Puedes exigirle a la vida que te de lo que quieres.

Poder, puedes.

Puedes exigirle que te cubra todas tus necesidades y carencias.

Poder, puedes.

Puedes montar en cólera cada vez que las cosas no salgan como tú quieres.

Poder, puedes.

Puedes poner a caer de un burro al que no hace las cosas como tú quieres, al que no te quiere como tú quieres, al que no dice las cosas como tú quieres o al que no siente lo que tú quieres.

Poder, puedes.

Puedes esperar y desear que tu madre, tu padre, tu hermano, tu pareja, tu amante o tu «quien sea» sea como no es y frustrarte, entristecerte o cabrearte  con ellos una y otra vez, cada vez que te des cuenta de cómo son.

Poder, puedes.

Puedes no darle a la vida el permiso de ser como es e indignarte con ella.

Poder, puedes.

Tienes todo el derecho del mundo a hacer con tu vida lo que quieras.

Faltaría más.

Poder, puedes.

Otra cosa es si haciéndolo estás arruinándotela, pretendiendo que lo de ahí afuera sea como no es con tal de calmar tus carencias y tus necesidades,  en lugar de tomar las riendas de tu vida, aceptar lo que es, asumir tu dolor y empezar a gestionar todo aquello que sí puedes gestionar.

A ti.

La vida es una decisión.

Y aunque no te lo parezca o no te des cuenta, siempre la decides tú.

Siempre.

Que la mente no te cuente historias.

Siempre decides tú.

Otra cosa es que por MIEDO no decidas nada o lo que decidas esté adulterado, sea incoherente o no sea lo que en realidad te hubiera gustado decidir.

O decidas seguir cabreándote con el mundo y hundiéndote con él.

Pero decidir, no te engañes, decides tú.

Siempre.

Todo son decisiones.

Casi todas, por no decir todas, desde el MIEDO.

Pero decisiones al fin y al cabo.

Incluso no decidir es decidir.

Reconocerlo es el primer paso para trascenderlo.

Reconocer que tienes miedo es el primer paso para dejar de tener miedo.

Puedes desgastarte, agotarte y perder toda tu energía en intentar cambiar una y otra vez lo que no puedes cambiar.

Poder, puedes.

Puedes fundirte exigiéndote ser quien no eres.

Poder, puedes.

Pero a cada reacción química emocional de tu cerebro provocada por la no aceptación, estarás intoxicando tu cuerpo y reprogramándolo una y otra vez en el drama y el sufrimiento.

Con lo que al final estarás tan literalmente «chutado» en el sufrimiento, que te costará dios y ayuda salir de él.

Pero poder, puedes.

Eres un ser libre.

Y puedes hacer lo que te de la gana.

Incluso morir lentamente en vida.

Es el libre albedrío.

Lo único que, en realidad, tienes.

Pero también puedes hacer otra cosa.

Soltar el exterior y empezar a responsabilizarte de ti.

Cuesta mucho, sobre todo, al principio.

Después, cada vez menos.

Es como aprender a conducir.

Pero en lugar de a conducir, aprendes a vivir.

Cuesta mucho empezar por dos razones.

Una.

Porque no estás habituado a “verte” ni a sentirte.

Llevamos miles de años mirando hacia afuera.

Mirar hacia dentro, crear conexiones neuronales del neocórtex al límbico es ir al revés del mundo.

Y dos.

Porque hasta ahora nadie te había enseñado a pilotarte.

Nadie te habló de la maravilla que tenías entre manos.

Muchas tablas de multiplicar, muchas matemáticas, muchas ciencias naturales y mucha religión pero de lo importante, ni mu.

Nadie te dijo el poder que tenías, ni cómo funcionabas, ni cómo te podías gestionar, ni  las reglas del juego ni nadie te dijo de qué iba esta historia.

Nada de nada.

Bueno, sí.

Muchos maestros durante toda la historia lo han predicado pero no les hemos hecho ni puñetero caso.

Así estamos.

Matándonos los unos a los otros.

Así que como la vida cada día aprieta más y nos aumenta el sufrimiento, puedes hacer otra cosa.

Poder, puedes.

Otra cosa es que quieras.

Yo te lo recomiendo pero te lo dejo a tu elección.

Puedes parar, respirar y empezar a sentir.

Puedes mirar hacia arriba en una noche estrellada y observar la inmensidad de la vida.

Puedes ser nada y todo a la vez.

Puedes sentir como bombea tu corazón.

Puedes mirar a los ojos de la persona a la que más amas, dejarte sentir y preguntarte:

¿Vale la pena morir a cada instante?

¿Vale la pena luchar contra algo tan inmenso como la VIDA cuando ella siempre tiene, nunca mejor dicho, la vida y la energía?

¿Vale la pena intoxicar tu cuerpo de rabia, frustración y tristeza intentando cambiar aquello que no puedes cambiar?

¿Vale la pena desgastarte tanto para que te reconozcan, te amen, te quieran, te valoren, te respeten o te comprendan cuando tú eres el único que puedes hacerlo?

¿Vale la pena?

…¿Vale la pena morir a cada instante cuando puedes hacer todo lo contrario?

¿Empezar a escucharte, a asumirte, a descubrirte  y nacer a cada segundo?

Deja de morir a cada instante y empieza a nacer a cada momento.

