:

¿Y cómo lo hago?

Pues de tan fácil es complicadísmo.

Pero todo es empezar.

Ante todo, aprender a observar.

Algo tan simple y sencillo como observar.

Es fácil pero si no lo has hecho nunca, has de empezar.

Como cuando empezabas a caminar.

Ahora es muy fácil pero hace años, no pensabas lo mismo, cuando caías una y otra vez mientras aprendías.

Como cuando empezabas a hablar un nuevo idioma.

Observar es hablar un nuevo idioma contigo y con la vida.

La cuestión no es tengas que ser perfecto.

Has de observar que eres imperfecto pero no engancharte con el juicio por ser imperecto y caer en el «error».

No es que no tengas que sentirte mal.

Todo lo contrario.

Has de sentirte mal si te sientes mal, pero observar que te sientes mal sin pretender huir del  instante en el que te sientes mal.

La tristeza, la rabia, la frustración, la culpa, el miedo acompañan al humano desde el inicio de los tiempos, y así ha de ser porque la perfección aquí no existe.

Precisamente si estás aquí es para vivir y experimentar la imperfección, sino  ya no estarías aquí.

Así que no has de huir de esas emociones.

En la vida no se trata ni de ser positivo ni de ser negativo.

En la vida se trata de SER.

No rechaces los estados emocionales.

Todo lo contrario.

Has de meterte ahí y vivirlos, a pesar del dolor y la incomodidad.

Con una salvedad.

Has de vivirlos sin drama.

El drama reprograma el sistema.

El drama genera químicos que «drogan» tu cuerpo.

Has de sentir, pero observándote.

Como si no fueras tú.

Siente lo que tengas que sentir pero no te identifiques.

Si lo haces, estás validando el estado emocional.

Es difícil, sí.

Al principio mucho.

Más que nada porque es una capacidad que el humano no está acostumbrado a ejercitar.

Observa.

Como si miraras una película donde tú eres el protagonista, pero sin meterte en ella.

Observa tu cuerpo.

Observa tus emociones.

Observa tus pensamientos.

Obsérvate.

Con el tiempo, serás mucho más abundante si observas que si juzgas.

Puestos a utilizar la mente, utilízala a tu favor y no en tu contra.

Puestos a utilizar el neocórtex, utilízalo de forma evolucionada que te lleve a un futuro mejor.

Ya puestos, mejor ser pura evolución que distorsionada involución.

¿Y que más puedes hacer?

Practicar el silencio.

Si observar es difícil, esto roza la proeza para el humano.

Acostumbrado a darle todo el poder a la mente, ahora sacárselo de golpe no será posible.

Pero lo conseguirás si haces un entreno constante.

La mente se ha programado durante miles y miles de años para hacer, buscar y conseguir soluciones.

Parar y contemplar es muerte para la mente.

Pero es ahí, en la muerte, donde aparece el nacimiento de tu nueva versión.

Si piensas, activas las mismas redes de siempre, las refuerzas y reprogramas el sistema.

Si observas, desactivas las redes de siempre, las debilitas y acabas apagando  el sistema.

Esa es la gran diferencia.

A cada instante, muere tu antigua versión y nace una nueva.

Si reaccionas y te dejas llevar por el instinto, serás una máquina de repetición.

Si practicas el silencio y no reaccionas, serás una fuente de inspiración.

En la primera, eres un simple procesador de datos.

En la segunda, eres un decodificador de la información de la Fuente Universal.

En la primera, eres corriente y ordinario.

En la segunda eres original y extraordinario.

Tú eliges.

Entre reaccionar, repetir  y vivir en la carencia o crear, inspirar y nadar en la abundancia, creo que estamos de acuerdo en que no hay ninguna duda.

O al menos yo, hace tiempo, opté por la segunda.

En la segunda, no te voy a engañar, el camino está lleno de obstáculos, nada es tan bonito como parece, pero no hay nada como salirse del reino de la mente para conectarse  y vivir en el reino de la vida.

No hay nada como experiementar en primera persona la expansión y la magia de la vida.

El camino es largo y complicado, pero al final, vale mucho la pena.

Rafa Mota

Personal Coach

www.rafamota.com

 

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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