Poder, puedes.

Pero has de decidirlo.

«Sólo» haz de hacer una cosa.

Darle un «zasca» a tu mente.

Darle un tortazo y despertar.

Darte cuenta de que entre aquello que pretendes que sea y aquello que verdaderamente ES, hay una horquilla.

Y esa horquilla está llena de tristeza.

La tristeza de la pérdida.

Esa horquilla es la verdadera pérdida de tu vida.

Aquella vida que creías que era y no es.

Tu madre es como es.

Tu padre es como es.

Tu hijo es como es.

Tu hija es como es.

Tu pareja es como es.

Tu amante te hace el caso que te hace.

Y en este planeta, todo el mundo hace lo que puede, lo que sabe o lo que le han metido en la cabeza.

No saben o no pueden hacerlo de otra manera.

Por mucho que tú creas que sí.

La inconsciencia tiene un precio muy alto.

“Perdónales porque no saben lo que hacen” ¿te suena?

Mientras estás esperando a que los que te rodean sean quienes no son, te estás perdiendo los que son.

Mientras estás esperando que tus hijos hagan aquello que tú quieres que hagan, te estás perdiendo lo que hacen.

Mientras estás esperando que tu pareja diga lo que necesitas que diga, te pierdes lo que te dice.

Y así con la vida entera.

Y quizá algún día, cuando te queden pocos segundos para irte de aquí, mires atrás y te des cuenta de todo  aquello que te perdiste por esperar a que lo que era fuera diferente.

La vida a tu alrededor es la que es y no la que tú querrías o necesitarías que fuera.

Lo siento, la vida es ésta.

No otra.

No es la que vive en tu mente.

Es la de VERDAD.

Esto es madurar.

Y precisamente, la vida de VERDAD  la tienes delante para que te des cuenta que la de tu mente es una mentira.

Tu cerebro te está jugando una mala pasada.

Va en piloto automático, va «a su rollo» queriendo aquella vida que no existe.

Buscando aquella vida que te calme.

Buscando aquella vida utópica.

Buscando aquella vida ideal.

Porque así evitarías tener que enfrentarte a las heridas de tu historia.

Evitarías tener que enfrentarte a ti mismo.

Si esperas que lo de ahí a afuera te calme, estás perdido.

Cada vez sufrirás más.

La vida tiene su «rollo».

Y no es el de tu mente.

Nos guste o no, la vida es la que manda.

Aceptar que ella es más grande que tú es humildad.

A tu ego no le gusta nada tener que agachar la cabeza, pero es la única verdad.

La vida manda.

Aceptarlo es humildad, grandeza y eternidad.

No necesitas que la vida sea de ninguna manera.

Deja que la vida sea como es y empieza a permitirte ser como eres.

No necesitas que la vida ni nadie te calme.

Te necesitas a ti.

Tú eres el calmante.

Tú eres el mejor antídoto contra el sufrimiento.

Lo que necesitas es oxígeno.

Lo que necesitas es respirar.

Lo que necesitas es VIDA.

La tuya.

No pedirla prestada a los demás.

Hace tanto tiempo que te perdiste y perderte te ha generado tanta tristeza, que tu cuerpo no puede asumir ni una gota más.

Por eso quieres cambiar lo que no puedes cambiar.

Por eso no aceptas lo que te hace sentir vulnerable.

Por eso no aceptas lo que te hace sentir triste.

Por eso no aceptas el malestar.

Porque estás hasta aquí de tristeza y vulnerabilidad no asumida y huyes despavoridamente de lo que te hace sentir mal.

Y aquello que no asumes, con el tiempo, se toxifica y se convierte en rabia, frustración, abatimiento, apatía o agresividad.

Empieza a ser el SER que eres.

Con TODO.

Con luz y oscuridad.

Serás único y original.

Empieza a ser como nadie.

No como todos.

Empieza a sentir.

Cosa que hacen muy pocos.

Empieza a llorar.

Cosa que, al contrario de lo que creemos, no es de débiles.

Es de grandes e invencibles.

Empieza a hacer el duelo.

El duelo de aquella vida que “creías” que era pero que en realidad no es.

Perder la vida limitada de tu mente es ganar la VIDA infinita de ahí afuera.

Si tienes la valentía de hacerlo, ese duelo es el que te va a conducir a la eternidad.

Poder, puedes.

Otra cosa es que lo decidas.

Porque hacerlo, ya te lo adelanto, duele.

Pero hagas lo que hagas, ten en cuenta una cosa.

La eternidad siempre empieza por ti.

Alcanzarla sólo depende de ti.

A veces, con un solo «zasca» vale para empezar.

Poder, puedes.

Otra cosa es que lo decidas.

Rafa Mota

Personal Coach

www.rafamota.com

 

 

Rafa Mota

Rafa Mota

Estudié económicas, prefiriendo la filosofía, y viví durante más de veinte años en el mundo de los negocios, del estrés y del dinero sin encontrar nunca esa “felicidad” que tanto buscaba y anhelaba. Hasta que la vida, tras una gran crisis económica, financiera, personal y existencial, me puso en mi lugar. Y me di cuenta de una cosa: el gran secreto de la vida no es ni hacer, ni tener, ni buscar… es SER. Esta es la base del éxito personal.

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